La disrupción es inevitable. Tras irrumpir en todo tipo de sectores, regiones, gobiernos, empresas y consumidores, está cambiando la manera en que vivimos y lo más probable es que se intensifique a medida que surgen tecnologías más avanzadas.
Sin embargo, según apuntan Ritu Vohora, directora de inversión de renta variable en M&G Investments, y Jasmeet Chadha, analista de renta variable en la gestora, aunque las empresas tecnológicas son el paradigma de la disrupción, el fuerte ritmo de innovación permite planteamientos radicalmente distintos y está trastocando el liderazgo del mercado en todos los sectores.
En un mundo de disrupción habrá inevitablemente «disruptores» y «disrumpidos». Un disruptor es una compañía innovadora que pone en peligro las perspectivas de crecimiento de un competidor —normalmente un gran operador consagrado— al cual le resulta difícil hacerle la misma propuesta de valor al consumidor. Empresas de este tipo pueden destruir modelos existentes y transformar industrias enteras. La disrupción aumenta a medida que las compañías se afanan por conseguir ventajas competitivas en una era digital donde un acceso más fácil a los consumidores (facilitado por internet) está poniendo en duda la validez de los antiguos modelos de negocio.
Los disruptores tienen distintas maneras de precipitar este cambio y poner en jaque a los grandes operadores:
- Adoptar un modelo de negocio distinto para ofrecer un producto o servicio más conveniente o más barato, a costa de modelos existentes. Un buen ejemplo de ello es Netflix, que se dirigió a segmentos de la población que sus competidores habían pasado por alto, dándoles un fondo de catálogo muy extenso a cambio de una pequeña cuota mensual. Con el tiempo, Netflix se ha desplazado a segmentos más altos del mercado añadiendo el contenido nuevo y exclusivo que querían la mayoría de sus clientes. Este servicio de suscripción utiliza la distribución por internet para ofrecer un contenido ilimitado a los consumidores en el momento y el lugar que elijan, desviándose así del modelo «lineal» tradicional de servicios televisivos.
- Evitar la competencia directa al satisfacer necesidades diferentes de los clientes finales. Por ejemplo, los procesadores ARM (y no los procesadores más potentes x86) han terminado monopolizando el mercado de los dispositivos electrónicos portátiles, pues se han centrado en la sencillez y en alargar la vida de las baterías al consumir menos electricidad. Esto es mucho más apropiado para un cliente que se desplaza continuamente de un lugar a otro.
- Acelerar el ritmo de innovación. Tomemos por ejemplo a SpaceX, que mediante rápidas iteraciones ha aumentado el ritmo de lanzamiento de cohetes a la vez que ha reducido los costes por lanzamiento. En 2019, SpaceX ha puesto en órbita 19 satélites, casi el doble que su competidor más próximo (Arianespace).
Aunque la disrupción puede representar un reto para algunas empresas, también puede ofrecer oportunidades de crecimiento y progreso. Para los inversores, la búsqueda de los «ganadores del mañana» exige un análisis de tipo bottom-up de los méritos de compañías individuales, acompañado de prudencia para evitar pagar en exceso por su potencial de crecimiento futuro. Adoptando un enfoque activo de selección de valores y manteniendo una perspectiva largoplacista, podemos aspirar a beneficiarnos de la disrupción. A este respecto cabe tener en cuenta ciertos puntos clave:
Mantener la disciplina: Al intentar valorar empresas de alto crecimiento es importante incorporar un gran margen de seguridad en la valoración, a la luz de la incertidumbre particularmente elevada en torno a la trayectoria de crecimiento del beneficio. Otro factor a tener en cuenta es el coste de conseguir clientes y su grado de «permanencia» en base a su fidelidad a la marca.
El flujo de caja manda: Los ingresos son fundamentales a la hora de valorar cualquier compañía. Si una empresa tecnológica aún no genera liquidez, comparar otras medidas «cliente por cliente» puede aportar una idea de su potencial de ingresos futuros.
Concentración en la creación de valor: Identificar una tendencia a largo plazo se remonta al análisis sectorial y a determinar si se crea valor en última instancia. La capacidad de una compañía para mantener una ventaja competitiva determinará en gran medida si genera o no beneficios a largo plazo.
¿Qué descuenta la cotización actual de una acción?: ¿Descuentan las valoraciones actuales unas expectativas demasiado elevadas de beneficio futuro? Aunque evaluar los flujos de caja esperados forma parte del proceso de valoración, también es importante considerar qué crecimiento obtenemos en el presente. En este sentido, los ratios de precio/beneficio (PER) –una medida clave que compara la cotización de una acción con el beneficio por acción de la compañía– de algunos grupos tecnológicos quizá no parezcan elevados dado el ritmo al que crecen. No obstante, las tasas de crecimiento elevadas no suelen continuar indefinidamente y unas valoraciones altas crean vulnerabilidad. Es por ello que el análisis de acciones individuales puede ser valiosísimo.
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