La previsión de estímulo fiscal junto con los indicios de que muy pronto habrá una vacuna que proteja contra el COVID-19 han impulsado el optimismo. Muchos esperan ya una vuelta más rápida a la normalidad económica y una recuperación de los beneficios en 2021. En los últimos meses, los activos financieros directamente expuestos a los altibajos de la economía, como los valores cíclicos y los de pequeña capitalización, se han comportado mejor que los valores favorecidos por la necesidad de permanecer en casa y que las acciones de crecimiento.
Asimismo, la menor volatilidad de la renta variable, el encarecimiento de las materias, las curvas de tipos pronunciadas y el aumento de las expectativas de inflación apuntan al mismo resultado: reflación en 2021. De cara al futuro, las valoraciones actuales de la renta variable y los diferenciales de crédito no solo implican un fuerte crecimiento de los beneficios el año que viene, sino que también sugieren que los exorbitantes múltiplos actuales son sostenibles. En este contexto, y con poco margen de error, ¿son las expectativas para 2021 demasiado elevadas?
¿Qué podría salir mal?
Al inicio de la pandemia, básicamente los bancos centrales socializaron las pérdidas de explotación de las empresas para impedir una crisis de crédito y reducir la duración de la posible recesión resultante. Aunque esta política parece haber dado sus frutos, en función de su perspectiva, puede que la política monetaria ya no dé para más. En estas circunstancias, los bancos centrales prestan dinero, si bien son los gobiernos quienes lo gastan, cargando el peso de las perspectivas de futuro crecimiento económico directamente sobre los hombros de los políticos.
Al mismo tiempo, los casos de COVID-19 y las hospitalizaciones están aumentando rápidamente en todo el continente americano, Europa y algunas partes de Asia. Aunque las esperanzas de una vacuna ayudan a los inversores a imaginar un futuro más normal, no pueden solucionar el actual deterioro de la situación. Tememos que el endurecimiento de las órdenes de permanecer en casa y distancia social reduzcan la movilidad y pongan en riesgo la recuperación hasta ahora en forma de V, además de aumentar la necesidad ya de por sí enorme de respaldo fiscal. Aunque los inversores han dado por hecho que habrá más ayudas, sigue siendo incierto cuándo y en qué medida.
En 2020, las rentabilidades de la renta variable han dependido totalmente de la expansión de los múltiplos, dado el desplome de los beneficios provocado por la pandemia. Si bien este patrón no es un comportamiento inusual del mercado antes del fin de una recesión, su magnitud conlleva que los mercados de riesgo sean vulnerables a sorpresas económicas imprevistas o a medidas insuficientes de política fiscal.
Aunque hemos de pensar en estos factores de riesgo, nos enfocamos en los perfiles de riesgo de los negocios con respecto a los posibles resultados: doble recesión, reflación, estancamiento. Al inicio de la crisis y durante toda la recuperación, algunas empresas registraron unos datos comparativos de ventas récord, al beneficiarse del COVID-19 o de la necesidad de permanecer en casa. Por el contrario, los sectores afectados por la distancia social sufrieron graves problemas financieros.
Ahora bien, resulta importante no dejarse llevar por las noticias ni sacar demasiadas conclusiones del pasado reciente. Eso lo hacen las máquinas, pero no los inversores. Invertir consiste en pensar detenidamente sobre lo que acaba de suceder y decidir si los acontecimientos han alterado la fortaleza o debilidad de un negocio, y luego determinar cuál podría ser el perfil de flujo de caja en los próximos años y, en definitiva, cuál es el valor de ese flujo de caja.
En una reciente reunión de análisis interno, Barnaby Wiener, director de sostenibilidad y gestor de carteras de MFS, comentó que «el verdadero riesgo no suele verse a simple vista». Para mí, eso quiere decir que a veces el riesgo no puede cuantificarse en una hoja de cálculo de Excel. Aunque los mercados nunca tienen toda la información y la incertidumbre siempre es alta, las valoraciones actuales indican una gran confianza sobre las diversas posibilidades en 2021.
La inversión responsable es la sostenibilidad financiera en varias dimensiones
Al reflexionar sobre 2020 y mirar hacia delante, sigo volviendo a pensar en el objetivo de los mercados financieros: determinar los precios y asignación los recursos de forma eficiente. Los inversores evalúan las perspectivas de rentabilidad de una inversión frente a sus riesgos, poniendo en la balanza los costes de oportunidad frente a oportunidades de inversión similares. En MFS, nuestro objetivo estriba en cubrir esos riesgos y luego asignar el capital de forma responsable. Aunque invertir nunca ha sido fácil, el entorno actual ha elevado el listón de dificultad.
Por innumerables razones, siempre hay oportunidades de inversión llamativas con perspectivas de rentabilidad atractivas, sobre todo dados los actuales tipos de interés prácticamente nulos que ofrece el ahorro. Sin embargo, hemos de preguntarnos cuántas cosas tienen que salir bien para que esas ideas cumplan las expectativas. ¿Puede una empresa sobrevivir a una doble recesión? ¿Tiene suficiente liquidez para afrontar otra perturbación en el crédito? ¿Puede resistir a cambios en el marco reglamentario? ¿Es el foso económico lo suficientemente profundo para proteger frente a los nuevos competidores en un mundo digital acelerado?
Esperanza de cara al futuro
Espero y confío en que 2021 será un año mejor que 2020. Me entusiasma pensar en lo que nos deparará el futuro, sobre todo por las grandes oportunidades de alfa y diferencias de rentabilidad. ¿Por qué? Las mejores empresas son aquellas que crean valor para sus grupos de interés, no las que extraen valor de estos. Aunque las empresas que extraen valor puedan tener una gran rentabilidad financiera, es probable que tengan fecha de caducidad.
Durante la última década, el crecimiento de los ingresos cada vez menor ha llevado a cada vez más empresas a extraer valor de sus proveedores, empleados, titulares de bonos y clientes. Sin embargo, las mejores empresas – con una cultura de colaboración con todos sus grupos de interés – suelen tener algo que escasea: unos resultados financieros superiores que duran y que se reflejan en los precios de sus activos.
Eso es lo que significa para nosotros la asignación responsable de capital, el principio que constituye nuestra estrella polar en un mundo incierto. Muchas gracias por su colaboración.
Manténganse seguros y sanos en el año nuevo.
Columna de Robert M. Almeida, gestor de carteras y estratega de inversión mundial en MFS Investment Management.
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