Tras casi dos semanas de enfrentamientos bélicos entre Israel y Palestina, el temor a una escalada en Oriente Medio, a interrupciones en el suministro de petróleo y a otra crisis petrolera acecha al mercado. De momento, los flujos iniciales hacia activos refugio como el oro, los bonos del Estado y el dólar estadounidense se han estancado o invertido. La incertidumbre, pese a la aparente calma en los mercados, sigue intacta.
François Rimeu, estratega senior de La Française AM, opina que la forma en la que se desarrollará el conflicto entre Israel y Palestina es, a día de hoy, “extremadamente incierto”. Aunque no pretende conocer el desenlace, ha identificado un cierto número de consecuencias potenciales. Primero, que los desequilibrios mundiales -climáticos, migratorios, diplomáticos entre China y Estados Unidos, el conflicto entre Rusia y Ucrania, entre otros- “favorecen la volatilidad de los mercados financieros durante los próximos meses”.
Pero el experto admite que es poco probable “que el conflicto repercuta directamente en la producción de petróleo”. Eso sí, “podría tener un impacto indirecto”: si las relaciones entre Israel y Arabia Saudí se normalizaran a corto plazo, podría provocar un aumento de la producción de petróleo por parte de Arabia Saudí a principios del próximo año. Con todo, Rimeu ve esta posibilidad poco factible.
Por otra parte, y tras recordar que aún no hemos llegado a un nivel de escalada elevado, recuerda que “una guerra es, por su propia naturaleza, inflacionista, y la mayoría de las veces se traduce en un aumento de los precios de las materias primas. Así pues, estos acontecimientos podrían dificultar aún más la misión de los bancos centrales”.
Por su parte, Thomas Planell, analista de DNCA (firma afiliada a Natixis IM), sobre el impacto en los precios del petróleo y gas del conflicto entre Israel y Palestina y su posible escalada, apunta que “los mercados mundiales de materias primas siguen moderadamente afectados por esta tragedia que es, principalmente, humana” y recuerda que en ausencia de perturbaciones físicas, “el petróleo sigue cotizando por debajo de los máximos alcanzados cuando Arabia Saudí y Rusia anunciaron recortes de producción”. Por el momento, Planell sentencia que la fortaleza del dólar y los temores de recesión “pesan más que el papel del petróleo como cobertura geopolítica”, eso sí, “por el momento”.
También Gilles Moëc, economista jefe de Axa Investment Managers, ve una reacción contenida del precio del petróleo, “hasta ahora”. La principal razón es “probablemente el hecho de que, aunque resulte tentador establecer paralelismos con 1973, el mundo árabe está ahora mucho menos unido, lo que debería limitar las ramificaciones a nivel de la OPEP”. No obstante, Moëc admite que la situación “sigue siendo muy volátil”. Aquí augura que, si la probable intervención militar terrestre de Israel en la franja de Gaza se convierte en una operación prolongada, “no podemos descartar el riesgo de que la presión de la opinión pública en Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos se haga insoportable, obligando a tomar alguna medida sobre el petróleo”.
Además, Moëc recuerda que Irán aún tiene la posibilidad de bloquear el estrecho de Ormuz, “lo que desencadenaría un golpe masivo en el mercado del petróleo”, a pesar de que para Irán sería una medida contraproducente, ya que “le privaría de unos ingresos cruciales en un momento en que su situación política y económica interna es frágil”.
En este escenario, el estratega aconseja vigilar de cerca “el manejo de la situación por parte de Estados Unidos”: aunque el presidente Biden ha dejado muy claro que apoya una reacción militar israelí, “es probable que su Administración intente asegurarse de que se evite una operación terrestre prolongada en la franja de Gaza, y que también se mida cualquier represalia contra Irán o contra su apoderado en Líbano, Hezbolá”.
Norbert Rücker, Head Economics and Next Generation Research de Julius Baer, califica la situación geopolítica actual como “en estado de flujo” y da una probabilidad menor al 5% de que se produzca un escenario extremo, con una crisis del petróleo derivada de una extensión del conflicto en la región, y que llevaría al precio del crudo por encima de 150 dólares por barril. Rücker no observa indicios de una implicación exterior significativa y activa en los ataques, “que es un requisito previo para una escalada tan drástica del conflicto”.
Por otro lado, las comparaciones con la crisis del petróleo de los años 70 “son engañosas”, ya que el mercado del petróleo y la situación política son muy diferentes hoy en día. Por lo tanto, “como de costumbre, la conmoción y el rebote del precio del petróleo deberían ser temporales”, de tal manera que la geopolítica “suele ser un elemento de ruido sin implicaciones fundamentales duraderas, una sacudida que inyecta una prima temporal de incertidumbre en los precios”.