Charlar con Juan Manuel Mazo, gestor del fondo de ámbito global y retorno absoluto Maral Macro, de la gestora de Abante Asesores, supone darse de bruces con una realidad maquillada por el optimismo mostrado por el consenso de analisas y gestores para 2014. Sus argumentos de realismo desbordante caen como un jarro de agua fría sobre ese positivismo generalizado: frente a una mayoría que apuesta abiertamente por los activos de riesgo como mejor alternativa de inversión este año, Mazo opone su visión crítica, sazonada con fuertes dosis de pesimismo ante la fuerte dispersión existente entre una economía real en horas bajas y unos mercados dispuestos a seguir subiendo bajo el impulso artificial de las políticas monetarias acomodaticias de los bancos centrales.
Según explica en una entrevista a Funds Society, la “hiperactividad de los bancos centrales en la compra de bonos y en la reducción de tipos” ha generado una mala asignación de activos y desencadenado una «burbuja en casi todos ellos”, puesto que los precios están ahora más altos de lo que cabría esperar sin esos estímulos, teniendo en cuenta que “los fundamentales de la economía global no han cambiado en los últimos dos años y sin embargo, los mercados han subido un 50%”. Por eso el gestor no se muerde la lengua y afirma que la mayoría de los activos están “carísimos”. Especialmente las bolsas, y sobre todo la estadounidense, lo que explica las posiciones cortas en su fondo.
De hecho, para que el gestor modificara su apuesta, tendría que ver un cambio en la economía y en los fundamentales empresariales (mayor crecimiento y beneficios reales) que aún no divisa (al margen de algunas mejoras y saneamiento en el sector financiero), o un mantenimiento de las circunstancias pero precios mucho más baratos que presenten perspectivas de revalorización. Para Mazo invertir ahora es un contrasentido, pues cuando hay optimismo y los precios suben, los mercados se encarecen y ofrecen a medio plazo rendimientos más bajos: «hay que comprar cuando están baratos», recuerda. “Tendría que ver el S&P 500 en niveles de PER de en torno a 8 veces”, dice, lo que supondría una caída del 50% con respecto a los niveles actuales.
¿Hay alternativa?
El problema es que la burbuja en los tipos de interés y la represión financiera creada están llevando a los inversores a apostar por el riesgo. En primer lugar, por la consigna de que no se puede ir contra la Fed, aunque Mazo desmitifica a la autoridad y recuerda que se han dado fuertes crisis, como la de 2008, con ella presente. En segundo término, por la falta de alternativas, pero considera peligroso utilizar este argumento. “Comprar caro bolsa, por falta de otras alternativas, es una receta mala a medio plazo. A veces te montas en la ola y no te puedes bajar”, advierte. Y es que no cree que los beneficios empresariales justiquen los precios actuales de la renta variable, puesto que gran parte de ellos se explican por procesos de recompra de acciones.
Su alternativa es, pues, estar preparado frente a próximas correcciones, que ya estamos viendo, con posiciones cortas. En su fondo de retorno absoluto toma posiciones cortas en bolsa, mientras en renta fija es más neutro porque, aunque no ve valor en el activo, tampoco lo ve tan caro como la bolsa y además, ante una corrección bursátil, los bonos podrían volver a actuar como refugio. Donde sí tiene un sesgo corto es en el bono nipón, debido a las difíciles condiciones económicas en Japón (déficit comercial, inflación “de la mala” (la creada por la importación de bienes) y aumentada por una divisa devaluada, paro en aumento, o mayores niveles de deuda sobre el PIB y déficit público). En divisas, apuesta por posiciones largas en dólares y cortas en euros en distintos pares de apuestas y no tiene materias primas.
Su fondo, de derecho español y también luxemburgués, cuenta con stop losses de forma que, si el mercado no le da la razón, pierde de forma muy limitada pero si acierta, gana dinero cuando los índices se desploman, como ha logrado en otros momentos del pasado.
Una disociación muy peligrosa
El centro de su argumentación es que los mercados están subiendo artificialmente debido a los bancos centrales, en un contexto de economía real mucho más negativo. “Se habla de recuperación pero yo no la veo: los parados han aumentado mucho desde 2008 y la mayoría de las familias tienen menor renta disponible real desde entonces”. Una situación que lleva a la destrucción de las clases medias y conduce a la crispación en países como España y que, unida a los problemas demográficos (que reducen la población activa, la capacidad del crecimiento y del pago de la deuda), nos lleva al desastre: “Si no se recuperan las rentas del factor trabajo, el capital muere de inanición”, dice, pues ante la falta de los ciclos clásicos en las familias (generación de riqueza, nuevas generaciones que se independizan, encuentan trabajo y gastan para cubrir sus necesidades…) considera que no es posible mantener los beneficios empresariales. Y, por tanto, estaremos condenados a niveles de crecimiento muy bajos durante los próximos años. “Si no se revierte la tendencia a aumentar los impuestos a la población y no se da al sector privado más renta disponible y poder adquisitivo habrá menor crecimiento».
Cambio estructural y coyuntural
En su opinión, en el mundo se ha producido un cambio estructural que califica de “brutal”, que ya había comenzado 15 o 20 años antes pero se puso de manifiesto con la crisis de 2008, y que tiene como desencadenantes la globalización y la tecnología. Dos factores que han llevado a una mayor desigualdad vertical, dentro de los distintos países, y más igualdad horizontal, a nivel de países. “El mundo desarrollado requiere un cambio estructural profundo”, dice, mientras achaca la crisis emergente a una situación más coyuntural y financiera, debido a la salida de “dinero caliente” y, considera que, quitando China, que también se ha endeudado, la foto global para ellos es más favorable. “En Latinoamérica hay países con finanzas públicas muy saneadas y una demografía mucho más atractiva”, dice.
Aunque la situación requiere de cambios estructurales, los problemas se han ido resolviendo a base de deuda, un error. “Los bancos centrales no pueden resolver los problemas resultantes de los avances tecnológicos y la globalización. Se ha empleado una medicina que no cura –sigue habiendo mucho desempleo y a veces solo baja por efecto de caída de la población activa, algo tolerado por los bancos centrales- pero es más fácil e indolora a corto plazo, porque ha llevado a subidas en los mercados”. Ahora, cree que es hora de hacer limpia y aboga por una rápida retirada de estímulos monetarios.
El BCE, ¿atado de pies y manos?
Para Mazo, el papel de los bancos centrales debería limitarse a ser prestamista en momentos extremos de pánico, pero poco más, puesto que “ninguna política es gratis” y normalmente derivan en burbujas o en problemas como la actual crisis, cuya génesis fueron precisamente los tipos bajos, dice. Por eso cree que sería bueno retirar los estímulos cuanto antes, para devolver al mercado a su estado natural y eficiente, libre de engaños. «Si la recuperación es tan fuerte como dicen, ¿por qué siguen los estímulos?”, se pregunta, además de cuestionar por qué el sistema santifica el modelo de mercado y a la vez permite a unos «sabios que están fuera del mundo privado que decidan el precio más importante, el del dinero».
Mazo también cuestiona el beneficio de luchar contra la que consideraría una deflación lógica, y que sería beneficiosa para el consumidor, aunque no para gobiernos ni empresas. Y critica la capacidad el BCE por hacer algo más por Europa, debido a que “tiene las manos atadas por Alemania y no puede equipararse a su homólogo de EE.UU. y Japón”. Además, cree que un nuevo LTRO serviría de poco porque los bancos tienen capital y un programa de apoyo al crédito tampo sería útil porque “la gente quiere pagar sus deudas, no apalancarse de nuevo”.