El aumento de emisiones de gases de efecto invernadero por la actividad humana desde la era industrial ha generado el cambio en el clima que estamos viviendo. Pero también ha despertado una creciente preocupación mundial que llevó a la implementación de iniciativas como el Protocolo de Kyoto en 2005 y el Acuerdo de París en 2015. El primero fue innovador por proponer alcanzar metas de reducción de emisiones a través de mecanismos de compra y venta de créditos de carbono. El Acuerdo de París, en su artículo 6, también establece un marco para la existencia de un mercado similar, pero con un enfoque más ambicioso por involucrar a un mayor número de países. Estos mercados son conocidos como “regulados”.
No obstante, en paralelo, se ha venido desarrollando el mercado de carbono “voluntario” impulsado por la creciente conciencia de la sociedad. Este mercado existió incluso antes del Protocolo de Kyoto, y su primer crédito de carbono fue generado por la captura de carbono en árboles en Costa Rica. A pesar de ser una participación voluntaria, la demanda de este mercado ha experimentado un crecimiento constante desde mediados de 2018.
Según los datos de Ecosystem Marketplace, el valor de mercado total para las transacciones voluntarias de los mercados de carbono en 2021 fue de casi 2.000 millones de dólares. Eso es un aumento de casi cuatro veces desde las transacciones de 2020 (520 millones). A modo de ejemplo, a principio de año la firma uruguaya Nobilis presentó el Fideicomiso Financiero Eucalyptus del Sur, administrado por Plantesia. Este proyecto ofrece la oportunidad de invertir en tierras y en forestación con un retorno estimado anual de 9,04%. No solo la rentabilidad es apoyada por la venta de créditos de carbono de las plantaciones que adquiere el fondo, sino que además el producto es diferente al resto y lo torna atractivo para cierto tipo de inversores.
Diversas razones motivan a empresas y personas a unirse a este mercado. Desde la búsqueda por diferenciarse hasta cumplir con los intereses de stakeholders, responder a las demandas de shareholders o anticiparse a exigencias futuras, las compañías optan por comprar créditos de carbono para reducir o neutralizar el impacto ambiental que causan y así poder denominarse “carbono neutral”.
Puede leer el artículo completo de la Revista Funds Society en este enlace.