El COVID-19 ha perturbado todos los aspectos de la vida humana. Esta amenaza mundial nos ha impulsado a reconsiderar las prioridades y ha aumentado la importancia de la justicia social y la preservación del planeta. Pero, si va a ser el catalizador que impulse el cambio hacia un mundo más sostenible, ¿qué papel tendrán que desempeñar los gobiernos, las empresas y los individuos? En un comunicado, NN Investment Partners identificó nuevas «incógnitas» que los inversores responsables deberán tener en cuenta en su toma de decisiones.
«Ya se están produciendo cambios fundamentales, como se observa en los paquetes de estímulos sin precedentes de los gobiernos, la emisión de bonos sociales para financiar proyectos de preservación de la salud y el empleo, y las empresas que cancelan dividendos y recompran acciones para centrarse en el bienestar de sus empleados y otras partes interesadas», dice la gestora. Asimismo, destaca la creciente urgencia de pasar a un mundo con menos emisiones de carbono. «Ya está claro que la responsabilidad de las empresas ayuda a aumentar esta capacidad de recuperación desde la perspectiva del rendimiento de las inversiones».
Adrie Heinsbroek, director de inversiones responsables de NN IP, señala que la forma en la que podría desarrollarse un nuevo «contrato social» entre los gobiernos, las empresas y los particulares plantea muchos interrogantes. «Los inversores y los administradores de activos deben evaluar cómo actuar ante estas incógnitas y ser conscientes de la flexibilidad que necesitan para adaptarse y aprovechar estas tendencias marcadas por el coronavirus», comentó.
El pasado 15 de julio, Heinsbroek se reunió con Joseph Stiglitz, Premio Nobel y ex economista jefe del Banco Mundial, en un evento digital para discutir cómo las interacciones entre gobiernos, empresas y particulares darán forma a la inversión responsable en un mundo post-COVID-19. Se trató del segundo evento de la serie “UpsideDown” de NN IP que se centró en el mundo después del coronavirus.
Stiglitz afirmó que el COVID-19 ha causado muchas conmociones pero también ha acelerado los cambios que ya estaban en marcha, especialmente en torno a cómo valoramos el éxito económico y comercial. «El PIB, por ejemplo, es una medida demasiado simplista y, en última instancia, engañosa. Se necesita un conjunto más amplio de indicadores para captar con precisión el valor inherente al bienestar y la sostenibilidad en un nuevo mundo de múltiples interesados», añadió.
La transición hacia una economía más equilibrada e inclusiva depende y dirige la evolución de tres grupos clave: los gobiernos, las empresas y los particulares; «y forman un triángulo que no solo está vinculado, sino que también es mutuamente dependiente», señala NN IP. Las diferencias entre los países, las culturas, la situación económica y el tipo de gobierno también afectarán a la velocidad y la dirección del cambio.
¿Cómo liderarán los gobiernos?
Para la gestora, una pregunta clave es cuánto de intervencionistas serán los gobiernos en la próxima década. En su opinión, los paquetes de apoyo fiscal y monetario promulgados para combatir las consecuencias económicas de la crisis de COVID-19 no tienen precedentes.
Pero, ¿estarán esos paquetes y las políticas vinculados a la sostenibilidad, como las medidas sobre el cambio climático y las iniciativas de reducción del carbono? ¿Aprovecharán los gobiernos esta oportunidad para condicionar el apoyo financiero a las empresas a que se aborden cuestiones como la inclusión social? ¿Intervendrán de manera más enérgica, castigando e incentivando para orientar el comportamiento corporativo? «También tendrán que colaborar más internacionalmente para cumplir los objetivos de sostenibilidad», añade NN IP.
Un modelo de múltiples partes
NN IP cree que, dentro del triángulo, las empresas tienen la mayor oportunidad de impulsar el cambio hacia una economía más sostenible. Las incógnitas a nivel empresarial se deben al equilibrio entre el enfoque del «accionista primero» y el modelo de múltiples partes interesadas. El valor del comportamiento social (atender a los clientes y empleados en lugar de a los inversores mediante dividendos o recompra de acciones) es uno de los hechos más destacados que han surgido de la pandemia.
¿Se convertirá esta creación de valor más sostenible a nivel corporativo en una tendencia permanente en el mundo posterior a COVID-19? ¿Descartarán las empresas las prácticas que ponen los intereses de los accionistas por encima de los de otras partes interesadas? Si la perspectiva de múltiples interesados se convierte en el motor de la creación de valor, NN IP espera que los parámetros no financieros se conviertan en un factor determinante para evaluar y predecir. «Ese cambio también afectará a la función que los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) desempeñan en la evaluación del valor financiero».
El comportamiento individual
La crisis de COVID-19 ha aumentado la conciencia de la gente sobre los problemas climáticos y sociales y las consecuencias de su comportamiento. Pero, ¿se traducirá esta mayor conciencia en nuevos patrones de comportamiento? ¿Se fortalecerán las preferencias por productos y servicios más sostenibles, como los alimentos orgánicos? ¿Continuarán las tendencias que se desarrollaron durante el confinamiento, como estilos de vida más saludables y menos vuelos? Por último, ¿se convertirá la sostenibilidad en un privilegio solo para aquellos que pueden permitírselo, lo que supone una amenaza para una sociedad mundial más inclusiva?
Heinsbroek asegura que habrá muchos desafíos por delante y diferencias que abordar, pero también hay elementos que nos conectan. “Un aspecto que ha quedado claro es que la evaluación efectiva del valor implica adoptar una perspectiva más amplia. Mirar más allá de los factores financieros. Esto se convertirá en una tendencia cada vez más dominante en la forma en que medimos tanto el progreso económico como el social, y como inversores tenemos los medios para influir positivamente en él”, concluye.