En la última recta del año el panorama económico y financiero sigue siendo positivo a nivel global: el aumento del empleo está apoyando la demanda interna en todos los países e incluso el comercio sigue funcionando a buen ritmo. Sin embargo, algunas nubes se están acumulando en el horizonte y empiezan a soplar vientos en contra de la perspectiva cíclica de 2019.
“Nuestra principal hipótesis no prevé una recesión importante a lo largo del próximo año, tan solo cierta desaceleración del crecimiento económico mundial. El balance de riesgos ya no parece tan favorable debido al endurecimiento de la política monetaria estadounidense y a la agudización del conflicto comercial entre las dos grandes potencias económicas” comenta Samy Chaar, economista jefe de Lombard Odier.
En este contexto, los expertos de Lombard Odier enumeran cinco aspectos que pueden marcar el desarrollo de la economía en 2019:
- Los tipos de interés en Estados Unidos. La solidez del crecimiento de la economía estadounidense, la elevada rigidez del mercado laboral y una inflación acorde con el objetivo fijado hacen improbable que la Reserva Federal se desvíe de la senda de endurecimiento de tipos que prometió. El organismo planea subir los tipos una vez más antes de que finalice el año y en tres ocasiones en 2019. Así, el organismo continuará normalizando su balance de situación, lo que incrementará la presión que ya sufren los agentes económicos más vulnerables. El mayor riesgo afecta a los países emergentes con amplios desajustes monetarios y a las empresas fuertemente endeudadas.
- Guerra comercial. La medida anunciada en septiembre por la administración Trump del arancel del 10% sobre la mayoría de los productos chinos superó las expectativas pese a que el nivel del arancel era inferior a lo que cabía temer (lo que limitó el efecto negativo inmediato sobre los mercados financieros). Tras las represalias que tomó China esta cifra podría aumentar al 25% en enero en más productos chinos, aspecto que deja entrever que no se espera una rápida resolución aunque las elecciones de mitad de legislatura podrían cambiar el escenario y revertir las políticas económicas del presidente Trump.
- Fin del QE y ralentización en Europa. El crecimiento económico se ha ralentizado este año en la zona del euro pero sus bases continúan siendo sólidas. Todos los países participan en el ciclo expansivo, y muy por encima del crecimiento potencial. La reducción de la demanda externa explica buena parte de esta ralentización ya que el grado de apertura de la región es superior al de la mayoría de las otras grandes economías desarrolladas. Además, los indicadores nacionales siguen dando muestras de solidez: el empleo y la renta real siguen una tendencia alcista y el crecimiento de los préstamos a empresas no pertenecientes al sector financiero se ha acelerado. Dada la correlación positiva que existe entre el crecimiento de los salarios y el índice de precios de consumo subyacente, es posible que nos encontremos al fin ante un cambio de tendencia de la inflación en la zona del euro. Además, cabe mencionar que, de acuerdo con una encuesta de la Comisión Europea, las expectativas en relación con el IPC han alcanzado su nivel máximo desde 2013. A su vez, el repunte de las presiones sobre la inflación subyacente reduce la justificación de un estímulo monetario masivo y, al parecer, el BCE planea poner fin a su programa de compra de activos este año y esperamos que abandone su política de tipos de interés negativos a finales de 2019.
- Contexto político. En Europa, el principal problema se encuentra actualmente en Italia. Con sus Presupuestos Generales ya rechazados por la Comisión Europea, su plan está centrado en la demanda interna en lugar de en la inversión productiva motivo por el cual es probable que las tensiones con Bruselas se intensifiquen (igual que el riesgo de reducción de calificación de la deuda). Por lo tanto, pese a que el importante superávit por cuenta corriente que exhiben las cuentas italianas y el hecho de que la mayor parte de la deuda pública esté en manos nacionales, motivo por el que se sugiere que no existe riesgo de solvencia, cabe esperar una volatilidad mayor en las próximas semanas.
- Los mercados emergentes. Los mercados emergentes están atravesando el año más complicado desde el colapso de las materias primas de 2014-2015, en un contexto de aumento de los tipos de interés en EEUU, una mayor fortaleza del dólar, la escalada de las tensiones comerciales y la acumulación de riesgos políticos en el plano nacional. Salvo el peso colombiano, el peso mexicano y el baht tailandés las divisas se han debilitado en lo que va de año frente al dólar (el dólar argentino ha perdido un 50%, la lira turca un 40% y el real brasileño un 20%. En el otro lado de la balanza se encuentra el ringgit malasio o el sol peruano, que tan solo han perdido un 2%). “Con la excepción del baht tailandés y el won surcoreano, el resto de divisas nos parecen baratas” aseguran desde Lombard Odier. En términos globales, los fundamentos económicos indican que la mayoría de los mercados emergentes presentan todavía sólidas bases estructurales. Sin embargo, el endurecimiento de las condiciones de financiación en dólares estadounidenses, las tensiones comerciales y el aumento de los tipos de interés influirán en el crecimiento a lo largo de los meses venideros.