La tecnología de última generación y las normativas de mejora están allanando el camino para edificios de gran altura hechos de madera o «rascacielos de madera». Los analistas de Pictet Asset Management resumen las nuevas tendencias que afectan a esta materia prima.
¿Rascacielos de madera? Ahora parece una opción viable en todas las ciudades del mundo.
Cada vez son más los urbanistas que sustituyen el acero y el hormigón por la madera como material de construcción más sostenible, duradero y rentable.
Aunque la proporción de madera en el total de la construcción varía entre países y regiones, los datos muestran que el número de edificios de madera sólida construidos anualmente en EE.UU. se duplica cada dos años. Está camino de alcanzar al menos 24.000 en 2034, momento en el que el sector de la construcción estaría almacenando más carbono del que emite.
Hoy en día, los avances tecnológicos y los cambios normativos están allanando el camino para que la madera figure en todo tipo de construcciones, desde extensos complejos de oficinas hasta edificios de gran altura o «rascacielos de madera».
«El cambio a la madera está liderado por Europa, pero también está ganando terreno en EE.UU., que es uno de los mayores mercados inmobiliarios del mundo», afirma Clark Binkley, director general de International Forestry Investment Advisors en Portland (Oregón).
«Esto podría ser fundamental para reducir la huella de carbono de los edificios y contribuir a una transición sostenible».
La reinvención de la madera
La madera es un material de construcción tradicional utilizado en estructuras de todo el mundo durante siglos gracias a sus propiedades duraderas y resistenetes y a la relativa facilidad de obtención y construcción del material.
Construido en el año 607 d.C., el templo de Horyuji, cerca de Nara (Japón), es el edificio de madera más antiguo del mundo en el que se ha utilizado el hinoki, o ciprés japonés, mientras que la puerta más antigua de la Abadía de Westminster, en Londres, es de roble y data del año 1050 d.C.
En las últimas décadas, no obstante, este material renovable ha pasado de moda frente al hormigón y el acero, que se consideran más duraderos, resistentes a la putrefacción y fáciles de producir en serie.
Por lo general, los edificios residenciales en Europa utilizan alrededor de un 20% de madera en sus estructuras, pero esta cifra se reduce a tan solo un 5% en el caso de los edificios comerciales. En EE.UU., el contraste es aún mayor, con casi un 90% para viviendas y menos del 10% para locales comerciales.
«En general, hay mucho margen para aumentar el uso de la madera en la construcción, sobre todo a medida que la crisis climática intensifica la presión sobre el sector de la construcción», afirma Binkley.
Los edificios del mundo son responsables del 40% de las emisiones mundiales de carbono, por lo que hay que reducir su huella medioambiental.
La buena noticia es que las tecnologías innovadoras están cambiando la forma en la que construimos con madera.
Uno de los productos más prometedores es la madera contralaminada (CLT), un panel de construcción hecho de madera aserrada, encolada y laminada. Desarrollado en Europa en la década de 1980, la CLT es un material con bajas emisiones de carbono, tan resistente como el hormigón, pero cinco veces más ligero.
Algunos de los proyectos más destacados de torres de madera y grandes estructuras en EE.UU. demuestran el potencial de los productos derivados de la madera como materiales de construcción sostenible.
El gigante tecnológico Microsoft utilizó CLT para construir su campus de Silicon Valley que constituye la mayor estructura de madera sólida construida hasta la fecha en EE.UU.
El uso de madera, junto con otros materiales sostenibles, contribuye al objetivo de la empresa de reducir sus emisiones operativas de carbono en un 75% para 2030.
El edificio Ascent de Milwaukee (Wisconsin) es el edificio de madera sólida más alto del mundo con 25 plantas.
Para cumplir las normas de construcción, la torre híbrida utilizó CLT, pilares y vigas de madera laminada encolada (glulam), así como núcleos de hormigón armado.
Un programa de innovación maderera del Servicio Forestal del Departamento de Agricultura de EE. UU. concedió subvenciones para trabajos de ingeniería y diseño y supervisó las pruebas contra incendios.
Se prevé que el mercado mundial de CLT crezca desde los 1100 millones de dólares en 2021, hasta los 2500 millones de dólares en 2027, lo que supone un incremento anual del 15%.5
Algunos expertos consideran que podría crecer aún más rápido. Esto se debe a que las revisiones de la normativa están facilitando la construcción con madera en EE. UU., asegura Binkley.
Hasta hace poco, en la mayoría de las ciudades estadounidenses, el límite de altura de los edificios de madera era de 85 pies (25,9 m), es decir, unas siete plantas. Sin embargo, las recientes e históricas revisiones del Código Internacional de Construcción (IBC) en 2021, un modelo de código de construcción que establece los requisitos mínimos para los sistemas de construcción, elevaron el umbral hasta las 18 plantas.
La idea de que las construcciones de madera suponen un grave riesgo de incendio es lo que ha frenado la adopción de la madera. No obstante, esas opiniones necesitan una revisión.
Las pruebas de seguridad demuestran que los avances en los métodos de producción y construcción han aumentado la resistencia de la madera al fuego.
Cuando se carbonizan las capas externas de una viga de madera, protegen el núcleo de los daños durante más tiempo.
Por su parte, las nuevas tecnologías, como la CLT, pueden producir un entramado más fuerte y resistente al fuego que, en lo que a seguridad contra incendios se refiere, puede superar a las estructuras de acero sin protección.
Es más, si se pueden obtener materiales madereros de bosques superpoblados, se podría reducir el riesgo de incendios forestales, que a escala mundial suponen 25.000 millones de dólares en pérdidas, siendo el suroeste de EE. UU. una de las zonas más afectadas.
Bajo impacto, altos beneficios
Utilizar más madera en la construcción puede generar beneficios considerables desde el punto de vista medioambiental.
En un influyente estudio, los científicos han descubierto que un mayor uso de la madera en la construcción no residencial podría reducir las emisiones en 870 millones de toneladas equivalentes de CO 2 en 50 años, es decir, la cantidad de contaminación generada por 233 centrales eléctricas de carbón en un año.
El mismo estudio reveló también que, en comparación con los edificios tradicionales, la huella de carbono de los rascacielos de madera es menor durante su fase de construcción, que suele ser el periodo más contaminante de un proyecto porque implica la extracción de materias primas, la fabricación, el transporte, la instalación y la eliminación de residuos.
Este tipo de emisiones, conocidas como carbono incorporado, se originan en los dos primeros primeros años de un proyecto de construcción y representan hasta el 45% de las emisiones totales de un edificio durante su vida útil media. Los edificios de madera pueden reducir el valor medio de carbono incorporado en un 18-50%, con lo que el carbono incorporado de los edificios de madera sólida se situaría entre 157-315 kg de CO2e/m2 de superficie construida, según el análisis. Por su parte, los edificios que utilizan productos derivados de la madera pueden lograr una reducción de entre 16 y 44.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 en todo el mundo en comparación con los materiales de hormigón y acero de aquí a 2060.
Una reducción de esta magnitud equivaldría a retirar de la circulación entre 3.500 y 9.600 millones de turismos en un año.
Las credenciales medioambientales de la madera no se limitan a la reducción de emisiones. Gracias a sus excelentes propiedades térmicas y su cálido atractivo visual, se espera que los edificios de madera ahorren energía no solo durante la construcción, sino también durante toda su vida útil, según Binkley.
La tecnología de última generación y la mejora de la normativa deberían contribuir a que los edificios de madera crezcan en altura y sean más numerosos en los próximos años.
«La madera puede ser un peso pesado en nuestra lucha contra el cambio climático», afirma Binkley.