La visión del mundo de Barry Crosthwaite, senior vicepresident de Capital Research Global Investors, es algo más pesimista que la de otros gestores de la casa, y sus convicciones se resumen en un mundo con menor crecimiento, más deuda y mercados más volátiles. Un contexto que no impide que, como inversor bottom-up, vea espacios de valor y oportunidades “en todas partes” e incluso un buen entorno para el stock picking, según explica en una entrevista concedida a Funds Society en una reciente visita a Madrid.
Pero al hablar de la situación económica global el tono se vuelve más sombrío, al analizar los últimos seis años con tipos al cero y sin crecimiento, con una recesión de balances en EE.UU., Europa y Japón, una gran cantidad de deuda aún en las economías, y unos mercados emergentes que se desaceleran tras unos años de fuerte crecimiento y que no resolverán sus problemas a corto plazo. “Los emergentes han basado su crecimiento en incrementos de la deuda a un fuerte ritmo anual pero el apalancamiento no puede durar para siempre y menos a estos niveles. Ahora tendrán que lidiar con ese problema y desapalancarse, en un mundo distinto a otros ciclos, y eso no se resuelve de la noche a la mañana”, dice. Y menos aún cuando las autoridades monetarias, al menos en el mundo desarrollado, tienen muy poco margen para ayudar a los sectores endeudados, con los tipos ya en niveles de cero. Por eso, a diferencia de los ciclos pasados, cuando los problemas de deuda se solucionaron bajando tipos, “en tenencia bajista desde 1980 hasta 2009”, ya no existe esa posibilidad. En su opinión, los emergentes frontan un problema de sobrecapacidad que llevará a un hard landing, y eso afectará a economías desarrolladas como la estadounidense.
En este contexto, defiende que la Fed debe ser muy cauta a la hora de subir tipos, en un entorno de mayor fortaleza del dólar y caída de los precios de las materias primas que podría derivar en consecuencias muy negativas. “La autoridad subirá tipos poco a poco, en pequeñas cantidades y lentamente, pero si ve defaults en algún emergente, salida brusca de capitales o volatilidad en los mercados financieros irá regulando las subidas”, dice. Porque, con el QE, ha creado efectos secundarios como una sobreinversión que ha llevado a las rentabilidades de activos como el high yield a mínimos y también a un exceso de flujos en mercados en desarrollo, que ahora podría revertirse de forma brusca.
En su opinión, la autoridad tomó la medida correcta al retrasar la subida de tipos en septiembre, basada en la situación interna del país, ya que la Fed tiene un mandato de controlar la inflación y el empleo y la salud económica del país, aunque empieza a ver recuperación en industrias como la inmobiliaria o la de consumo, aún no es lo suficientemente fuerte: “Hay compañías con recesión en sus balances, que han sufrido un colapso en sus beneficios y también algunas, como las exportadoras, se ven dañadas por la fortaleza del dólar”, explica.
¿Oportunidades?
Pero el gestor cree que este complicado y volátil entorno ofrece oportunidades para los stock pickers: por ejemplo, dice que las compañías basadas en EE.UU. y con negocio doméstico han visto más resistencia en sus beneficios y cuentan con atractivas valoraciones. De hecho, en los últimos años ha reducido posiciones en firmas internacionales en su cartera. Con respecto a las energéticas, viene siendo cauto pero también afirma verse sorprendido por las políticas de la OPEP, que no han ajustado la producción a la oferta y la demanda, y cree que en algún momento tomará cartas en el asunto y que es cuestión de tiempo que el precio del crudo corrija al alza, en medio de una gran presión geopolítica.
En general, con un PER de entorno a 15,5 veces en EE.UU., no cree que el mercado esté especialmente caro comparado con otros ciclos alcistas de tipos como el de 1994 o 2006, en los que las bolsas subieron después, también porque confía en que se mantendrán a medio plazo dos factores que propician un buen nivel del beneficios: el bajo nivel impositivo –que en principio no cambiará con las elecciones a la vuelta de la esquina- y la tendencia de externalización de actividades que permite a las compañías reducir sus costes.
Más importancia de los beneficios
Crosthwaite considera que, a lo largo del tiempo, a medio plazo, las valoraciones serán además un factor que perderá importancia mientras los beneficios la ganarán. Y cree que es posible encontrar empresas capaces de crecer a doble dígito, pues aunque algunas firmas multinacionales afrontan problemas como la mayor fortaleza del dólar, la historia de consumo mejora. El gestor busca firmas en sectores como el de salud, con una historia de controversia pero capaz de crecer, con atractivas valoraciones y que no se vea impactada por la macro. Firmas que, apoyado en las ideas que proporcionan los analistas de Capital Group a nivel global, encajen también en su visión del mundo y donde vea una gran integridad en la gestión: “Hemos evitado escándalos como el de Enron porque damos gran importancia a la confianza en la gestión, el riesgo que toma una emprea, etc.”; pero reconoce que algunas veces no pueden evitarse fraudes como el de Volkswagen.
A medida que sube el mercado las dispersiones también podrán ser mayores, dice, lo que hará que se hagan más visibles algunas oportunidades, sobre todo en grandes compañías, en las que ve más valor y menor riesgo, aunque su análisis siempre es “compañía por compañía”. “A corto plazo, como vimos en agosto cuando los mercados cayeron en conjunto y de forma indistriminada también por el efecto de los ETFs vendiendo todos a la vez, la volatilidad será fuerte y la correlación alta pero a medio plazo el mercado sí discriminará entre buenas y malas compañías”, explica.
La gestora cuenta con fondos que invierten en bolsa estadounidense con enfoque en el crecimiento o el income, pero también tienen una estrategia que pone el foco en ambas historias, en invertir en nombres con buenos dividendos pero también capaces de crecer en valor. De media, el turn over es del 25%, y los valores están en cartera una media de cuatro años frente a la media de las carteras en EE.UU., que tienen un valor un año y medio, lo que pone de manifiesto su carácter de inversores a largo plazo, algo que les puede beneficiar en un entorno “más duro que en el pasado”. Un entorno que hace a Crosthwaite ser defensivo en sus carteras.