Dada la falta de transparencia en las cuentas nacionales de Venezuela no es fácil obtener una idea clara de los recursos que tiene el país a su disposición para pagar la deuda. Las autoridades venezolanas han utilizado en los últimos años una variedad de estrategias para obtener fondos, incluida la monetización de cuentas por cobrar, la venta de sus reservas de oro y los préstamos de China y Rusia.
En la actualidad, parece que las reservas líquidas del país ascienden a menos de 2.000 millones de dólares y las reservas totales, incluido el oro, suman 10.000 millones. Las reservas de divisas en niveles considerados por MFS como débiles, han sido el resultado del colapso de los ingresos de las exportaciones de petróleo, el principal generador de ingresos del país, ante los persistentes déficits por cuenta corriente, los pagos del servicio de la deuda y la ausencia de nuevas inversiones (más allá de China y Rusia).
“Un acuerdo de deuda con los acreedores se complica por las sanciones financieras impuestas este verano, junto con el hecho de que Maduro nombró al vicepresidente Tareck El Aissami, presunto narcotraficante, como el principal negociador con los tenedores de bonos, lo que significa que los grupos de inversión titulares de la deuda venezolana, no pueden iniciar conversaciones con él. Por ello, es probable que la reestructuración de la deuda sea larga y complicada mientras el régimen de Maduro permanezca en el poder”, explica la gestora en un white paper.
Los bonos venezolanos se han vendido en respuesta a las noticias, con precios que se adentran más en territorio ‘distressed’. Para ilustrar el nivel de angustia, dice MFS, el margen sobre los rendimientos de los bonos del Tesoro venezolano en el JPMorgan Emerging Markets Bond Indexfue apenas inferior a 3.000 puntos básicos al cierre del mercado el 2 de noviembre y había aumentado a más de 4.000 puntos básicos al cierre del 14 de noviembre, el equivalente de la deuda domiciliada en Venezuela en el índice vale solo 28 centavos por cada dólar de exposición a bonos teóricos en conjunto.
“No esperamos ningún efecto de contagio significativo de la situación de Venezuela. Además, los problemas del servicio de la deuda de Venezuela no han sido inesperados y están vinculados a su precaria situación política, que ha puesto en peligro la economía”, estima el equipo de renta fija de la firma.
A medida que la clase de activos de deuda de los mercados emergentes ha madurado y la base de inversores se ha desplazado hacia más tenedores estratégicos, el riesgo de contagio se ha reducido drásticamente, explica la firma, que recuerda que en los últimos años, respondiendo a eventos en países como Brasil, Sudáfrica y Ucrania, “los inversores han demostrado la capacidad de distinguir entre créditos, exigir una prima de aquellos con problemas de crédito importantes, y mantener al mismo tiempo la confianza en otros con un mejor perfil de riesgo”, apunta.
Otro tema que MFS cree que hay que tener en cuenta en relación a la situación de la deuda de Venezuela es el peso que tiene el país en el índice de referencia para la deuda de los mercados emergentes, el EMBI Global.
El gráfico muestra que el peso de Venezuela en el EMBI Global ha disminuido de casi el 10% al 1,8% en los últimos cinco años. El valor en dólares de la deuda ha disminuido a medida que se ha ido adentrando en el territorio ‘distressed’. Hace cinco años, se cotizaba a la par y ahora está en alrededor de 28 centavos por dólar.
La deuda venezolana puede permanecer en el índice incluso después del ‘default’, siempre que la deuda continúe operando con suficiente liquidez. “Esperamos que se cumplan estas condiciones, ya que seguirá habiendo un mercado secundario en la deuda venezolana. Sin embargo, parece que una importante fuente de ingresos de cupones para los inversionistas en deuda de los mercados emergentes podría ser interrumpida, o al menos seguir siendo impredecible, por lo que podría ser un largo tiempo por venir”, concluye la gestora.
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