Los inversores aún deberán esperar para conocer al ganador de las elecciones en Turquía. Ninguno de los dos máximos candidatos, el actual presidente Recep Tayyip Erdogan y su principal rival Kemal Kilicdaroglu, ha logrado más del 50% de los sufragios, por lo que se verán las caras el domingo 28 en la segunda ronda electoral. Sea cual sea el resultado, todo apunta a que habrá movimiento en los mercados, a tenor de las opiniones de los expertos.
Mohammed Elmi, gestor de fondos de deuda emergente en Federated Hermes, recuerda que Turquía es un país del núcleo de los mercados emergentes, con una economía de 900.000 millones de dólares. “Es de vital importancia, tanto desde el punto de vista geopolítico, como económico”, enfatiza. En este punto, recuerda que la economía turca ha sufrido en los últimos años “una política económica poco ortodoxa, con una depreciación de la lira turca frente al dólar de alrededor del 30% en 2022 y del 44% el año anterior”, al mismo tiempo que la inflación alcanzó un máximo del 85% en noviembre de 2022. Este despegue del IPC se produjo después de que el Banco Central de Turquía flexibilizara los tipos en 500 puntos básicos. Con estas premisas, Elmi es consciente que “Independientemente de los resultados finales de las elecciones, Turquía se enfrenta a una importante volatilidad a corto plazo, tanto si se mantiene el statu quo heterodoxo como si prosigue la accidentada transición hacia una mayor normalidad convencional”.
No en vano, tal y como asegura Gilles Moëc, economista jefe de AXA Investment Managers, los retos macroeconómicos a los que se enfrenta Turquía “son enormes”, y no existe una varita mágica. La oposición se ha comprometido a dejar que el banco central opere libremente, pero también es bastante probable que incluso otra administración dirigida por Erdogan tenga que hacerlo en última instancia, según explica el experto. “Esto sería coherente con una subida muy significativa de los tipos de interés oficiales, que podría tranquilizar a los inversores extranjeros que han desertado del mercado de bonos turco”, concluye. Sin embargo, Moëc admite que eliminar el marco de represión financiera podría ser muy doloroso, ya que tras lo que Moëc denomina «liraficación» forzada de la economía turca, “el apetito local por las divisas será probablemente masivo”. Por lo tanto, existe la posibilidad de que una «redolarización» desencadenaría “una mayor depreciación de la moneda local, con una inflación importada que perjudicaría la estabilización de precios y que buscaría el endurecimiento del banco central”.
“Esperamos volatilidad de cara a la segunda vuelta electoral”. Así de tajante es Eirini Tsekeridou, analista de Renta Fija en Julius Baer, sobre todo en la divisa. De hecho, el experto mantiene su recomendación de “venta especulativa” para los bonos soberanos turcos, al tiempo que infrapondera la renta variable del país, “ya que el contexto económico sigue siendo desafiante”.
Tsekeridou afirma que un cambio en el liderazgo político de Turquía y el regreso a políticas económicas más ortodoxas “nos llevaría a reevaluar nuestra opinión”. Pero este cambio no será rápido ni fácil. Moëc apunta que, aunque Erdogan sea finalmente reelegido, se encontrará en una posición política más débil y con menos capacidad para hacer frente a las posibles consecuencias sociales de un cambio en la orientación política. Pero si gana la oposición, “su naturaleza heterogénea puede dificultar igualmente el necesario cambio de política”, afirma Moëc, que sentencia que “salir de las políticas heterodoxas no será un paseo por el parque”.