Se nos ha ido 2021 y, aunque si lo miramos en términos absolutos, no podemos decir que haya sido un año malo, en términos relativos para la bolsa española ha sido un año muy gris. Gris, porque el año donde las vacunas y la supuesta recuperación de la economía española muy encima de la media europea debían impulsar nuestro mercado, ha supuesto que la bolsa española alcance una rentabilidad muy por debajo de las bolsas europeas, y muy alejada de la obtenida por las bolsas americanas.
Aquí voy a empezar tratando de analizar esta situación, y es precisamente porque la globalización de los mercados, y la cada vez mayor facilidad de cualquier inversor de invertir en mercados exteriores, ha hecho que cada vez más los inversores domésticos hayan preferido otros mercados que ofrezcan mayor potencial de rentabilidad, dejando de lado la bolsa española.
En 2021 hemos tenido un competidor nada usual, que ha sido el mercado italiano, que ha atraído mucha inversión que tradicionalmente venía a nuestro país, por el enorme atractivo que ofrecía la elección como presidente de una persona absolutamente reconocida en el mundo económico como es Mario Draghi. Un 23% ha subido la bolsa italiana, frente al 8% de la española.
La inestabilidad regulatoria que sigue viniendo desde el gobierno español (derogación o no de la reforma laboral, “hachazo” al sector eléctrico, regulación de las sicavs…) también ha hecho que muchos inversores internacionales buscaran otros destinos. El volumen de contratación de 2021 ha sido sensiblemente inferior al de 2020, y muy por debajo de los niveles de 2018 y 2019.
La composición de nuestro índice tampoco ayuda, pues está muy bancarizado, sector que hoy por hoy no presenta atractivo. El sector tecnológico, auténtico motor de las revalorizaciones bursátiles mundiales, no está presente en nuestro mercado salvo en Indra. Además, la tan esperada recuperación del sector turismo ha visto recortado su avance tras la aparición de la nueva variante Ómicron, que aunque menos letal, es mucho más contagiosa, y ha hecho estallar la sexta ola de la pandemia. El sector eléctrico tras la incertidumbre creada en el marco regulatorio a finales del año también restó interés a nuestro selectivo.
Y gracias a que el Banco Central Europeo sigue aguantando nuestros bonos, porque si no la cosa sería bastante peor. España ha sido de los peores países en aumento de deuda sobre PIB. Esta deuda aún no tiene gran carga de intereses precisamente porque la mayor parte de los bonos los compra el BCE, que sostiene los tipos bajos. El día en que el BCE deje de comprar estos bonos, como la economía española no tenga hechos los deberes, la situación se tornará preocupante.
En cuanto al año 2022 que acabamos de empezar vendrá sin duda marcado por las subidas de tipos de interés en Estados Unidos, que no en el área euro. Sin duda estas subidas vendrán marcadas por el ritmo de la inflación, que alcanza cotas inimaginables tan solo hace unos meses. Jerome Powell ya nos advierte de que quizás no sea tan transitoria como al principio se pensaba. Será clave ver la evolución de los precios de las materias primas (en especial el petróleo y el gas) y de la normalización en la cadena de suministros.
Por la parte microeconómica, los resultados empresariales aportan bastante luz a los mercados, aunque también dependerán de cuan prolongada sea la subida de los precios, y de cómo será la subida de los tipos de interés.
Hemos oído recientemente la noticia de que la pandemia puede estar llegando a su fin pues los expertos creen que la rápida expansión de esta nueva variante podría ser el comienzo de la normalización. Noticias como las que nos vienen de Sudáfrica, y de la remisión de la variante Ómicron, nos hacen albergar la esperanza de que esta normalización puede llegar. Sin duda esta evolución será catalizadora de la continuidad en la recuperación de los mercados, y potenciará los sectores relacionados con el turismo, aunque también se beneficiarán los sectores más cíclicos.
En Estados Unidos la banca reaccionará positivamente a la subida de tipos de interés, que como he mencionado deberá esperar aún en Europa.
La tecnología seguirá siendo unos de los principales motores bursátiles, y el sector petrolero dependerá de si la producción del Golfo de México se restablece rápidamente, y el shale oil vuelve a sus niveles previos de producción. Mi opinión es que el petróleo se estabilizará en los entornos de 60-65 dólares, permitiendo aliviar en una pequeña parte el problema de la inflación.
Y a todo esto no podemos olvidarnos de posibles problemas geopolíticos; guerra comercial, Ucrania, etc… que sin duda pueden generar incertidumbre en los mercados. Deseemos que no sea así, y que nos centremos en lo verdaderamente importante que es la vuelta a la normalidad de la economía como más o menos la entendíamos en 2019.
Tribuna de Javier Niederleytner, profesor del Master en Bolsa y Mercados Financieros del IEB.