Ya ha llegado el verano, las vacaciones y una cierta ralentización de la actividad económica. En un año que comenzó con unos datos macroeconómicos excelentes, con el impulso de la sincronización del crecimiento económico global que comenzó en 2017, una serie de factores desestabilizadores han provocado una cierta moderación. Pero ¿qué dicen los últimos datos acerca de la situación de la economía global? Según apunta Nikolaj Schmidt, economista jefe internacional de la división de renta fija de T. Rowe Price, la economía global se está debilitando y uno de los principales factores que ha contribuido a esa desaceleración ha sido el aumento de los precios del petróleo.
“El incremento de los precios del crudo tiene el mismo efecto que un impuesto para los consumidores. En el pasado, este efecto se ha visto compensado por un impulso del gasto en bienes de equipo en el sector energético, pero esta vez las compañías energéticas no están gastando tanto, ya que se centran en generar flujos de caja libre”, explica el experto.
“Otra razón es que el fuerte aumento de los beneficios corporativos que tuvo lugar en 2017, que provocó una aceleración de las inversiones, se ha reducido ya considerablemente. Un obstáculo adicional para la acumulación de capital —y, por tanto, para el crecimiento— es la mayor volatilidad del mercado y el recurrente tema de las guerras comerciales. Por último, tras sorprender positivamente en el primer trimestre de este año, el proceso de desapalancamiento en China parece estar teniendo impacto finalmente. Por ello, mirando hacia delante, nuestra previsión del crecimiento global es inferior al consenso, ya que nuestros indicadores principales propios apuntan a una continuación de la desaceleración, un indicio que se ve reforzado por las preocupantes perspectivas de la política comercial global”, señala.
El estimulo fiscal del presidente Trump
En opinión de Schmidt, algunos de los efectos del estímulo fiscal ya se están viendo, aunque es muy difícil determinar cuándo exactamente el respaldo fiscal incide en una economía. Considera que las rebajas fiscales ya han impulsado el consumo, que registra un nivel excelente, aunque los ingresos reales no están aumentando con la suficiente rapidez.
“Las evidencias indican que las medidas fiscales del presidente Trump tendrán su máximo impacto en la economía estadounidense en el cuarto trimestre de este año y que después desaparecerán a lo largo de 2019. Creo que, en general, la situación de Estados Unidos es bastante buena de momento. Puede que mejor sea imposible. Creo que la economía estadounidense se desacelerará, probablemente no sufra una fuerte caída, pero pienso que la incertidumbre sobre las relaciones comerciales está perjudicando la confianza empresarial y se acabará notando”, afirma.
La guerra comercial
En relación con la guerra comercial desatada por la administración Trump, Schmidt tiene claro que los aranceles son malos para todos, que nadie sale ganando. “Quien salga peor parado dependerá de cuántas batallas decida luchar el presidente Trump. En una guerra comercial directa entre Estados Unidos y China, esta última saldría perdiendo, ya que su economía es más pequeña y ya está ralentizándose. Sin embargo, si Trump empieza a imponer aranceles a todo el mundo, la más perjudicada probablemente sea la economía estadounidense: cuantas más batallas elijas llevar a cabo, mayor será el daño que te provoques a ti mismo. Si se imponen aranceles generales, el daño se ampliará al resto del mundo, aunque no de manera uniforme: las más afectadas serán probablemente las economías pequeñas centradas en la fabricación como Corea del Sur, Taiwán o Tailandia y, posiblemente Europa central y del Este”, comenta.
Lo importante a tener en cuenta sobre las guerras comerciales es que, normalmente, no es el impacto directo de los propios aranceles lo que provoca el mayor daño, sino el miedo que generan. “Si es usted consejero delegado de una gran empresa y están pensando en gastar 1.000 millones de dólares estadounidenses en bienes de equipo irreversibles, querrá saber si podrá comerciar con México dentro de seis meses y en qué condiciones se llevará a cabo dicho comercio. Sin claridad, es difícil comprometer gasto. Por tanto, aunque el impacto real de los aranceles propuestos por Trump probablemente no suponga un porcentaje importante del PIB global, es probable que perjudique la confianza empresarial. La pérdida indirecta de crecimiento global por la reducción del gasto en bienes de equipo podría ser mucho mayor que la pérdida provocada por los propios aranceles”, añade.
La reacción de China a la ralentización
La dinámica positiva del crédito (el cambio en el nuevo crédito como parte del PIB) está llegando a su fin en China. Las autoridades llevan apostando por el desapalancamiento desde hace tiempo, pero según apunta el gestor, esto no tiene un efecto negativo inmediato en el crecimiento, lo que sorprendió a muchos inversores.
“Lo que probablemente sucedió es que, ante la previsión del cambio de líderes del Congreso Nacional del Pueblo, el gasto fiscal ofreció un fuerte impulso en el primer semestre del año y esto compensó realmente el impacto negativo del desapalancamiento. Ahora el gasto fiscal se ha desvanecido y el efecto del desapalancamiento está empezando a mostrarse.
Desde su torpe respuesta al crac de la bolsa del país de 2015, las autoridades chinas se han mostrado muy competentes en la gestión de las economías. Sin embargo, creo que la confianza en su capacidad para seguir así está siendo cuestionada y parece que su respuesta actual es algo lenta y reactiva. La menor dinámica positiva del crédito y el aumento del precio del petróleo —China es un gran país importador de crudo—, están provocando una pérdida de poder adquisitivo. Esto supone un obstáculo para el crecimiento. Creo que el Gobierno chino va a seguir siendo más reactivo que proactivo: no va a hacer lo que solía hacer, es decir, lanzar enormes proyectos de infraestructuras para impulsar el crecimiento”, concluye.
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