En opinión de Robert M. Almeida, gestor de carteras y estratega de inversión global de MFS IM, si bien todos los sistemas económicos tienen sus inconvenientes, el capitalismo, desde su inicio hace varios siglos, ha resultado funcionar mejor que las alternativas. “Aunque muchas personas han quedado marginadas en distintos momentos, el capitalismo ha demostrado su capacidad para asignar los recursos de la sociedad mejor que las decisiones de un colectivo de unos pocos”, afirma.
No obstante, considera que la ventaja del capitalismo en términos de eficiencia tiene unos costes: “Una de sus desventajas radica en la naturaleza impredecible de los ciclos económicos. Tengo la impresión de que, antes de que termine el primer trimestre de cada año, la mayoría de las previsiones económicas y de los mercados financieros elaboradas a finales del año anterior terminan en la papelera, ya que los analistas deben adaptarse a nuevas y cambiantes circunstancias. Si bien este es uno de los precios que se han de pagar por vivir en un sistema basado en el mercado para asignar los recursos, ¿por qué sucede? Y, aún más importante: ¿qué podemos aprender de ello y por qué es relevante?”.
Según su visión, el capitalismo requiere unas señales de precios sin trabas para que los recursos se asignen de forma eficiente. Esas señales, explica, ayudan a establecer un equilibrio entre las fuerzas naturales del mercado, en concreto entre la oferta y la demanda, para todo: desde el precio del chicle al de los coches, los costes de financiación o las cotizaciones de las acciones y los bonos. “La sociedad, desde los consumidores a los empresarios pasando por los inversores, modifica todo el rato su comportamiento en función de las variaciones en los precios. Los economistas lo describirán como un sistema complejo y que se adapta. Se revela complejo porque cientos de millones de personas toman numerosas decisiones cada día. Y se adapta porque las variaciones en los precios llevan a cambios en el comportamiento”, añade.
Lo que consideran más interesante es que “como los humanos tenemos emociones y sesgos subconscientes, a veces tomamos decisiones basándonos simplemente en el comportamiento de los demás, influyendo en lo que, de no ser así, podría haber sido una decisión racional”. Por eso, tiene la convicción de que la combinación de la complejidad y adaptabilidad del capitalismo suele traducirse en unos resultados radicales y sorprendentes.
Relevancia en la actualidad
Según el gestor de MFS IM, la solución dada tras la crisis económica y financiera de 2008 (dejando una década de tipos ultrabajos y gran liquidez en el mercado) fueron un obstáculo a superar en cualquier decisión de asignación del capital. Además, su precio no era una función de la oferta y la demanda naturales.
“El desequilibrio existente en los tipos de interés desde hace muchos años ha obstaculizado el proceso de formación de precios del capitalismo. Y si bien las correcciones que llevan tiempo gestándose en la economía y los mercados financieros aún no se han materializado, esto no significa que no vayan a producirse. La socialización de las pérdidas de capital en el periodo posterior a la crisis financiera mundial allanó el camino para un crecimiento enorme de la inversión indexada.”, afirma.
Tras esta afirmación su argumento es que los inversores están dispuestos a pagar una remuneración por las perspectivas de que los gestores activos limiten sus posibles pérdidas, pero no ven un motivo para hacerlo cuando los bancos centrales les están haciendo el trabajo. “Eso podría sonar como una perspectiva quejica y sesgada de un gestor activo que ha perdido cuota de mercado frente a los vehículos pasivos. Algo hay de cierto. No obstante, dado que los vehículos pasivos hoy en día representan más de la mitad de los activos a invertir y la mayor parte del capital de inversión adicional, las ineficiencias aumentan sin cesar”, añade.
En opinión de Almeida, los mercados financieros, cuando no están entorpecidos por unos tipos de interés suprimidos, hacen fluir el dinero hacia las empresas con las mejores perspectivas de rentabilidad del capital ajustada al riesgo y lo retiran de las empresas con las peores perspectivas. En este contexto, sostiene que la indexación representa una inversión basada en el impulso: acelera las ineficiencias de los mercados financieros y económicas acumuladas tras los estímulos de la década de 2010 y los de la pandemia.
“Es cierto que algunos de los grandes componentes de los índices son empresas con unos elevados rendimientos. Sin embargo, esto no significa que no exhiban unas valoraciones desorbitadas debido a los nuevos mecanismos de funcionamiento del sistema financiero y la creciente desconexión entre el precio y los fundamentales. Y, lo que tal vez sea aún más importante, muchas de las empresas que atraen más capital podrían enfrentarse a un riesgo importante de obsolescencia debido a la inteligencia artificial”, comenta.
Su principal conclusión es que nuestro sistema capitalista ha demostrado ser el modo más eficiente de distribuir los recursos. “No obstante, requiere unas fuerzas de mercado sin trabas para generar las señales de precios correctas. Cuando esas señales están distorsionadas, surgen problemas. Los humanos a veces toman decisiones irracionales y, a medida que los ciclos económicos avanzan, esto suele suceder más, ya que la gente trata de enriquecerse con rapidez. Cobra cierta relevancia tener en cuenta este factor al gestionar los patrimonios de otras personas”, concluye el gestor de MFS IM.