Los ecos de la guerra que empezó la semana pasada entre Rusia y Ucrania suenan lejanos desde América Latina, pero las economías de la región no estarán exentas del impacto. Ese es el caso, según señalan desde la Universidad de Belgrano, para la alicaída economía argentina.
Analizando las consecuencias económicas inmediatas del conflicto en el país, el director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE), Víctor Beker, delinea cuatro efectos principales para el corto plazo.
En primer lugar, se espera que esta coyuntura produzca una caída en la tasa de crecimiento mundial. “La estimación del FMI de un aumento del PBI global del 4,4% para 2022 deberá ser revisada a la baja. La magnitud de la revisión dependerá de la intensidad y duración del conflicto. Las peores perspectivas son, naturalmente, para el continente europeo”, explica Beker, lo que impactará a Argentina.
Además, se anticipa que la guerra tenga un fuerte impacto en el mercado energético, considerando porque Rusia es un importante productor y exportador de gas. Según señala el académico a través de una nota de prensa, como un 40% del consumo de Europa es cubierto por el país euro-asiático, el conflicto tendrá un efecto alcista en el precio del gas y la disponibilidad de gas licuado a nivel global.
“También el precio del petróleo acusará un impacto al alza, ya sea porque Rusia reduzca sus exportaciones o porque los países occidentales impongan sanciones a quienes las adquieran”, agrega.
En tercer lugar, el economista prevé un aumento en el precio de cereales y oleaginosas, porque Rusia y Ucrania son relevantes productores y exportadores de trigo. “La merma en la oferta, debido al conflicto bélico, dispararía los precios, abarcando al resto de los cereales y oleaginosas”, indica.
Finalmente, también afectará a la economía argentina el impacto que esto tenga en los mercados financieros. “Como en todo momento de turbulencia, se espera una liquidación de activos financieros en favor del oro y del dólar, que son los activos de reserva por excelencia”, advierte Beker. Eso sí, asegura que la trayectoria del dólar dependerá del rol que juegue Estados Unidos en el conflicto.
Conjugando estos cuatro factores, las consecuencias para el país austral trae ventajas y riesgos. “El aumento en el precio de nuestras exportaciones primarias puede ser un factor positivo, aunque el menor crecimiento de la economía mundial conspirará contra el resto de nuestras ventas al exterior, y deberemos hacer frente a un abultamiento de la factura por las importaciones de energía”, señala el economista.
Eso sí, algo que podría mitigar el impacto es el aislamiento relativo de la economía argentina respecto de los mercados de capitales. Esto, dice, “haría que las turbulencias financieras puedan tener un menor efecto que en otros países”.
Amenazas y oportunidades
El profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Belgrano, Luis Argüero, concuerda con el diagnóstico, advirtió de los efectos de un aumento en el precio de los alimentos –que beneficia a Argentina– y el aumento del costo de importación de energía.
“En un contexto de debate interno sobre los subsidios al consumo energético, el incremento en los costos de generación hará prácticamente imposible que estos subsidios bajen en términos reales en 2022”, augura.
Desde la perspectiva comercial, el académico indicó que, como “sólo el 1% de las exportaciones argentinas tiene como destino Rusia, y hay pocas inversiones rusas en el país, no habrá un impacto fuerte si se impone algún tipo de sanción en el comercio de mercancías o a empresas de origen ruso”.
En el frente político, Argüero sostiene que “la errática política exterior argentina no permite prever cuál será la postura de un país que hace días nomás tuvo a su presidente ofreciéndolo como puerta de entrada de Rusia a la región, en un contexto de negociación con el FMI y con la necesidad de conseguir el apoyo de las potencias occidentales, la Argentina se verá obligada a elegir un bando”.
De todos modos, en el largo plazo, el académico recalca que el conflicto podría presentar una oportunidad para el país austral, considerando que Europa probablemente limitará sus importaciones de energía desde Rusia, y tendrá que importar desde otros países.
“El potencial que tiene Argentina en el sector y la histórica buena relación entre nuestro país y el continente europeo lo presenta como una interesante opción para suplir parte de esa futura demanda”, comenta.