La nueva taxonomía verde europea y la crisis climática están obligando a los profesionales de la inversión a adaptarse a los nuevos tiempos, desde el punto de vista de la inversión socialmente responsable. Así se desprende de las opiniones debatidas en el recientemente celebrado “Encuentro Finresp 2023, Presente y futuro de las finanzas sostenibles en España”.
En la mesa redonda dedicada a la inversión sostenible de estas jornadas, Helena Viñes, consejera de la CNMV y presidenta de la Plataforma Europea de las Finanzas Sostenibles, resaltó la importancia de la nueva taxonomía, en tanto que pretende “reorientar los flujos de capital a inversiones sostenibles y facilita el acceso al capital para que las empresas alcancen los objetivos sobre emisiones establecidos” por parte de los organismos internacionales.
No en vano, según recordó en esta misma mesa de debate Víctor Matarranz, director general de Banca Privada, Gestión de Activos y Seguros en Banco Santander, serán necesarios 520.000 millones de euros al año en Europa para llegar a los objetivos de emisiones acordados en la Cumbre del Clima de París de 2015.
En definitiva, el objetivo de la inversión en ESG, según Matarranz, es “movilizar y concienciar”, además de “ayudar a las empresas a dirigir su capital a determinados negocios” alineados con la ESG. Asimismo, reclamó “alianzas” entre el sector público y privado para llevar a cabo toda esta tarea de innovación.
Los retos que afronta el sector de la inversión sostenible afloraron en la intervención de Santiago Satrústegui, consejero delegado de Abante. Satrústegui apuntó a la reciente crisis energética como uno de los factores desestabilizantes de la inversión ESG en el último año. El motivo es que los asesores han estado introduciendo la idea entre los inversores de que las inversiones responsables dan rentabilidades satisfactorias, sobre todo a largo plazo. Pero la subida de los precios de las materias primas derivadas del petróleo ha dado al traste con esta estrategia.
En este punto, Satrústegui citó a la gestora Vanguard, todo un gigante del sector en EE.UU. que se ha retirado de la iniciativa Net Zero Asset Managers (NZAM), lanzada a fines de 2020 y cuyos firmantes rondan los 300 con activos bajo gestión de alrededor de 60 billones de dólares. “Si Vanguard no invierte en ESG, los que invertimos en fondos americanos tenemos un problema”, sentencia Satrústegui.
Como conclusión, Viñes descarta que la inversión sostenible del futuro más inmediato no excluye a ningún actor, pero sí asegura que se va a dejar atrás a determinados negocios de forma paulatina, como es la industria de los hidrocarburos.