Desde mediados de agosto, Argentina ha estado inmersa en una crisis cambiaria que ha llevado a su moneda a sufrir una depreciación acumulada del 114% en 2018. El Gobierno, en un intento de reacción rápida, ha tomado medidas para realizar un ajuste, pero nada ha podido evitar que los inversores tengan delante una situación de gran incertidumbre y un miedo al contagio de esta inestabilidad a otros mercados emergentes.
Entre las medidas tomadas por el gobierno argentino para frenar la situación destaca el hecho de que el banco central haya elevado su tasa de interés base al 60%. “Al igual que el surfista de la gran ola Laird Hamilton, los inversores se enfrentan a enormes oleadas de pánico en algunos de los mercados de renta fija y crédito”, destaca Igor de Maack, gestor de DNCA.
Por delante el país tiene que abordar las vulnerabilidades representadas por el gran déficit fiscal y las necesidades de divisas fuertes. Además, la crisis de divisa a pegado el salto y se ha convertido en una crisis política para Macri. En este sentido, desde ING destacan que los inversores no tolerarán ningún error político en la gestión de esta situación.
“Hasta hace poco, los inversores parecían dispuestos a tolerar niveles razonables de riesgo de refinanciación para la deuda soberana con vencimiento, pero la reacción del mercado hace semanas sugirió que el gobierno n ha perdido gran parte de su credibilidad. Las medidas de política monetaria, como el aumento de 15ppt en la tasa de interés de referencia, al 60%, ya no parecen suficientes para estabilizar los mercados financieros locales”, destaca la entidad financiera en su análisis.
El principal miedo que tienen los inversores es que Argentina se convierta en un elemento de contagio. Desde Ebury –fintech especializada en pagos internacionales e intercambio de divisas– sostienen que los mercados emergentes se van a presiones a medida que el peso argentino caiga, siguiendo los pasos con lo que ocurrió con la lira turca. “El peso argentino colapsó el mercado después de que el país pidiese al FMI que acelere el desembolso del paquete de ayudas. Las divisas latinoamericanas, en particular, fueron las más castigadas, aunque el real brasileño logró un repunte aceptable después de la intervención del banco central”, matiza en su informe semanal sobre divisas.
En opinión de Vontobel AM, pese a situación débil que muestra el país, no todo está perdido ya que ha realizado enormes mejoras microeconómicas. “Los datos de Argentina son, de hecho, todavía débiles y la situación es seria. Pero es normal si ejecutas ajustes estructurales fiscales y de cuenta corriente. Lo que ya era una situación difícil, se ha visto agravado por las dificultades del sector de la agricultura (el más importante) debido a unas condiciones meteorológicas complicadas”, matiza.
Esa debilidad de la economía argentina se basa en el hecho de que el país deber desplegar al menos 50.000 millones de dólares durante el resto de 2018 y en el 2019. Algo complicado porque debido a que el mercado de deuda para Argentina carece de liquidez y a un peso más devaluado, el gobierno argentino solicitó al FMI la provisión de liquidez.
“Mientras Macri de indicios de que el destino de Argentina está en las manos del FMI, el peso seguirá debilitándose. Una mayor presión sobre el FMI podría acelerar la tendencia a la baja. Macri deberá cambiar la opinión de la gente tanto interna como externamente. Hemos visto que la tasa del banco central a 60% no modifica el panorama; por tanto, Macri debe cambiar la percepción de los inversores sobre Argentina, lo cual es una tarea muy complicada, porque ya se han registrado transferencias de pesos a algunas cuentas bancarias de Estados Unidos en dólares”, explica Philippe Waechter, economista jefe de Ostrum Asset Management, filial de Natixis IM.