En el pasado, la deuda de los mercados emergentes se consideraba una inversión muy especializada y exótica y, aunque ahora se ha convertido en algo más generalista, ocurre que sigue siendo un área proclive a las malinterpretaciones.
En opinión de Fabrizio Palmucci, CFA y especialista de producto de renta fija y multi activos de Jupiter AM, es una lástima que existan tantos mitos en torno a los mercado de deuda de los mercados emergentes, alejando así a los inversores de esta clase de activos.
“En nuestro juicio la deuda de los mercados emergentes podría mejorar las rentabilidades con un perfil de volatilidad que no es superior al de los bonos high yield estadounidenses”, señala Palmucci.
Según su opinión hay cinco mitos claros sobre este tipo de activos y que suelen aparecer con frecuencia en la conversaciones que mantienen con los clientes. Estos mitos serían:
- La deuda de mercados emergentes siempre registra rentabilidades negativas cuando la Fed sube tipos: Palmucci reconoce que, en el pasado, los ciclos de endurecimiento monetario de la Reserva Federal estadounidense han coincidido con un periodo negativo en la deuda emergente, o lo han provocado, pero la relación no es estrictamente causal. “La realidad presenta muchos más matices y existen ejemplos recientes de buen comportamiento de la este activo durante una fase de subidas de tipos por parte de la Fed”, apunta. Financieramente hablando, considera que las economías emergentes están más saneadas que a mediados de la década de 1990, cuando dependían enormemente de las exportaciones y las empresas y estados recurrían profusamente a la deuda denominada en dólares y no podían endeudarse en sus monedas nacionales. “Actualmente, la mayor parte de la deuda emergente se emite en moneda nacional, el 83% de los 16,5 billones de dólares que totalizan las emisiones”, matiza.
- La deuda de mercados emergentes es de calidad inferior a la deuda de los mercados desarrollados: El término “deuda de los mercados emergentes” es una designación genérica que enmascara la gran diversidad existente entre países. “En un extremo se encuentran los denominados mercados frontera, como Nigeria y Egipto, o los mercados emergentes en desarrollo, como Filipinas. En el otro extremo del espectro figuran mercados emergentes más maduros, como México, y países como Corea del Sur, que también podrían clasificarse como mercados desarrollados”, explica.
- Invertir en deuda de mercados emergentes supone asumir mucho riesgo de tipos de cambio: Según Palmucci, los estados y empresas emergentes pueden sufrir un desajuste cambiario entre sus activos y pasivos. En otras palabras, “emitir bonos denominados en dólares estadounidenses que habrá que devolver usando las monedas nacionales crea el riesgo de que las fluctuaciones de los tipos de cambio puedan aumentar espectacularmente el coste de devolución de la deuda. Además, es importante señalar que los países con elevados ingresos en dólares debido a su elevado volumen de exportaciones, como Singapur, Taiwán, Corea y Filipinas, cuentan con una cobertura natural para sus pasivos en dólares estadounidenses”, matiza.
- Invertir en deuda de mercados emergentes equivale a exponerse mucho a las materias primas: Actualmente, todavía se percibe a los mercados emergentes como dependientes de precios altos en las materias primas para su fortaleza económica. En este sentido, Palmucci defiende que, “aunque ciertamente es así en algunos casos, y un buen ejemplo de ello sería Venezuela, en general esta percepción no encuentra refrendo en los datos.”
- La deuda de mercados emergentes es un universo de inversión homogéneo: “A menudo nos encontramos con la idea tácita de que este mercado es un único universo de inversión, como el índice FTSE 100 o el mercado de bonos high yield estadounidenses. La realidad presenta muchos más matices. En lugar de eso, puede resultar útil abordar la DME dividiéndola en tres regiones diferenciadas: Asia, Europa central y oriental, Oriente Medio y África (CEEMEA, por sus iniciales en inglés) y Latinoamérica”, concluye.