“A medida que la economía se normaliza tras el impacto del COVID-19, los inversores deben prepararse para un panorama de inversión muy diferente al de la última década”, asegura Barry Gill, director de inversiones de UBS Asset Management. En su opinión será necesario implementar una nueva hoja de ruta que ayude a los inversores a evaluar los riesgos derivados de una posible inflación estructural, una ralentización de los estímulos monetarios y la rebaja de las perspectivas de crecimiento para China.
Sin embargo, también hay razones para ser optimistas. “El crecimiento en los mercados desarrollados es sólido y la mayoría de los inversores están mejor posicionados para este ciclo económico que al salir de la crisis financiera global”, añade. El responsable de inversiones de UBS AM habla directamente de que se necesitará una nueva “hoja de ruta” e identifica seis cuestiones clave para los inversores.
- Mejores puntos de partida. Muchos de los retos a los que se enfrentaron los hogares y las empresas en las primeras fases del último ciclo no están presentes en esta ocasión. Tras la crisis provocada por la pandemia, la masa salarial de EE.UU. está ya un 6,7% por encima de lo que estaba en febrero de 2020. La acomodación fiscal y monetaria sin precedentes también limitó las insolvencias y aceleró un repunte más rápido de los beneficios. Como resultado, las ratios de deuda en relación con el valor de la empresa para la renta variable mundial se recuperaron rápidamente, y los costes de financiación para las empresas estadounidenses con grado de inversión están cerca de mínimos históricos. Este conjunto de factores favorece la contratación y la inversión mucho más que en la fase inicial de la prolongada expansión pre pandémica. Para UBS AM, esto ha sentado las bases para un periodo en el que el nivel de actividad será superior a la tendencia que estará liderada por el sector privado.
- Un suelo fiscal más alto. Una diferencia significativa entre este ciclo y el anterior es que los responsables de la política fiscal están adoptando un enfoque más a largo plazo de «no hacer daño», sin realizar cambios inminentes hacia una austeridad severa. En este sentido, la postura fiscal que se ajusta por la inactividad económica implica que la política fiscal de los mercados desarrollados seguirá siendo más laxa durante 2023 que en ningún momento desde 2010.
- Inflación inducida por la cadena de suministro. La escasez generada por las interrupciones en la cadena de suministro ha contribuido de forma significativa a una mayor inflación en todo el mundo. Estas elevadas presiones sobre los precios, a diferencia de la década anterior, en la que la inflación fue prácticamente inexistente, tienen algunas implicaciones negativas para la actividad económica. Sin embargo, también hay algunos aspectos positivos: la inflación generalizada es también un síntoma de una economía que está maximizando su capacidad productiva. En última instancia, el aumento de la capacidad de producción para paliar los cuellos de botella y el sólido crecimiento de los salarios compensarán el impacto del aumento de los precios, lo que se traducirá en una demanda con retraso, pero no en una destrucción de demanda durante 2022.
- Mayores expectativas de inversión. Las limitaciones de la oferta mencionadas anteriormente son, en algunos casos, la forma en la que los consumidores indican a las empresas que aumenten sus gastos de capital. La respuesta de las compañías señala que ya lo están llevando a cabo y que aún hay más por venir. La reactivación de los envíos de bienes de capital, un indicador de la inversión empresarial, ha sido mucho más sólida en los 15 meses transcurridos desde abril de 2020 que en el mismo periodo posterior a junio de 2009. Los bancos están facilitando el acceso al crédito a las empresas que lo requieran, y la demanda de créditos comerciales e industriales está repuntando. Dado que los retrasos en la cadena de suministro están obstaculizando el capex, hay pocas razones para pensar que el impulso no continúe.
- Menos apoyo monetario. La subida de los tipos a corto plazo desde mediados de septiembre, momento a partir del cual ha retrocedido parcialmente, sugiere que es probable que las subidas de tipos de interés en muchas economías avanzadas comiencen en 2022, o incluso antes. Para la Reserva Federal, esto significaría un giro mucho más rápido hacia el endurecimiento de la política monetaria, en comparación con el parón de más de seis años entre el final de la recesión de 2009 y el consiguiente despegue. La retirada de los estímulos del banco central es, a primera vista, un aspecto negativo para los activos de riesgo. Sin embargo, los inversores deben tener en cuenta que esta retirada está vinculada a unos resultados económicos positivos. De esta manera, en UBS AM creemos que en 2022 la retirada del apoyo monetario dependerá no sólo de la solidez de las presiones sobre los precios, sino también de la fuerza del crecimiento y del progreso hacia el pleno empleo.
- China. Las perspectivas de la actividad china son la mayor preocupación en el horizonte económico para los inversores. A pesar de la tendencia estructural, hay una serie de factores catalizadores a corto plazo que apuntan a la estabilización y quizás a un modesto repunte de la actividad china. La sólida demanda de EE.UU. y la Unión Europea está llevando el superávit comercial chino a máximos históricos, lo que apuntala la producción del país. Un giro en el impulso crediticio antes de que acabe el año debería establecer una nueva base para la actividad. UBS AM prevé que, tras los Juegos Olímpicos de Invierno, se produzca una recuperación más amplia de la movilidad en China, lo que apoyará los esfuerzos por reequilibrar el crecimiento hacia el consumo.
Para Nicole Goldberger, responsable de carteras multiactivas growth en UBS Asset Management, las valoraciones de los mercados de renta variable y de bonos soberanos sugieren que los inversores están subestimando la posibilidad de un crecimiento económico por encima de la tendencia. “Somos conscientes de que tales periodos han sido cortos en la historia reciente, lo que ayuda a explicar el escepticismo del mercado. Sin embargo, las valoraciones sugieren un consenso en la vuelta al crecimiento moderado. Aunque es probable que la variante Ómicron lastre la actividad a muy corto plazo, no prevemos que cause un efecto más profundo o prolongado en el crecimiento en comparación con anteriores oleadas del virus. En última instancia, creemos que se mantendrá gran parte del impulso económico que se estaba generando antes de este acontecimiento”, añade Goldberger.
En este contexto, afirma: “Creemos que los activos de riesgo más expuestos a la fortaleza cíclica están bien posicionados para obtener mejores resultados en un mundo de sorpresas de crecimiento al alza que deberían impulsar las rentabilidades de los bonos. Los inversores también deberían considerar la exposición a las materias primas, tanto directamente como a través de la renta variable del sector energético, para ayudar a compensar los riesgos de que la inflación resulte perjudicial tanto para la renta variable como para la renta fija”.