¿Qué ha desayunado usted hoy? Puede parecer una pregunta inocente, pero el compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU y las oportunidades de inversión también están en su taza de desayuno. Según la reflexión que lanzan las gestoras, el objetivo de alimentar a cerca de 10.000 millones de personas en 2050, luchando al mismo tiempo contra el cambio climático, es un reto importante en el que la industria de inversión puede ser un motor de cambio y crecimiento.
Desde Edmond de Rothschild AM advierten de que la pandemia del COVID-19 ha creado un riesgo de escasez de alimentos, un incremento en las tasas de malnutrición y ha puesto de manifiesto la necesidad de una rápida transición hacia un sistema agrícola sostenible y más respetuoso con el medio ambiente y la población.
“Existen soluciones y están siendo desarrolladas por empresas innovadoras para hacer frente a los retos medioambientales, económicos y sociales presentes y futuros. La agricultura se enfrenta a graves problemas medioambientales, pero también sociales y de gobernanza. La alimentación tiene un impacto tanto positivo como negativo en la obesidad, otra pandemia que plantea importantes cuestiones de salud pública. La OMS calcula que en la actualidad 800 millones de personas padecen de obesidad, de las cuales 8 millones están en Francia, es decir, el 17% de su población total. Más de 1.900 millones de adultos tenían sobrepeso en 2016 y 650 millones sufrían de obesidad”, explican.
Estos datos se pusieron de relevancia este fin de semana, en concreto el pasado sábado 16 de octubre, con motivo del Día Mundial de la Alimentación. De hecho, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), más de 3.000 millones de personas, es decir casi el 40% de la población mundial, no puede permitirse una dieta saludable. Además, hay que recordar que los sistemas agroalimentarios emplean a 1 000 millones de personas en todo el mundo, más que cualquier otro sector económico.
“Nuestra forma de producir, consumir y, lamentablemente, desperdiciar alimentos le cobra un precio muy alto a nuestro planeta, ejerciendo una presión innecesaria en los recursos naturales, el medio ambiente y el clima. Con demasiada frecuencia, la producción de alimentos degrada o destruye los hábitats naturales y contribuye a la extinción de especies. Esta ineficiencia nos está costando billones de dólares, pero, lo que es más importante de todo, los sistemas agroalimentarios actuales están exponiendo desigualdades e injusticias profundas en nuestra sociedad mundial”, denuncian desde FAO.
El compromiso global con la alimentación, su sostenibilidad y su accesibilidad a todos está recogido en los ODS. “Hambre cero” es también uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Su objetivo es garantizar el desarrollo sostenible en todo el mundo a nivel económico, social y ecológico. Los ODS entraron en vigor el 1 de enero de 2016 y se extienden hasta 2030.
Tierra y agua: dos puntos clave
Según Mark Lacey, responsable de materias primas de Schroders, y Felix Odey, analista de Energías renovables de Schroders, el sistema mundial de alimentos y agua se verá sometido a una intensa presión en los próximos años debido a dos factores distintos: el aumento de la población (se prevé que la población mundial crezca de los siete mil millones actuales a ocho mil millones en 2030 y a casi diez mil millones en 2050) y el sistema de alimentos y del agua no es sostenible desde el punto de vista de las emisiones de carbono. Por lo tanto, argumentan que el sistema de alimentación y del agua deben ser más eficiente en cuanto a recursos y sostenible frente a estos desafíos, generando ciertas oportunidades de inversión.
“Vemos tres cambios estructurales que deben producirse para que el sistema alimentario y del agua sea más sostenible: una mayor producción agrícola y una mayor eficiencia; un cambio en la dieta y los patrones de alimentación; y una importante reducción de los residuos y las emisiones. Cada uno de estos cambios está relacionado entre sí y aporta oportunidades para la rentabilidad de las inversiones”, señalan estos dos expertos de Schroders.
El agua entendida no solo como recurso para la producción, sino también como fuente de alimento. Según estimaciones del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), casi 3.000 millones de personas dependen ya del pescado y el marisco como principal fuente de proteínas, ya sea de pescado salvaje o de acuicultura. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) prevé que el consumo mundial de pescado en 2030 será un 18% superior al de 2018. Sin embargo, más del 90% de las poblaciones de peces ya están sometidas a la pesca máxima sostenible o a la sobrepesca.
“En este contexto, la acuicultura ha cobrado mucha importancia en los últimos años. Según la FAO, los acuicultores han sido la principal fuente de pescado para el consumo humano desde 2016. En 2018, la proporción fue del 52% y probablemente seguirá aumentando a largo plazo, según espera la organización”, destacan desde DWS.
Según Paul Buchwitz, gestor del DWS Invest SDG Global Equities, aunque las acuiculturas se han convertido en algo indispensable para alimentar a la población mundial, también están asociadas a grandes problemas. “Entre ellos, la alimentación a base de harina y aceite de pescado, que conduce a la sobreexplotación pesquera, el uso masivo de antibióticos y las largas cadenas logísticas con gran intensidad de CO2, ya que las acuiculturas suelen estar situadas en zonas de aguas frías. Sin embargo, el sector se encuentra actualmente en un punto de inflexión gracias a numerosas innovaciones, como los piensos alternativos y una mejor prevención de las enfermedades de los animales. Esto está permitiendo un crecimiento sostenible que puede alimentar a un gran número de personas, posiblemente cada vez mayor”, añade el gestor de DWS.
Agricultura 4.0
En el caso de la agricultura, explica que la tecnología lleva camino de convertirse en una herramienta clave para su sostenibilidad, ya que se estima que la producción agrícola tiene que aumentar en un 70% para alimentar a 10.000 millones de personas en 2050 utilizando menos suelo de cultivo. “La tecnología puede ser una aliada. Tomemos como ejemplo los métodos de cultivo. El uso de sensores permite transmitir datos en tiempo real del campo al ordenador, lo que permite a los agricultores adoptar un enfoque más preciso y basado en datos. Los sensores pueden medir los datos químicos del suelo (pH, nutrientes, contenido de carbono), así como los niveles de humedad y la densidad del aire. Esto puede ayudar a aumentar el nivel de producción y minimizar la necesidad de fertilizantes y otros productos agrícolas”, explican Lacey y Odey.
En opinión de Edmond de Rothschild AM, la agricultura ha sufrido ya tres grandes transformaciones en la historia reciente para adaptarse a una situación en la que la demanda supera a la oferta. Estos tres catalizadores -crecimiento de la población, aumento del nivel de vida y disminución de los rendimientos agrícolas- vuelven a estar presentes, pero esta vez con la conciencia de los problemas medioambientales. En consecuencia, considera que el modelo de globalización ha quedado obsoleto.
“Para hacer frente a los retos del siglo XXI y cambiar nuestra forma de producir y consumir, la agricultura tiene que reinventarse e iniciar su cuarta transformación. Debe ser respetuosa con el medio ambiente, económicamente viable y socialmente responsable. Creemos que hay tres áreas que están a la altura del reto de la transformación: la introducción de la agrobótica y la inteligencia artificial mediante el uso de la computación en la nube, la robótica y la automatización de tareas como sustituto de los productos químicos, la globalización y la disminución del número de agricultores; la agricultura alternativa con la aparición de la agricultura vertical cerca del consumidor final; y la reducción de residuos y la logística para reducir los niveles de desperdicio de alimentos, reciclar el agua, preservar la biodiversidad y reducir los envases”, añaden.
Alimentos sostenibles
La sostenibilidad de los alimentos y el agua no sólo tiene que ver con cómo producimos lo que comemos y bebemos, sino también con lo que comemos. Según Buchwitz, otro problema, como en toda la agricultura y ganadería industrial, es el uso extensivo de antibióticos y el desarrollo de resistencia a estos medicamentos. En este sentido, ve otro importante mercado en crecimiento en las tecnologías para optimizar y controlar la sostenibilidad de los cultivos acuáticos. «Por ejemplo, una empresa está utilizando cámaras de vídeo e inteligencia artificial para rastrear los gránulos de pienso mientras se mueven por el agua con el fin de optimizar su uso. Asimismo, la tecnología blockchain ya se está utilizando para una mayor transparencia en las cadenas de suministro”, añade Buchwitz.
En opinión de Edmond de Rothschild AM, “la alimentación del mañana debe evolucionar hacia productos trazables que se centren en canales de distribución cortos, ofreciendo soluciones saludables para las personas, el clima y la biodiversidad. Si queremos acelerar la transición hacia prácticas agrícolas que preserven el planeta y su población, debemos promover canales alimentarios sostenibles y de comercio justo que favorezcan la economía circular”.
Por su parte, los expertos de Schroders añaden que existe un cambio de comportamiento del consumidor y que debemos estar atento a ello: “Las preocupaciones por la salud y la sostenibilidad ya están alterando las dietas tradicionales. No hay más que ver el meteórico ascenso del sector de los lácteos alternativos. Las alternativas a la leche no sólo son adoptadas por los intolerantes a la lactosa, sino por una amplia gama de consumidores por una serie de razones que incluyen la salud, el medio ambiente, el bienestar animal y el sabor”.
Oportunidades de inversión
En su opinión, todo, desde el uso de la tierra hasta la alimentación animal, pasando por la producción de alimentos, el procesamiento y la tecnología, el transporte, la venta al por menor, el envasado y el reciclaje de residuos, tiene un papel que desempeñar en la transformación del sistema en su conjunto.
“Del mismo modo, el análisis y la gestión del agua, el equipamiento y la captación, el tratamiento, la infraestructura y el reciclaje deberán cambiar drásticamente a medida que este recurso se vaya agotando. Se necesita una gran cantidad de inversiones para hacer que el sistema sea sostenible. Calculamos que es necesario gastar 30 billones de dólares en las diferentes cadenas de valor de los alimentos y el agua para 2050. El gráfico siguiente compara la inversión necesaria y la capitalización de mercado actual de las empresas de determinados sectores de la alimentación y el agua. Como podemos ver, hay una sorprendente desconexión”, explican Lacey y Odey.
En este sentido, consideran que la alimentación y el agua es un ámbito en el que la tecnología orientada a la resolución de problemas está cada vez más extendida, ya que los consumidores son más conscientes de la salud y el medio ambiente, y los gobiernos empiezan a centrarse en la sostenibilidad de los alimentos, no sólo en la seguridad alimentaria.
“En conjunto, estos factores indican que el sistema alimentario y del agua está a punto de cambiar radicalmente. Y, como inversores, vemos el potencial de obtener atractivos beneficios invirtiendo en las empresas que tienen los productos y las tecnologías para hacer realidad este cambio. Muchas de estas empresas están produciendo buenos flujos de caja, pero se han revalorizado poco porque los inversores perciben el espacio como vieja economía y poco emocionante, en lugar de ver que ofrecen crecimiento. Esto se debe, en parte, a los bajos precios de los alimentos, lo que significa que ha habido poca inversión. El gráfico siguiente muestra cómo los sectores de la alimentación y el agua cotizan con descuento respecto al mercado en general”, explican.
“Podemos ver el repunte a finales de 2019 cuando se anunció la política de la UE de la granja a la mesa, pero sigue habiendo un descuento. Creemos que eso va a cambiar, ya que el imperativo de hacer que los alimentos y el agua sean sostenibles crea oportunidades para nuevas fuentes de crecimiento en empresas que muchos inversores pueden haber descartado como economía antigua, en sectores maduros”, concluyen los expertos de Schroders.