La cumbre de los BRICS, celebrada recientemente en Sudáfrica, ha traído consigo el anuncio de la incorporación de seis nuevos miembros a este grupo de países a partir del año que viene: Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Argentina.
Michael Langham, analista de mercados emergentes de abrdn, opina que “más allá del anuncio de las seis nuevas incorporaciones en la Cumbre de los BRICS (Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Argentina), la reunión aportó poco en materia de política, a pesar de las sugerencias previas sobre planes para una moneda común o una posible alternativa a los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI”.
En cuanto a la ampliación del número de miembros, según detalla Langham, no ha sido inesperada. “Esta medida probablemente reforzará la importancia del grupo como foro de debate geopolítico, especialmente en Oriente Medio, de donde procede la mayoría de los nuevos miembros y donde China ha intentado aumentar su influencia. También es previsible que el grupo utilice su expansión como herramienta para influir en el debate político internacional y en el desarrollo de instituciones internacionales al margen del G7, el G20 y la ONU”.
Asimismo, el analista expone que “si bien existen claros objetivos comunes entre los miembros de aumentar su influencia geopolítica, remodelar y desafiar las instituciones y prácticas mundiales existentes y reducir su uso del dólar estadounidense, cometeríamos un error si considerásemos que los objetivos geopolíticos de los miembros son uniformes. De hecho, Brasil, India y Sudáfrica se han opuesto a que el grupo se perciba como un desafío directo a Occidente. Y en el caso de India, preocupa que el grupo sea un vehículo para que China amplíe su influencia. La ampliación del número de miembros añadirá más complejidades y probablemente limitará las posibilidades de que surjan grandes planes de reforma del grupo”.
Desde abrdn «esperamos que la atención esté centrada en mayor medida en la expansión de los lazos comerciales y financieros entre los miembros, incluido un mayor uso de las monedas locales y en la posibilidad de cuestionar las actuales prácticas internacionales que se consideran favorables a los mercados desarrollados».
“La preocupación de que el grupo desafíe por ahora la hegemonía del dólar parece exagerada, teniendo en cuenta que los objetivos geopolíticos de los miembros compiten entre sí y que éstos no están dispuestos a ceder el control sobre los tipos de cambio y/o la política monetaria”, concluye Langham.