Después de dos primarias muy volátiles y un elevado grado de incertidumbre, aumenta la claridad en torno a las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre y las encuestas apuntan a un primer puesto holgado para Hillary Clinton, dicen los expertos de Lombard Odier-en un informe publicado el 7 de septiembre- en base a los datos de las encuestas y de otras fuentes -como la predicción de los mercados de apuestas- que señalan que se considera a la candidata demócrata una gran favorita para ganar la presidencia.
Aunque la carrera por la Casa Blanca pueda ser la más trascendental, no es la única importante, recuerdan. Tanto el Senado como el Congreso están en juego: en el Senado los republicanos tienen una mayoría de ocho escaños, pero defenderán 24, a diferencia de los 10 de los demócratas. Por tanto, los demócratas tienen que conseguir cinco escaños más (o cuatro en el caso de que ganen las elecciones presidenciales) para recuperar la mayoría, explican. Así, “se espera una carrera ajustada, en la que los demócratas tienen una oportunidad considerable de obtener el control”.
El Congreso, por su parte tiene muchas más probabilidades de seguir en manos republicanas: con un reparto actual de 246–188 escaños, la cuota de los republicanos es la mayor desde la década de 1920, apuntan. Los demócratas necesitarían un vuelco de 30 escaños para recuperar la Cámara, una tarea bastante ardua, sobre todo considerando el desfavorable trazado de los distritos del Congreso. Los mercados de predicciones colocan esta probabilidad ligeramente por debajo del 20%.
“El resultado más probable es, por tanto, que Hillary Clinton logre la presidencia, pero que el gobierno siga dividido porque los republicanos consigan mantener su mayoría en el Congreso, y posiblemente también incluso en el Senado”, dicen.
“Creemos que una victoria de Clinton daría continuidad a la situación actual. El marco de políticas resultante sería similar al del presidente Obama y el objetivo de preservar leyes en vigor como la Ley Dodd-Frank o la Ley de atención sanitaria asequible (Affordable Care Act) sería una parte importante de los planes de la nueva administración. Una Cámara controlada por los republicanos impediría que propuestas de reformas agresivas se convirtieran en políticas, puesto que la historia reciente ha demostrado cuán a menudo un gobierno dividido acaba paralizándose, dada la cada vez mayor polarización”.
Así, los planes más ambiciosos de la secretaria Clinton y los grandes estímulos probablemente se vean frustrados, pero dado que la economía estadounidense ha recuperado una gran parte de la actividad que había perdido y que cada vez está más cerca del pleno empleo, no hay indicios de una necesidad urgente de estímulo fiscal, exponen.
Según la gestora, la política expansionista debería continuar y el crecimiento económico seguirá adelante pese a que el ciclo está bastante maduro, ya que la acomodaticia política fiscal y monetaria ayudaría a prolongarlo.
De hecho, el equipo de Lombard Odier señala que “la perspectiva económica podría resultar ligeramente mejor que una mera continuación de la situación actual” pues podría haber margen para un acuerdo en la cuestión de la reforma fiscal corporativa, dado el apoyo de ambos partidos a esta idea que permitía a las empresas estadounidenses repatriar beneficios del extranjero gravados a una tasa única más reducida.
En el caso de una victoria decisiva de Clinton, sobre todo si los demócratas logran recuperar el control de una o ambas cámaras del Congreso, creen que las políticas gubernamentales se volverían más previsibles. “Un gobierno unido elimina el riesgo de episodios como una pugna por el techo de la deuda y, potencialmente, permitiría a la administración demócrata lanzar medidas de estímulo fiscal si la economía se ralentizara, una herramienta esencial de gestión del riesgo en un momento en que los tipos de interés son apenas superiores a cero”.
¿Y si se da el improbable pero posible escenario de que gane Donald Trump?
“En contraste con el escenario de continuidad arriba descrito con Hillary Clinton en la presidencia, una victoria de Donald Trump (que probablemente también significaría que los republicanos seguirían controlando el Congreso y el Senado) traería una incertidumbre importante, para Estados Unidos pero posiblemente también para el resto del mundo”. Las declaraciones de la campaña a favor de ejecutar un impago parcial de la deuda interna o de retirar el apoyo de Estados Unidos a sus aliados militares constituyen fuertes indicios de que sería notablemente más difícil prever la dirección de las políticas gubernamentales, opinan desde la gestora. Los participantes en el mercado han podido desdeñar estas preocupaciones y podrán seguir haciéndolo mientras una victoria de Trump siga constituyendo una posibilidad remota, pero esto bien podría dejar de ser así si cambian las tornas. “Una reacción natural del mercado a tal aumento de la incertidumbre en torno a las políticas del gobierno supondría un fuerte incremento de las primas de riesgo”, advierten.
Los elementos más prominentes de los planes económicos del candidato republicano son las barreras a la inmigración y el comercio que propone, así como los recortes fiscales a gran escala (en el orden de algo menos de un billón de dólares al año). “Suponiendo –dice el documento- que la economía estadounidense haya dejado de padecer una notable deficiencia de la demanda y que ahora esté relativamente cerca del pleno empleo (una opinión que la Fed parece compartir), unas rebajas de impuestos de tal calibre podrían sobrecalentar la economía, provocando un fuerte aumento de la inflación y de los tipos de interés”. Por otro lado, sus expertos piensan que una menor oferta de mano de obra daría lugar a un duro proceso de ajuste, ya que los empleadores afrontarían de repente escasez de trabajadores y se verían obligados a subir los sueldos. A esto añaden que una postura agresiva por parte de Estados Unidos respecto al comercio que incluyera la imposición de aranceles incrementaría los precios de las importaciones, generando más presiones inflacionistas. En este contexto, cabría esperar –señalan- que una combinación de una mayor inflación, tipos más altos y la aversión al riesgo causada por una «guerra del comercio» ralentice la economía.
Finalmente, si bien creen que es probable que Hillary Clinton renueve a Janet Yellen en el cargo de presidenta de la Reserva Federal, dado el apoyo demócrata a las actuales políticas de la Fed y al nombramiento de Yellen en 2014, señalan que Donald Trump ha declarado su intención de reemplazarla cuando el mandato de Yellen finalice en febrero de 2018. Dadas las objeciones de los republicanos a la postura de relajación monetaria de la Fed, es probable que el candidato favorito se mantenga en la línea general que el Partido Republicano mantiene en la actualidad. “Esta suele ser crítica con medidas como la relajación cuantitativa y apoya que se adopten subidas de tipos de interés antes y más rápidamente. Prevemos que el candidato a la presidencia de la Fed que tenga dichas opiniones llevaría a los mercados a reajustar los precios de la estructura de los plazos de los tipos de interés estadounidenses, colocándolos en un nivel notablemente superior al actual. Una Fed con una postura más restrictiva y las presiones inflacionistas y los riesgos de sobrecalentamiento de la economía estadounidense plantearían una combinación que generaría un riesgo elevado de que el dólar se revalorice con fuerza”, concluyen.