La bolsa mantiene el buen tono esta semana. A pesar de las valoraciones y el temor respecto al inicio prematuro de ciclos alcistas de tasas en EE.UU. y Europa, las buenas noticias desde el sector automotriz –que animan a pensar en un pico en las tensiones en cadenas de abastecimiento, que según Reuters pueden invertirse, alimentando el discurso desinflacionista–, la inminencia de acuerdo para la aprobación del aumento en gasto en infraestructura (0,55 billones de dólares) y para el proyecto Build Back Better (a pesar de la resistencia del senador democrata Manchin) con un impacto limitado por el lado de los impuestos y finalmente sin implicaciones para la industria farmacéutica y el anuncio inminente de la continuidad de Jay Powell al timón de la Fed, han sido motivo suficiente para seguir dando impulso a los mercados de renta variable.
A nivel macro, la ola de infecciones por Delta remite claramente y anticipa una recuperación en los índices de sorpresas económicas, a pesar del nerviosismo mostrado por los inversores tras la decisión del Banco de Inglaterra (con el consiguiente aplanamiento y significativo outperformance de growth vs value); como ejemplos, la publicación de encuestas de gerentes de compra para el sector industrial asiático y de servicios en EE.UU. (que marca un nuevo máximo histórico en 66,7), la serie de nóminas del sector privado (ADP) o el Caixin del sector terciario chino (pasando de 53,4 a 53,8).
En el ámbito de los suministros, el mercado saca su lupa para identificar indicios de alivio. Compañías ligadas a la producción de coches vienen lanzando mensajes tranquilizadores a los inversores en sus presentaciones de resultados. US Steel, GM o Ford (que observa “incremento significativo en la disponibilidad de semiconductores”); por el lado de los chips, Qualcomm ha hecho sus deberes, asegurando una capacidad de fabricación suficiente para satisfacer la fuerte demanda por sus productos; en logística y distribución el CEO de GXO Logistics (líder mundial en contratos de logística) lo pudo decir más alto, pero no más claro: «Hemos pasado lo peor. Creo que hemos tocado techo» en tensiones por el lado de la oferta.
Por su parte, la finalización de ayudas extraordinarias al desempleo el pasado mes de septiembre está animando a los trabajadores a volver al mercado laboral. Lyft (la competidora de Uber), dijo que el número de nuevos conductores que se incorporaron a la plataforma aumentó en septiembre después de meses de dificultades a la hora de atraer chóferes. Además, el formidable avance de las campañas de vacunación en países emergentes, como la India –que ha inoculado la vacuna a más de 7 millones de personas al día, de manera que la mitad de la población ya cuenta con al menos una dosis– permite que Nike pueda finalmente abrir todas sus fabricas en Vietnam. No obstante, aunque ahora parezca que prevalece el optimismo, la bipolaridad del mercado es proporcional a la falta de visibilidad y a la volatilidad.
Si hasta hace unos días lo que preocupaba era el impacto de la falta de insumos sobre precios e ingresos, la acumulación de indicios como los que comentamos arriba puede poner el foco en los “dobles y triples pedidos”, el sobre abastecimiento y la vuelta a un contexto en el que los bancos centrales buscan inflación, pero no la encuentran. Sin olvidar que sectores muy importantes desde un punto de vista industrial (materiales básicos) estarán sujetos a un estrés estructural por los recortes de CAPEX sufridos los últimos siete años y la transición a energías limpias.
Un 80% de los integrantes del S&P 500 han publicado su desempeño para el tercer trimestre, con un 82% superando las expectativas de consenso en un 10% de media (67% y 2,7% respectivamente en lo que a ventas se refiere). Un balance que, aunque peor que el de trimestres anteriores (sobre todo por el lado de las ventas, según la grafica de guías empresariales más abajo), actúa como bálsamo para los inversores, que percibían más riesgos por el lado de los márgenes.
Una vez eliminada de la ecuación la amenaza de un fuerte incremento de la presión fiscal para cuadrar los presupuestos, Jay Powell también ha arrimado el hombro para atemperar los nervios de las últimas dos semanas, dejando vía libre para que la estacionalidad haga su trabajo y podamos disfrutar del “rally de Santa”. Ciñéndose al guión, la Fed ha levantado el telón del tapering a un ritmo de recortes en la dotación del programa de compras de 10.000 millones de dólares en bonos y 5.000 millones en MBSs al mes –que dejará en noviembre la demanda del banco central sobre estos activos en 0,7 y 0,35 billones de dólares respectivamente– y proyecta su finalización para junio del año próximo. Este ritmo de ajustes se mantendrá, salvo sorpresas, hasta la conclusión de esta iniciativa de expansión monetaria, llevándonos a la antesala del inicio de un nuevo ciclo de subidas en los tipos de interés.
El incremento de deuda pública en las grades economías, resultado de las medidas adoptadas para paliar los efectos económicos de la pandemia, ponen presión sobre los grandes bancos centrales para que sean algo más pacientes: la Fed, el BoJ y el BCE se tomarán su tiempo. No obstante, como muestra la gráfica, la política monetaria ha pasado de ser viento a favor a ser viento en contra y los fed funds históricamente siguen la estela de los otros bancos centrales.
Aunque el presidente de la Fed no quiso comprometerse en fechas, a pesar de su obstinación respecto a la transitoriedad del repunte en índices de precios, el lenguaje utilizado en el comunicado oficial sí muestra cambios en su nivel de convicción («reflejan en gran medida factores que se prevén transitorios» vs «reflejan en gran medida factores transitorios«, incluido en las notas de la reunión de septiembre) y apunta a una revisión al alza en sus objetivos de inflación en el resumen de proyecciones económicas (SEP) de diciembre.
En la conferencia de prensa, Powell destacó que los riesgos se inclinan ahora hacia una inflación más alta pero también señaló que los cuellos de botella disminuirán a medida que se consolide la recuperación del mercado laboral. No obstante, advirtió de que la pandemia está inyectando una mayor incertidumbre en las previsiones económicas; esta incertidumbre, que aumenta en el periodo de madurez del ciclo económico, se traduce en una mayor volatilidad en las rentabilidades de activos de riesgo.
Esta penúltima reunión del 2021 (la siguiente será el 15 de diciembre), sin acontecimientos notables, dejó al mercado sentado sobre el mismo pronóstico que manejaba antes de la junta (primer incremento del 0,25% en diciembre 2022) y trasladó el interés de los inversores al IPC de octubre (que se publicará el próximo 10 de noviembre). La TIR del 2 años se ha comprimido 5 puntos básicos, pero un escenario como el que maneja la Fed justificaría caídas adicionales. Por el contrario, pensamos que el tesoro 10 años no refleja fielmente la foto macro (y la probable re aceleración en actividad) y tiene recorrido hacia el 2% – 2,5%; no mucho mas allá, como explicábamos aquí, y en vista de la fuerte caída en productividad EE.UU., que debe recuperarse estructuralmente para poder sostener un nivel tendencial de actividad económica superior al 2%. En este contexto el uso de flatteners se antoja atractivo en el corto plazo.
El mensaje de la Fed ha sido menos “halcón” de lo que muchos se temían y, si efectivamente la inflación se mantiene elevada –aunque estable durante algunos meses y la parte corta de la curva modera algo su subida de las ultimas semanas– el dólar perderá apoyos. Nuestro modelo de valoración a corto plazo (que incluye, entre otros, diferenciales de crédito, lecturas del mercado OIS y tasas reales) apunta a la apreciación del euro.
De aquí a final de año, si obviamos la vertiente de la valoración (que afecta a la rentabilidad potencial de la inversión, pero que no correlaciona con la evolución de precios a corto plazo), los “osos” se quedarán sin argumentos: el error de cálculo de la Fed no parece probable; las subidas de impuestos corporativos de suceder no serán tan onerosas a corto plazo; los resultados empresariales han sido razonablemente buenos; los problemas de la cadena de suministro empiezan a enmendarse (ligeramente) y la economía se acelera tras la pausa por contagios de la variante Delta.