La inversión de impacto, una tipología de inversión que persigue el doble objetivo de generar rentabilidad financiera y abordar y originar soluciones para resolver problemas sociales, ha experimentado un fuerte crecimiento en los últimos años, especialmente en EE.UU. y Europa.
Concretamente, en 2019 este tipo de inversión aumentó un 37,5% respecto al año anterior, hasta alcanzar los 715.000 millones de dólares a nivel mundial en términos de activos bajo gestión. Desde 2015, su crecimiento ha sido del 17,2%. Son algunos de los datos más relevantes del informe ‘Inversión de impacto: Capitalismo y Sostenibilidad’, que han elaborado de forma conjunta la Fundación PwC y Open Value Foundation, y que tiene como objetivo arrojar luz sobre esta práctica.
Evolución del mercado de inversión de impacto a nivel mundial en miles de millones ($)
Según datos del Global Impact Investing Network, la principal red de inversores de impacto del mundo, este fuerte incremento tiene su origen en el aumento del número de instituciones, inversores y agentes financieros que trabajan bajo esta óptica, que creció un 28,4% en 2019 respecto al año anterior, y en el empujón del capital medio invertido por estos inversores, que aumentó un 19,9% en el mismo año, alcanzando los 542 millones de dólares, frente a los 452 millones del año anterior.
Número de organizaciones de inversión de impacto y clasificación por % de capital bajo gestión (2019)
En España, esta tendencia positiva es visible también en las inversiones con criterios ESG, cuyos activos han aumentado a un ritmo anual del 22,9% entre 2009 y 2017 según Spainsif. No obstante, y como puntualiza el documento, no debemos confundir ambos tipos de inversión.
Mientras que la inversión de impacto busca actuar sobre la propia actividad, generando soluciones innovadoras con un impacto diferenciador y cualitativamente significativo respecto a problemas sociales persistentes, la inversión bajo criterios ESG implica evaluar el desarrollo de la actividad económica desde el punto de vista del medioambiente, social y del buen gobierno e incluir estos criterios en las decisiones de inversión.
El informe pone el foco en distintos factores que están favoreciendo el aumento del capital invertido bajo estos criterios. Por una parte, existe un contexto favorable para el impulso de este tipo de prácticas, como un ecosistema de incubadoras y aceleradoras que apoyan a este tipo de empresas en su fase inicial, una regulación favorable y flexible (todavía por desarrollar en España), y una infraestructura de mercado que proporcione recursos de intermediación financiera y no financiera.
Pero, además, existen, por otra parte, una serie de factores internos que la incentivan, como son la apuesta por la innovación y la eficiencia que caracteriza a estos empresarios sociales, que buscan producir cambios sistemáticos en la sociedad, y priorizan un rendimiento social y medioambiental a largo plazo, por delante del beneficio económico a corto plazo; la concentración de talento en torno a estas iniciativas, atraído por el propósito trascendental y de transformación, y la profesionalización de dicho talento.
También el uso de fórmulas de financiación innovadoras como la financiación combinada, basada en la realización de acuerdos o estructuras financieras que mezclan recursos de distinta naturaleza y buscan vincular a actores tan diversos como gobiernos, capital privado, sociedad civil, entre otros, y la creciente sensibilización, preocupación y demanda por parte de la sociedad civil, instituciones y gobiernos por abordar los grandes problemas sociales como la desigualdad o la pobreza, que animan a estos empresarios a destinar su capital a proyectos que les permitan que sus recursos sean cíclicos y los derivados sociales sean sostenibles económicamente y se prolonguen en el tiempo.
Inversión de impacto y fondos europeos
El informe también señala que el papel clave que podría tener la inversión de impacto en la gestión del Fondo de Recuperación Next Generation EU a través de la implantación de Contratos de Impacto Social (CIS) o bonos de impacto social, mecanismos contractuales en los que la contraprestación económica se vincula a la consecución de unos objetivos de impacto social fijados previamente por la Administración.
El carácter de colaboración público-privada de los CIS los hacen especialmente adecuados para impulsar una gestión ágil y eficiente de las Administraciones involucradas en el reparto de los fondos europeos. Además, su implantación conllevaría una mayor eficiencia presupuestaria y permiten identificar y escalar proyectos exitosos, entre otras ventajas.
Para Santiago Barrenechea, presidente de la Fundación PwC, “los inversores que toman en consideración el impacto social en su proceso de decisión de inversión, buscan aportar tanto su capacidad financiera como su capacidad de influir efectivamente en la consecución de un desarrollo social sostenible. La expectativa de retorno desde ambas perspectivas exige que se evolucione significativamente en términos de una valoración y medición del impacto, compartida”.
Para María Ángeles León, cofundadora de Open Value Foundation, “la misión de las fundaciones dentro de la inversión de impacto tiene dos vertientes muy claras, una la de invertir en ‘capital semilla’, es decir en proyectos que presentan un riesgo porque los inversores tradicionales no van a invertir en emprendimientos sociales muy tempranos. La otra vertiente es divulgar el concepto de ‘nueva filantropía’, la manera en la que las fundaciones podemos invertir un mismo euro varias veces en varios proyectos, siendo más sostenible para las fundaciones y para los beneficiarios.”