El discurso de la necesidad de ser selectivos a la hora de invertir en emercados emergentes viene siendo habitual desde que hace un año empezaran a sufrir como consecuencia del anuncio de un tapering por parte de la Fed que aún tardaría en llegar. Manuel Arroyo, director de Estrategia de JP Morgan AM para España y Portugal, incide en esa idea pero también reconoce que la mayoría de estos países tienen una situación macreoconómica más saneada, al menos en términos de deuda sobre el PIB, que el mundo desarrollado, contando además con regímenes con tipos de cambio flexible e importantes reservas de capital.
Aunque en las carteras están neutrales en estos mercados y las principales posiciones en bolsa se concentran en los desarrollados -Estados Unidos, Europa y Japón (“el binomio rentabilidad/riesgo es aún más atractivo en las bolsas del mundo desarrollado pues los emergentes, aunque tienen mayor potencial alcista, presentan aún más incertidumbres”, explica en un encuentro con periodistas)-, Arroyo reconoce que en la gestora cada vez miran más las oportunidades que pueden presentarse en emergentes, debido sobre todo a sus atractivas valoraciones.
De hecho, los negativos datos macro o los eventos del mercado (como la crisis de Ucrania, que no cree que influya significativamente desde el punto de vista económico) ya están reflejados en los precios y, por eso, las noticias positivas tienen potencial para impulsar mucho más las rentabilidades en estos mercados. “Cuando el precio bursátil frente al valor en libros esté en 1,5 veces, será un punto en el que pueda merecer la pena entrar”, dice.
En concreto, Arroyo menciona los beneficios empresariales como catalizador de la vuelta de los inversores: “En Europa y Estados Unidos se esperan beneficios del entorno del 10% mientras en las empresas emergentes son planos o negativos. Hasta que esa situación no se dé la vuelta, no entraremos”, afirma, dejando claro que esa recuperación en los resultados será el impulso para volver a apostar por bolsa del mundo en desarrollo.
De momento, en un entorno en el que los bancos centrales mantendrán las políticas monetarias acomodaticias, su apuesta está centrada en las bolsas del mundo desarrollado pues, a pesar de la subida en las valoraciones, aún están en línea con sus medias históricas, mientras en renta fija apuestan por ser muy selectivos, incluso en la deuda corporativa y también en high yield, escudriñando el valor en nombres concretos e incluso en calificaciones más bajas. Arroyo cree que la mejor exposición a renta fija es a través de estrategias flexibles y dinámicas que permitan buscar valor en el activo allá donde esté (por ejemplo, en crédito) y afrontar el potencial sufrimiento ante futuras subidas de tipos en EE.UU. (por ejemplo, con posiciones cortas). En deuda pública europea, les gusta la periférica frente a la de los países centrales y esperan que la española cierre el diferencial que le separa de la alemana.
Europa y EE.UU.
Aunque la gestora está positiva tanto en las bolsas de Europa como de EE.UU., Arroyo afirma que hay muchas razones para estar en bolsa europea: las valoraciones son más atractivas, existe un mayor potencial de mejora macroeconómica en el Viejo Continente (al partir de niveles también más bajos de crecimiento), hay mayor margen de que las empresas den sorpresas positivas (el beneficio por acción está en niveles de 2004-2005 y la estimación de beneficios está por debajo a la de hace tres años) y además, el BCE se plantea medidas acomodaticias frente a la retirada de estímulos en EE.UU.
Así, no solo no se plantea subidas de tipos, sino potenciales bajadas e incluso medidas de expansión cuantitativa, aunque Arroyo no cree que lleguen a producirse a corto plazo. “No esperamos ninguna medida de calado en la próxima reunión, de esta semana, y creemos más probable que, de tomar alguna decisión, sea a partir de junio”, explica. En su opinión, las herramientas más factibles que podría utilizar el BCE sería bajar los tipos, colocar los de los depósitos en niveles negativos, realizar subastas de liquidez u operar en el mercado. Pero, según Arroyo, todo ello tendría efectos limitados y la única herramienta que tendría impacto sería un programa de compras (se habla de un trillón de euros en deuda), que tendría dificultades para implementarse. “Europa no debate el cómo ni el cuándo del QE, sino el “si”. A no ser que suceda algo inesperado, el BCE seguirá con su retórica del QE como posibilidad pero no creo que, al menos en la próxima reunión, se anuncie nada revolucionario”, dice, en línea a anteriores declaraciones.
Y es que Arroyo cree que su implementación sería complicada porque habría que ver qué tipo de expansión cuantitativa realizar, qué tipo de deuda comprar (si privada, para ayudar a las empresas, o pública), de qué países, y mediante qué instrumentos y además decidir a partir de qué nivel de inflación sería necesario hacerlo. “El QE en Europa es más complicado que en otros países y aún creemos que es pronto para tomar esa medida”, explica, ante las barreras políticas y la ausencia de deflación. De hecho, descarta ese riesgo a corto plazo, aunque sí ve una inflación por debajo del 1% que afectará a la valoración de la deuda y al crecimiento económico (JP estima que Europa crecerá el 1% este año).
Más crecerá EE.UU. (un 2% en el segundo trimestre y el 3% en la segunda mitad del año), con una Fed que seguirá retirando estímulos (terminará en octubre o diciembre, dependiendo del ritmo) y que no subirá tipos hasta la segunda mitad del año. El crecimiento de los beneficios empresariales podría estar en niveles del 8% frente al 10%-12% de Europa, por lo que Arroyo advierte de que, si el mercado bursátil crece por encima de los beneficios, habría riesgo de que se situara en niveles caros, algo que aún no ha ocurrido.
Estrategias diversificadas
Pero, a pesar de esa apuesta por el riesgo, Arroyo advierte de la importancia de contar con carteras diversificadas y con objetivos a largo plazo, que permitan afrontar bien momentos de volatilidad como el vivido hasta ahora en 2014, donde la posición de consenso ha sido tomar posiciones cortas en deuda y largas en bolsa, lo que ha penalizado las carteras. Con todo, sus perspectivas son de mejoría en los indicadores macro que se reflejarán en las bolsas, sobre todo en la segunda mitad de año.