La esperanza de un pívot en política monetaria ha disminuido significativamente las probabilidades de recesión que descuentan los precios de activos financieros (crédito, bolsa, tipos). Los diferenciales de crédito se ampliaron inicialmente, pero se han estabilizado en cotas alejadas de las que tradicionalmente acompañan a caídas en PIB. Sin embargo, es el cambio en la trayectoria de la curva de tipos lo que realmente ha dado la vuelta a las posibilidades que el mercado asigna a caídas en crecimiento.
El diferencial de tipos de 3 meses a 10 años ya muestra pendiente negativa. Casi un 90% de los tramos de la curva están invertidos, alcanzando los niveles más altos desde la antesala a la recesión de 2001. Asimismo, los modelos de predicción que incorporan indicadores macro como el de Bloomberg (que incluye datos pasados de PIB, de confianza del consumidor, salud del mercado de propiedad residencial o de rentabilidad corporativa, entre otros) además de otros más ligados a la inversión (como los spreads) sugieren que la contracción es una certeza de cara a los próximos 12 meses. No obstante, no es el movimiento de inversión de la curva lo que anuncia la contracción, sino el posterior repunte en pendiente una vez el mercado comienza a anticipar políticas monetarias laxas. Es por eso por lo que el aplanamiento más pronunciado de los últimos 40 años resulta en lecturas para estos modelos algo menos confiables.
No obstante, la historia va en contra de los que apuestan por un aterrizaje suave (como vemos en la tabla). Tampoco da mucho crédito al hipotético giro de la Fed, si como giro se entiende el fin del ciclo de subidas y el comienzo de uno de recortes a lo largo de 2023. Además, el fuerte aumento en el coste de las hipotecas ha encarecido sustancialmente la propiedad residencial, impactando negativamente sobre la venta de casas y deprimiendo el sentimiento de los constructores (NAHB). En este sentido, el NAHB continúa siendo uno de los indicadores de actividad adelantados más fiables, y señala un deterioro en el mercado laboral que, de acuerdo con la regla de Sahm, desembocaría irremediablemente en recesión.
Según este interesante estudio de Research Affiliates, episodios de inflación que superan la cota del 8% (el análisis incorpora datos de los últimos 50 años) pueden tardar en regresar a 3% entre 6 y 20 años (con la mediana de todos los episodios en 10 años).
De hecho, la preocupación por la persistencia de lecturas de inflación alejadas del objetivo de 2% queda de manifiesto en las minutas de la última reunión de la Reserva Federal, publicadas el miércoles. Estas dan más relevancia a la presentación de James Bullar la semana pasada: “Varios” participantes defendieron que, en un contexto de gran incertidumbre, es posible que sea necesario que la tasa terminal se sitúe más arriba para atajar los avances de la inflación. La “mayoría” estuvo de acuerdo en que, una vez los fed funds entren en zona restrictiva, será apropiado disminuir la intensidad de las subidas.
Un cuadro asimilable a la hoja de ruta que presentaba Bullard (Fed de San Luis), que podemos ver en esta diapositiva, recomienda un umbral “generoso” a partir del cual entraríamos en la zona de tipos “suficientemente” restrictivos (área gris en la gráfica), que oscilaría entre un 5% y un 7%.
La reacción del mercado ante los últimos comunicados de los miembros de la Fed (Daly, George, Bullard) ha sido la de desplazar el techo de los fed funds desde marzo a mayo. Manteniendo la esperanza de poder disfrutar de casi 0,5% en recortes entre noviembre y diciembre del año próximo, que no deberían producirse si efectivamente la economía es capaz de esquivar esa recesión.
En EE.UU., Powell pelea por situarse por delante de la curva. Mientras, los bancos centrales de países emergentes (en general) y latinoamericanos (en particular), donde el inicio un año antes del tensionamiento en sus políticas monetarias tiene ya un efecto visible en la tendencia en precios de consumo, van aproximándose a un ciclo de recorte en tipos que podría comenzar a partir del segundo o tercer trimestre de 2023.
Una muestra de lo avanzado del proceso de tensionamiento en tipos en mercados emergentes la encontramos en la dicotomía los dos últimos trimestres entre el diferencial TIR de soberanos emergentes, TIR soberano EE.UU. y la fortaleza del dólar (índice DXY). Correlaciones históricas situarían ese spread cerca de 5% (vs. el 3,5% en el que se encuentra).
Aunque una recesión en EE.UU. es un riesgo de cara a 2023, la valoración de las bolsas LatAm ya descuenta un escenario conservador y, a pesar de la recuperación en crecimiento de beneficios por acción y de la apreciación en materias primas, los precios en bolsa no han terminado del todo de reflejar la mejora.
Los emergentes asiáticos son consumidores netos de materias primas, mientras que los latinoamericanos son productores netos. Algunos de los factores que darán soporte a los precios de petróleo o cobre a medio plazo son el déficit de inversión en capacidad productiva los últimos años (ver gráfica de abajo, izquierda), así como el déficit de plataformas de extracción respecto al precio del barril WTI (según datos de Baker Hughes) y la caída en las reservas estratégicas de EE.UU. (250 millones de barriles los últimos 4 años). Asimismo, otros factores a tener en cuenta son la transición energética (hacia, por ejemplo, EVs) y la ajustada capacidad ociosa de la OPEP (2,5 millones de barriles). Como vemos abajo a la derecha, en ausencia de un aumento relevante en CAPEX la Agencia Internacional de la Energía (IEA) pronostica un déficit creciente entre oferta y demanda.
Por último, desde un punto de vista geopolítico, la victoria de Lula debería ser favorable para la imagen y el comercio de Brasil. La fortaleza en el congreso de la coalición de Bolsonaro, a pesar de dificultar el avance de necesarias reformas estructurales, también evitará que el nuevo presidente recupere su perfil más progresista reduciendo el riesgo de accidentes en el ámbito fiscal. Por su parte, casos como el de Perú sugieren que incluso los gobiernos de corte populista han aprendido la lección y son capaces de mantener la sobriedad en materia presupuestaria.
El catalizador de un reposicionamiento de carteras hacia esta zona geográfica será un definitivo punto de inflexión en el dólar, algo de lo que hablamos en la nota de la semana pasada.
Y no solo la bolsa comienza a mostrarse atractiva, como podemos ver más abajo: la caída en el precio de los bonos (y el aumento en TIR) proyecta una foto interesante de cara a 2023.