“Estamos en el ojo del huracán”. Así lo explicó Deirdre Cooper, co-responsable de renta variable temática dentro del equipo de Multiactivos y co-gestora de la estrategia Global Environment de Ninety One, durante la celebración del foro “Investing for a World of Change”, organizado por la gestora coincidiendo con la COP 26, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En la opinión de Deirdre, este es un momento único en el que los gestores de activos tienen un enorme papel que desempeñar en la financiación de la transición energética.
En el evento, la experta habló con José Sáinz, director financiero de Iberdrola, una empresa de electricidad centrada en la transición hacia las energías renovables. Dentro de su sector, Iberdrola ha sido una de las empresas que más rápido ha actuado, con una comprensión real de lo importante que es el cambio climático. Cerca del 65% de su capacidad es energía renovable y anualmente invierten alrededor de 10.000 millones dólares en energía eólica y solar. Para poner en contexto esa cifra de 10.000 millones, la financiación global del clima es de unos 700.000 millones de dólares, con lo que Iberdrola es una parte importante en el proceso de financiación de la descarbonización a nivel mundial. Con esta inversión la empresa incrementa su capacidad de almacenamiento en energías renovables y mejora el alcance de sus redes eléctricas para distribuir electricidad verde a hogares, fábricas y edificios. En la opinión de Deirdre Copper, son precisamente las empresas que, al igual que Iberdrola, están invirtiendo para descarbonizar, las que están en el ojo del huracán, pues deben realizar esta transición de una forma inclusiva, tener en cuenta a todas las partes implicadas y mantener su vida útil.
En los próximos cinco años será necesario duplicar la inversión, y en los siguientes diez habrá que triplicarla. Según José Sáinz, las inversiones deben ser mayoritarias, tienen que venir del sector privado y deben estar impulsadas por el sector regulador, que debe establecer un marco predecible y atractivo para que se materialice la inversión con unas reglas transparentes y consistentes. Otro elemento que los gobiernos deben mejorar, en especial en los mercados emergentes, es la burocracia relacionada con la inversión que en ocasiones crea frustración para los inversores. Además, es importante apoyar aquellas tecnologías que suponen un cambio en las normas del juego, por ejemplo, el hidrógeno.
Iberdrola todavía produce un 35% de su electricidad a través de combustibles fósiles. Debido a la forma en que muchos gestores puntúan y miden la exposición a emisiones de carbono en sus carteras, muchos de ellos no considerarían Iberdrola en sus estrategias con factores medioambientales. Sin embargo, en Ninety One consideran que no sólo se puede invertir en carteras con bajas emisiones de carbono, sino que para impulsar la descarbonización se debe invertir en empresas que tengan un compromiso con la transición energética. Si se tiene únicamente en cuenta la intensidad de la huella de carbono, el ratio de emisiones de carbono generadas por ingresos, una empresa como Iberdrola duplica las emisiones recomendadas por el mercado. Pero esta métrica no está teniendo en cuenta los 10.000 millones de dólares anuales que Iberdrola está invirtiendo anualmente en energía renovable, no sólo en España, sino en Reino Unido, México, Brasil y Polonia. La eléctrica está impulsando la transición en todo el mundo, pero no puede cerrar sus centrales eléctricas que siguen generando energía con combustibles fósiles de golpe, sino que debe hacerlo de forma progresiva. Por eso, a pesar de que su intensidad de carbono es elevada, en Ninety One se sienten perfectamente cómodos manteniendo la posición en su cartera.
En la estrategia Global Environment de Ninety One no se centran tanto en la intensidad de carbono como en empresas con una menor intensidad de carbono que sus pares comparables. El equipo gestor examina empresas dentro del universo de renta variable global para encontrar aquellas empresas que tienen el potencial de descarbonizar y que están en sectores que realmente están ayudando a impulsar la transición hacia un mundo con menos emisiones de carbono.
Asimismo, los gestores de Ninety One trabajan de forma conjunta con el Carbon Disclosure Project, que es un proyecto que abarca la mayor base de datos sin ánimo de lucro del mundo sobre informes de carbono, para encontrar empresas dentro de los sectores vinculados a la transición energética que han reducido las emisiones de carbono, con productos y servicios que emiten menos carbono que sus pares comparables y que, por lo tanto, están invirtiendo para ayudar a impulsar la transición.
Por eso, no sólo se fijan en el sector eléctrico, también se enfocan en las empresas automovilísticas y observan si los vehículos que producen tienen menores emisiones que la media o si están creando nuevos vehículos para descarbonizar el transporte. También tienen su foco en las empresas que son proveedoras de soluciones para edificios ecológicos y en fábricas que sean más eficientes en comparación con la tecnología. Además, dentro del sector agrícola, apuestan por aquellas empresas que contribuyen a impulsar alternativas al consumo de carne de vacuno y cordero con menores emisiones de carbono y que ayudan a producir alimentos más sostenibles.
Hace dos décadas, el universo de la descarbonización se limitaba a paneles solares y biocombustibles. Ahora, se está pensando en alimentos alternativos para animales, por ejemplo, recientemente se ha comenzado administrar al ganado vacuno pastillas de ajo para reducir sus emisiones de metano. Esta medida se percibe como una cuestión provisional, puesto que es muy difícil que se pueda sostener un mundo que consuma la misma cantidad de alimentos.
La transición hacia la descarbonización es especialmente compleja porque la correlación entre las emisiones de carbono y el PIB es superior al 90%. Se debe romper por completo la forma en la que funciona la economía mundial y rehacerla nuevamente. Existe un alto riesgo en la transición hacia modelos de negocio que emitan menos carbón, pero también existe un alto potencial en las oportunidades de transición.
En muchos sentidos, la transición energética es mucho más disruptiva que la revolución en la industria tecnológica, porque tiene que cambiar la forma en la que funciona la economía. Las empresas que descubren cómo hacerlo tienen un enorme potencial para impulsar los rendimientos en las carteras de inversión.