“Para mí, Myanmar es la última frontera de los países asiáticos y esconde enormes oportunidades de inversión”. El que habla es Taizo Ishida, portfolio manager de Matthews Asia. Cuenta esta semana en el blog de la firma que en su primera visita a Rangún, una de las principales ciudades del país fue en junio de 2013, cuando las compañías internacionales de consumo corrían a establecerse allí antes de que lo hicieran sus competidores. “Recuerdo haber visto al CEO de Coca Cola en el aeropuerto celebrando con sus empleados la firma de un acuerdo que reanudaba las operaciones de embotellado en el país por primera vez en seis décadas. Reservar un hotel aquellos días en Myanmar era difícil. A pesar de que el país estaba empezando a abrirse a la inversión extranjera, faltaban por completo algunas infraestructuras esenciales, como la banca y las telecomunicaciones modernas”, cuenta el gestor.
El desarrollo en el país desapareció durante unos 50 años bajo el yugo de la dictadura socialista y militar que estuvo en el poder hasta 2011. Hoy en día, la economía de Myanmar todavía se basa en la agricultura, tal y como sucedía hace décadas, y el país es uno de los más pobres del mundo. De hecho, el peso de la agricultura en el PIB aumentó al 44% en 2010 desde el 35% de 1965, un fenómeno único en todo Asia, donde el peso medio de este sector en el PIB fue del 12% en 2010, cuenta Ishidacitando un estudio de McKinsey. El PIB de Myanmar el año pasado ascendió a tan solo era sólo 64.000 millones de dólares, siendo incluso menor que el de Sri Lanka, pese a tener el doble del tamaño de la población.
“Antes de volver a Rangún a mediados del año pasado para comprobar el progreso de la euforia en la inversión extranjera, ya intuíamos que se había calmado. Sin embargo, nada más aterrizar nos dimos cuenta de que no era así. Las carreteras estaban llenas de coches japoneses importados de segunda mano y la población usaba smartphones”, relata.
De hecho, el número de abonados móviles ha crecido a lo largo de cinco años de 500.000 a alrededor de 22 millones, es decir, más del 40% de la población. Una tendencia desarrollada con la puesta en marcha de tarjetas SIM y teléfonos inteligentes chinos de bajo coste fabricados por empresas extranjeras. “Es interesante observar como Myanmar se ha saltado la tecnología del teléfono fijo y de los móviles de características básicas para ir directamente a los smartphones. Este es sólo uno de los muchos ejemplos de oportunidades que vemos hoy en el país”, dice el experto de Matthews Asia.
Las perspectivas son claras: con una población de 52 millones de habitantes, Myanmar cuenta con un grupo demográfico considerable joven, abundantes recursos naturales, incluyendo el gas natural y el jade, que está situado geográficamente en el corazón de la región con el crecimiento más rápido del mundo y que tiene frontera con China e India. Por supuesto, no hay que subestimar los riesgos, que incluyen la baja productividad, un sistema educativo deficiente, la falta de infraestructuras básicas, una historia de violencia religiosa y un régimen político que sigue siendo cuestionable. Aunque todas estas son características típicas de los mercados frontera en cualquier parte del mundo.
Una dato importante es que los extranjeros que viven allí parecen alabar constantemente a la gente y hablar con amor del país y dice algo sobre el proceso de un país pobre como Myanmar que necesita de la ayuda exterior para conseguir que su economía crezca. La bolsa de Rangún abrió a principios de diciembre, y aunque no está previsto que las primeras empresas empiecen a cotizar hasta finales de febrero o marzo, su apertura es un hito entre los mercados de frontera de Asia.