La inflación, hoy en día, se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los inversores. Un intenso debate que se ha visto reflejado en los recientes episodios de volatilidad en los mercados. Pero, ¿en qué consiste realmente la inflación? ¿Es siempre negativa o puede ser un buen indicador económico de la mejoría de la coyuntura de un país o región?
La inflación se podría definir como el incremento sostenido del nivel de precios de los bienes y servicios que se produce en un determinado periodo de tiempo y da lugar a una devaluación del dinero. Un indicador que causa recelo incluso entre los inversores ante las posibles consecuencias que podría desencadenar una subida excesiva y sostenida de los precios, como podría ser un aumento de los tipos de interés o la retirada de los estímulos monetarios antes de tiempo por parte de los bancos centrales.
No obstante, si profundizamos en la cuestión y vamos más allá, descubrimos que este fenómeno económico no siempre es negativo. De hecho, un poco de inflación en algunos casos puede resultar positivo, ya que implica que hay una mejoría de la actividad económica, del consumo y del empleo. La inflación, siempre y cuando se mantenga dentro de una banda de fluctuación adecuada, posibilita el desarrollo económico y contribuye al bienestar de la economía. El problema radica, sin embargo, en establecer cuál ha de ser ese nivel de inflación adecuado que posibilite la estabilidad de precios.
¿Aumento estructural o puntual?
Respecto a la situación financiera actual, existe un consenso del mercado que prevé que este posible auge de la inflación sea a priori puntual y moderado, pero no estructural. Esto conllevará a que muchas valoraciones que hoy están en máximos históricos se normalicen y tiendan a bajar por el efecto del incremento de la tasa libre de riesgo que se coloca en el denominador de la fórmula. En muchos casos, sobre todo en modelos de negocio como en los que invierten desde LONVIA Capital que cuentan con fuertes barreras de entradas y características estructurales de crecimiento sostenible, las valoraciones tenderán a bajar en la medida en la que esa tasa libre de riesgo deje de estar en terreno negativo, como hasta ahora.
En este año de pandemia, el confinamiento ha obligado a los hogares a tener una tasa de ahorro forzada que se encuentra ahora, con la eliminación gradual de las medidas restrictivas, disponible para el consumo. Esta demanda va a estar muy por encima de la oferta (de los propios niveles de producción), ya que las empresas no han renovado su stock, no han llevado a cabo todavía inversiones, y puede incluso que se produzca una escasez en la cadena de suministros. Estas razones hacen que sea posible que, de manera puntual, pueda haber inflación, aunque se llegará finalmente a un equilibrio en cuanto las empresas se pongan de nuevo a producir e invertir para satisfacer la demanda.
Además, esta euforia del consumo inmediato y de corto plazo puede reprimirse más adelante, sobre todo si se producen ajustes en los mercados financieros, ya que el consumo (especialmente, en el caso de Estados Unidos) está muy ligado a la propia estabilidad de los mercados. Un hecho del que son conscientes los bancos centrales.