En los Estados Unidos, la eurozona y el Reino Unido, la narrativa dominante de los bancos centrales es la normalización de la política monetaria: subidas de los tipos de interés, contracción de balances y fin de los programas de QE. Según Paul Brain, jefe de renta fija en Newton, parte de BNY Mellon, este cambio de política obligará a los inversores en renta fija a cambiar su forma de pensar.
En opinión de Brain, estamos en un entorno en el que los bancos centrales operan a distintas velocidades. De hecho considera que, tras la subida de tipos protagonizada por la Reserva Federal (Fed), le tocará el turno al Banco de Inglaterra y al Banco Central Europeo (BCE). “En último puesto tenemos al Banco de Japón (BdJ): con el tipo de interés a corto plazo fijado en el -0,1%, la entidad se ha comprometido a continuar ampliando la base monetaria hasta el índice de precios de consumo supere el 2,0%”, apunta el responsable de la gestora.
Pero en opinión de Brain, si uno mira más allá de esta diversidad no cabe duda del sentido en el que gira el carrusel monetario: “El sentido de marcha –ya sea en la eurozona, en Japón, en Estados Unidos o en el Reino Unido– es el contrario al de las políticas que definieron la respuesta a la crisis financiera global de 2008. El énfasis previo en políticas expansivas y un estímulo fiscal ajustado está cediendo, y los bancos centrales muestran una línea cada vez más dura incluso cuando los gobiernos empiezan a sucumbir a la presión populista de soltar las riendas del gasto”.
El mercado está ante una nueva realidad caracterizada por el nuevo enfoque que están tomando los bancos centrales. Mientras llega la normalización de la política monetaria, los balances de los bancos ya están menguando por lo que comienza a haber menos liquide. Este contexto plantea la cuestión de lo que Brain describe como “desfase fiscal”: la adopción, por parte de los gobiernos, de políticas populistas susceptibles de estimular al conjunto de la economía.
“En el Reino Unido, esto podría traducirse en subidas salariales en el Servicio Nacional de Salud (NHS), y en Estados Unidos podría significar un aumento sin precedentes del déficit en forma de salarios de funcionarios, defensa e infraestructura3. En Francia y Alemania, de igual modo, las recientes huelgas en el sector público ponen de relieve lo difícil que es mantener la disciplina fiscal en la eurozona”, señala.
En teoría, afirma Brain, este cambio en la coyuntura del mercado, que incluye mayores tipos de interés y el retorno de la inflación, no augura nada bueno para la rentafija. Sin embargo, esto no significa que los inversores tengan que empezar a acumular efectivo. En lugar de ello, quienes desean invertir en deuda tienen varias formas de adaptarse al entorno actual.
Divergencias entre países
En primer lugar, la propia diversidad del paisaje de política puede ser favorable para los inversores globales, al permitirles elegir su exposición a distintos tipos de interés y enfoques de estímulo fiscal.
Según Brain: “El paradigma de distintas velocidades de política monetaria le brinda libertad para ajustar sus asignaciones de forma matizada. Los inversores cautos se verán probablemente atraídos hacia países con mayores calificaciones de crédito. De igual modo, si uno obtiene suficiente remuneración por asumir más riesgo, podría optar por asignar parte de su cartera a países con peores balanzas por cuenta corriente o presupuestaria. En última instancia, todo se reduce a si la rentabilidad al vencimiento (TIR) que ofrece una emisión compensa de forma suficiente cualquier aumento del riesgo”.
Lo mismo es válido para las asignaciones en mercados emergentes. Brain explica que mientras algunos emisores soberanos emergentes continúan vinculados al dólar estadounidense, otros países han roto dicho vínculo emitiendo bonos denominados en divisa local. De nuevo, afirma, es posible personalizar el posicionamiento a lo largo del espectro de riesgo mediante exposiciones selectivas a distintas divisas.
Por lo que respecta a los tipos de interés, el experto destaca el potencial de los bonos a tipo variable, de los instrumentos derivados y de las estrategias de menor duración para compensar la tendencia de los bancos centrales hacia posturas restrictivas: “Uno puede adoptar algunos o todos esos enfoques de vez en cuando, si considera que el mercado no descuenta adecuadamente las subidas del precio del dinero o la amenaza de la inflación. En el caso de los bonos con tipo variable, por ejemplo, no ganará mucho dinero, pero dado que estos títulos están vinculados a la liquidez, se beneficiará de cualquier subida de tipos que pueda materializarse.”
Brain comenta que, de momento, la perspectiva de mayores niveles de inflación “no preocupa excesivamente” al equipo de inversión de Newton. Aunque cabe la posibilidad de que suban los tipos de interés, actualmente son tan bajos que –asumiendo que el crecimiento salarial y el empleo se mantienen firmes– los consumidores parecen capaces de soportar cualquier carga adicional en el corto plazo, afirma.
La excepción es el sector corporativo, donde los mayores salarios y los tipos de interés sí podrían plantear un desafío. Aquí, la inflación salarial estadounidense quizá sea un presagio de lo que se avecina, y la situación “empeorará antes de mejorar”. Brain afirma que “existen señales claras de problemas en el mercado laboral estadounidense, con focos en sectores específicos en los que las empresas están pasando apuros para contratar personal. Es probable que esto se traduzca en mayores salarios, lo cual a su vez elevará las presiones inflacionarias”.
Newton pronostica una tasa de inflación salarial en Estados Unidos cercana al 2,8% a mediados de 2018. “Por sí misma no es una cifra muy elevada”, explica Brain, “pero sin duda bastó para sembrar el miedo en los mercados de renta variable en febrero. También tiene implicaciones para los mercados de crédito, ya que las empresas se enfrentan a mayores costes de explotación”. Aun así, añade, es poco probable que esto de pie a fuertes movimientos de la cifra principal de inflación en Estados Unidos, que según Newton se situará en torno al 2,0% a mediados de 2018.
Ante tal trasfondo, Brain menciona a los TIPS estadounidenses y otros bonos ligados a la inflación como un área que los inversores podrían considerar si los datos comienzan a justificar preocupación sobre los precios.