Dos terceras partes de los países de América Latina languidecen en la parte baja del “Índice de percepción de corrupción” de Transparency International y la larga y rica historia de corrupción de la región muestra pocas señales de cambiar, publica The Economist en un artículo.
En estos momentos en Brasil 34 políticos en activo –incluyendo los portavoces del congreso y del senado- son sospechosos de participar en el multimillonario escándalo de sobornos relacionado con Petrobras, un gigante del petróleo controlado por el estado. A pesar de que el nombre de la presidenta electa no se encuentra en el listado de los investigados –explica The Economist-, Dilma Rousseff está en el punto de mira pues la mayor parte de los hechos tuvieron lugar mientras ella era presidenta de Petrobras durante la primera década de este siglo.
En Argentina no paran de aflorar nuevas alegaciones que parecen apuntar a negocios turbios por parte de la presidenta Kirchner -y a su predecesor y marido-, para enriquecerse durante los 12 años en que, uno u otra, han ocupado la presidencia del país.
En México la desaparición de 43 estudiantes en el estado sureño de Guerrero y su aparente muerte a manos de narcotraficantes compinchados con la policía han provocado protestas desde septiembre de 2014 y el malestar creció cuando se supo que la primera dama había encargado a un empresario, dueño de una compañía que había obtenido determinadas adjudicaciones públicas, la construcción de una mansión.
El hijo de la presidenta chilena ha dejado su puesto en una organización caritativa de carácter estatal tras ser acusado de tráfico de influencias y la popularidad de la Michelle Bachelet ha caído a su punto más bajo desde que ésta regresara al poder hace un año.
Los episodios de corrupción en América Latina han sido numerosos a lo largo de la historia y podríamos seguir mirando aquí y allá. Según The Economist, en Sudamérica, sólo Chile y Uruguay se separan de la norma en la región y Costa Rica es la excepción en Centro América. Pero, al menos, las manifestaciones y muestras de protesta parecen dejar una puerta abierta a las esperanza. El pasado domingo en Brasil se celebraron enormes manifestaciones antigubernamentales en docenas de ciudades y parece que las voces de indignación contra la sinvergonzonería y la corrupción son cada vez más difíciles de ignorar.
Pero hay más razones para el optimismo: Chile pronto cerrará las grietas en la legislación sobre la financiación de campañas, el congreso mexicano está publicando reformas contra la corrupción y el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, ha firmado un acuerdo con organizaciones no gubernamentales (ONGs) para que actúen de “auditores paralelos” en educación, salud y otros servicios estatales. El artículo de The Economist concluye diciendo que las jóvenes democracias latinoamericanas pudieran estar atacando uno de sus peores y más persistentes problemas.