Hace unos meses Gero Jung, economista jefe de Mirabaud Asset Management, recomendaba en una presentación en Madrid cautela con los mercados emergentes. Era la nota discordante dentro de unas perspectivas para 2016 con un tono claramente optimista.
El que fuera economista senior en el poderoso Banco Nacional de Suiza y asesor en el FMI cree que el riesgo en los emergentes ha ido en aumento desde el año pasado, pero como la mayoría de analistas coindice en que ahora mismo hay diferencias salvajes entre unos y otros.
“Es difícil generalizar sobre los activos de los mercados emergentes, no podemos entender los ‘mercados emergentes’ como un todo; hay grandes diferencias entre ellos. A grandes rasgos, desde nuestro punto de vista la situación es bastante favorable en ciertas economías asiáticas, como China, Corea del Sur e India. Sin embargo, también creemos que la situación macro sigue siendo preocupante en países como Brasil, Turquía y Sudáfrica”.
El problema para estos países, más allá de las altas tasas de inflación y los elevados déficits por cuenta corriente es China, y en gran medida también, los precios de las materias primas, pilar central en, por ejemplo, las economías de Latinoamérica. Para los países y regiones importadores de petróleo los precios bajos no son un problema, al contrario, “puede traducirse en una bajada de los impuestos y un incremento del consumo”, pero para los países exportadores como Brasil o Venezuela, la situación es completamente diferente, y exigiría realizar importantes ajustes fiscales.
El otro factor con enorme poder de impacto en los emergentes es China. Para Jung, el gigante asiático se encuentra en un escenario que podríamos definir como de «aterrizaje suave” y cita como ejemplo los signos de mejora en el mercado de la vivienda, el acelerón de las ventas de automóviles y la recuperación del crecimiento del dinero en circulación. Entre sus cálculos añade uno más: en China han comenzado a aumentar también el número de nuevos proyectos de inversión. Estos marcadores, dice, junto a una política monetaria y fiscal más expansiva, hacen muy probable que se estabilice el crecimiento.
Con estos datos en la mano, el economista jefe de Mirabaud Asset Management estima que estamos lejos del escenario de recesión global que tanto temen los mercados. “Nuestras proyecciones apuntan a un crecimiento global del PIB por encima del 3%, probablemente de entre el 3% y el 3,5%. La recesión global se daría con cifras por debajo del 2%”.
Y por si fuera poco, los emergentes aún tienen que afrontar este año con un riesgo más: la Reserva Federal estadounidense podría seguir aumentando los tipos de interés, lo que habitualmente se traduce en salidas de capital de estos países. Una tendencia que ya se vio en el último trimestre de 2015 y que tiene visos de repetirse ahora.
“La Fed tiene dos objetivos clave, controlar el desempleo y la inflación. Por lo que respecta a los niveles de empleo se está acercando a su objetivo, cosa que no ocurre con la inflación, que sigue siendo débil. De hecho, la inflación subyacente PCE, la preferida por la Fed, se situó en el 1,4% en diciembre, muy por debajo del objetivo del 2%. Y también van a la baja las previsiones de inflación. Esta es la razón principal por la que la Fed puede mantener en espera ciertas políticas durante sus próximas reuniones”, dice Jung.
Si la Fed fracasa en su intento de normalizar la política monetaria de la primera potencia mundial, “se originarían importantes turbulencias y una gran volatilidad en los mercados financieros. Sin lugar a dudas”, apunta el experto de Mirabaud.
“Las políticas monetarias de intereses ultra-bajos fueron de gran ayuda especialmente al inicio de la crisis y también han sido una herramienta importante para incrementar la confianza del mercado. A largo plazo, hay que tener en cuenta que las tasas de interés equilibran la oferta y la demanda. Si se mantienen bajas artificialmente mediante, por ejemplo, la intervención de los bancos centrales, la oferta se ve afectada. En otras palabras: se castiga a los ahorradores, algo que no es en absoluto aconsejable desde un punto de vista de política macroeconómica”, concluye.