El pasado 20 de junio, Tim Holt, miembro de la junta directiva de Siemens Energy, aseguraba en un artículo de América Economía, que Latinoamérica satisfacer sus necesidades con un 100% de energía verde en 15 o 20 años. Los méritos de este gran éxito serían, en parte, de Siemens Energy, que apuesta claramente por el hidrógeno y la generación eólica, sectores renovables en donde centra sus inversiones.
Pero lo cierto es que en esta transformación ecológica hay muchos más actores que la firma alemana, y es que Latinoamérica y el Caribe gozan de una de las redes eléctricas más limpias del planeta, merced a la gran implantación de la energía hidroeléctrica junto a una presencia creciente de energía eólica y solar.
Según un informe de Mapfre Global Risk: “La región está escribiendo un futuro energético más verde, que contribuya a su desarrollo mediante la diversificación de fuentes y costos más bajos a través de mecanismos como subastas y la atracción de nuevas inversiones”.
En el año 2016, el fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, anunció que el mundo parecía situarse en los albores de lo que llamó la cuarta revolución industrial, un nuevo estadio de evolución productiva de la humanidad que está definido por los avances tecnológicos en gran cantidad de disciplinas; Nanotecnología, robótica, domótica, inteligencia artificial, blockchain, etc.
Nuevas necesidades
En todos los elementos transformados al socaire de esta nueva fase industrial nos podemos encontrar con diversas tecnologías, algunas de ellas se enmarcan en lo que se conoce como energías verdes. La transición a gran escala que se prevé en este ámbito va a conllevar un aumento drástico no solo en el consumo de materias primas “convencionales”, incluidos el hormigón, el acero, el aluminio, el cobre y el vidrio, sino también en la diversidad de materiales utilizados.
A continuación, el gráfico muestra simplificadamente los materiales necesarios en la construcción de los distintos elementos que configuran las plantas energéticas verdes.
Fuente: Banco Mundial. 2020.
Si hace tres siglos las tecnologías utilizadas por la humanidad requerían media docena de metales, hoy se utilizan más de cincuenta, que abarcan prácticamente toda la tabla periódica. En comparación con las tecnologías de combustibles fósiles y la nuclear, las tecnologías bajas en carbono, particularmente la solar fotovoltaica, la eólica y la geotérmica, necesitan mayor cantidad de materiales, con respecto a la proyección esperada de este tipo de energías e industrias.
En ese mismo escenario, para satisfacer la demanda de las tecnologías de almacenamiento de energía, la producción de grafito, litio y cobalto se incrementaría en más del 450 % para 2050 respecto a los niveles de 2018.
La demanda de algunos minerales básicos, como el aluminio y el cobre, es mucho más baja en términos porcentuales, pero sus cifras absolutas de producción resultan muy significativas, con 103 y 29 millones de toneladas, respectivamente, para 2050.
Un informe prospectivo sobre las materias primas para sectores y tecnologías estratégicas, publicado por la Unión Europea en 2020, indica que, en comparación con el suministro actual de toda la economía de la UE, la demanda de tierras raras (TR) para imanes permanentes, utilizados, por ejemplo, en vehículos eléctricos o generadores eólicos, podría multiplicarse por diez de aquí a 2050, y que para baterías para vehículos eléctricos y almacenamiento de energía, en 2030 se necesitaría hasta 18 veces más litio y 5 veces más cobalto, y, en 2050, casi 60 veces más litio y 15 veces más cobalto.
Latinoamérica y el Caribe
La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) ha reflejado en diversos informes un escenario transformador para América Latina y el Caribe, que permitirá a la región cumplir los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París para reducir la temperatura global mediante el cambio hacia matrices energéticas más limpias y la eficiencia energética.
El Plan de Acción Regional para la Implementación de la Nueva Agenda Urbana en América Latina y el Caribe elaborado por este organismo, refleja que la región alberga algunos de los mercados de energía renovable más dinámicos del mundo, con más de una cuarta parte de la energía primaria proveniente de renovables, el doble del promedio mundial. Esto es así debido al crecimiento que ha registrado el sector, y es que, según datos de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), América Latina y Caribe poseen un 25% de renovables en la composición de su matriz primaria de energía. Un 59% de la generación de electricidad proviene de fuentes renovables y su ambición es alcanzar el 70% antes del 2030.
Entre las energías renovables más utilizadas a lo largo del mundo se encuentra la energía eólica, cuyos clásicos “molinos de viento”, tan habituales en algunos países de la región como Brasil o México, cuya producción, alcanza los 21.161 y 7.692 megavatios respectivamente. Dicha energía también necesita una gran cantidad de minerales raros. En su composición, casi cualquier molino que forme parte de un parque energético terrestre constará de un generador de “tipo danés”, un tipo de generador de doble inducción que requiere de cantidades apreciables de cobre y acero para su construcción, entre otros materiales menos extendidos como el Plomo, el cromo, zinc, el aluminio o molibdeno.
A su vez, la energía solar fotovoltaica, cuyos niveles de producción, de nuevo en Brasil y México, es de 13. 055 megavatios para el primero y 7. 040 en el caso del segundo, también tiene una gran demanda de materiales raros a la hora de construir sus células fotovoltaicas, que en rigor, son las encargadas de transformar la radiación solar en energía utilizable por el ser humano. El tipo más utilizado de este elemento en las plantas solares son las células de silicio cristalino, presentes en más de 85% del mercado actual, estos elementos tienen una alta necesidad de silicio monocristalino, policristalino o amorfo. A su vez, este tipo de energía renovable necesita de algunos materiales raros para constituir sus plantas energéticas, algunos de los materiales utilizados en ellas son: Aluminio (85% de las demandas de dicha energía) y cobre (11%) en grandes cantidades y, en mucha menor cantidad, Plata, Plomo, Zinc o Indio.
En definitiva, la clara apuesta de Latinoamérica por las energías renovables supondrá una necesidad creciente de aprovisionar los distintos materiales mencionados, tan necesarios para la creación y mantenimiento de las plantas energéticas verdes. A su vez, el cumplimiento de los objetivos de sostenibilidad orquestados a nivel global dotará a la región de diversas facilidades económicas, especialmente en tanto a financiación e inversión.
Redactado por Carlos Burgos Retamal
Fuentes:
Cuaderno de estrategia 209. Instituto Estudios Estratégicos de España