El escenario de batalla de la guerra comercial ha llegado al terreno de las divisas tras la decisión de China de dejar de sostener su moneda, el yuan, por encima del nivel de 7,1 en su relación con el dólar. Además, el gigante asiático ha pedido a sus empresas estatales (SOEs) que suspendan las compras de importaciones agrícolas de Estados Unidos, como respuesta a la imposición por parte de EE.UU. de aranceles del 10% a los productos chinos, movimiento que consideran contrario al acuerdo alcanzado entre Trump y Xi Jing Pi.
Por su parte, el Departamento del Tesoro de EE.UU. ha calificado a China como “país manipulador de divisas” y ha amenazado con tomar represalias en el marco del FMI para acabar con lo que considera una “ventaja competitiva” de China. Los mercados entraron en pánico y las caídas en los principales índices bursátiles fueron las más altas del año en curso. Al tiempo, hemos visto una fuerte revalorización de activos refugio como el oro que, tras una subida del 1,5%, se sitúa por encima de los 1.470 dólares la onza, niveles no vistos desde 2013.
Keith Wade, economista jefe y responsable de estrategia de Schroders, recuerda que el tipo de cambio era un asunto que estaba en la agenda de las conversaciones comerciales. «China se abstuvo de permitir que la moneda se debilitara mientras las negociaciones parecían estar avanzando. Sin embargo, esta depreciación es la respuesta a la decisión del presidente Trump de imponer aranceles del 10% sobre 300.000 millones de dólares de importaciones chinas el pasado viernes. En lugar de echarse atrás frente a la amenaza de EE.UU., China está contraatacando. Parece evidente que Trump ha infravalorado la reacción del gigante asiático», sostiene Wade.
Como recuerda el economista jefe de Schroders, China quería que se eliminaran los aranceles como parte de cualquier acuerdo, pero «el problema ahora es que ambas partes podrían situarse en una posición en la que sería imposible retroceder sin perder fuerza. En consecuencia, las perspectivas de llegar a un acuerdo han disminuido y los riesgos de escalada de la tensión han aumentado».
Paul O’Connor, director del equipo de multiactivos de Janus Henderson, cree que a corto plazo, «China aplicará algunas medidas adicionales de estímulo de cara a tratar de proteger a la economía del gigante asiático de los acontecimientos adversos en el frente comercial. Por otro lado, los bancos centrales de las principales economías harán todo lo que esté en su mano para rebajar las tensiones económicas, si bien probablemente no actuarán hasta dentro de uno o dos meses».
Esty Dwek, responsable de estrategia global de mercado de Dynamic Solutions, una división de Natixis IM, “Nombrar a China manipulador de divisas significa que hay un riesgo de EE UU busque sanciones (…) pero es improbable que eso sea inmediato”.
“Por el momento, vemos pocos incentivos para que Trump deje de “ser duro” contra China (…) Lo que es más, el Presidente parece estar contando con que la Fed mitigará los riesgos económicos con mayores recortes de tipos, añadiendo más margen de actuación para su disputa comercial”.
¿Qué significa esto para el panorama mundial?
El aumento de las tensiones comerciales ejercerá una mayor presión a la baja sobre la actividad mundial, con la probabilidad de que los planes de inversión se retrasen o cancelen y de que el comercio sufra. China y la cadena de suministro asiática serán las más afectadas, pero el crecimiento de EE.UU. también se resentirá. «Junto con un dólar estadounidense más fuerte, este entorno podría llevar a la Reserva Federal a recortar los tipos de interés con mayor rapidez y en mayor medida. Un movimiento así complacería al presidente estadounidense, aunque Trump también podría revertir su decisión sobre los aranceles con un tweet», señala Wade.
En opinión de Tom Elliott, estratega de inversiones internacionales de deVere Group, el nerviosismo en los mercados financieros por la caída del renminbi ha alcanzado niveles de pánico porque un renminbi más débil exportará presión deflacionaria a las industrias manufactureras del mundo. “Los productos chinos, siempre competitivos en precio, serán aún más competitivos. Por lo tanto, esta es una mala noticia para los fabricantes fuera de China, en un momento en que la fabricación mundial está luchando con el debilitamiento del crecimiento de la demanda y el impacto negativo de la disputa comercial entre Estados Unidos y China en sus líneas de suministro y ganancias”, afirma Elliott.
Además, añade Elliott, con las importaciones chinas cada vez más baratas, los esfuerzos de los principales bancos centrales para dinamizar la inflación han retrocedido. Y con él sus intentos de «normalizar» los tipos de interés, relajar la flexibilización cuantitativa y escapar del agujero negro de los tipos reales negativos.
A juicio de este experto, la diferencia con lo sucedido en el verano de 2015 es que esta devaluación “ocurre en el contexto de una guerra comercial con los Estados Unidos”. Según el economista jefe de Schroders, en 2015, la incertidumbre sobre la dirección de la divisa china era significativa, ya que las autoridades no habían comunicado su cambio de estrategia a los mercados. «Hoy en día existe un marco más claro y algunas diferencias. Por ejemplo, en 2015 la exposición de las empresas a las divisas no estaba cubierta y no estaban preparadas para ninguna debilidad monetaria», destaca Wade.
¿Qué puede hacer EE.UU. ahora?
En este momento, la pregunta que se hacen los inversores es cómo responderá EE.UU. a China. Para Elliott la clave está en si Trump considera que la negativa de Beijing a intervenir más fuertemente en los mercados de divisas para apoyar el renminbi es una decisión estratégica para presionarle con respecto a las conversaciones comerciales. “Si concluyen que sí, podemos esperar una reacción furiosa de Trump”, dice Elliott. No obstante, cree que “sería irónico que EE.UU. exigiera una actitud más liberal hacia el comercio por parte de China, objetando al mismo tiempo que se permita a la moneda fluctuar libremente”.
Esty Dwek, responsable de estrategia global de mercado de Dynamic Solutions, una división de Natixis IM, considera que calificar a China de manipulador de divisas significa que hay riesgo de que EE.UU buscará sanciones, pero es poco probable que sea algo inmediato. “Por el momento, vemos pocos incentivos para que Trump deje de ‘ser duro’ contra China. Lo que es más, el Presidente parece estar contando con que la Fed mitigará los riesgos económicos con mayores recortes de tipos, añadiendo más margen de actuación para su disputa comercial”.
Enla búsqueda de consecuencias, Nick Wall, co-gestor del fondo Merian Strategic Absolute Return Bond, identifica hasta tres ramificaciones. “La más obvia es que hace improbable un acuerdo comercial en el corto plazo, pero además significa una mayor fortaleza del dólar que perjudica al resto del mundo que ha tomado mucho dinero prestado en la moneda de reserva y los riesgos de una mayor contracción del dólar y una mayor volatilidad cambiaria ahora son bastante altos. En tercer lugar, es deflacionario ya que la fortaleza monetaria de China significaba que estaba importando parte de la deflación del resto del mundo. Esto pone aún más responsabilidad en la Fed para facilitar la depreciación del dólar. Se esperan 60 pb de recortes de tipos antes de final de año, pero no creo que esto sea suficiente”.
Sobre la evolución de los tipos de interés, Yves Bonzon, CIO y director de inversiones de Julius Baer, o considera que Trump quiera forzar a la Fed a flexibilizar su política monetaria con la amenaza de las tarifas comerciales, sino que “quiere poner toda la presión posible sobre Beijing sin provocar un crash en el S&P 500 y una Fed dovish será de ayuda en este caso”. Sin embargo, el CIO de Julius Baer advierte que, a largo plazo, «un banco central expansivo es crecientemente ineficiente”.
A juicio de Bart Hordijk, analista de MONEX Europe, «el hecho de que este nivel de 7 yuanes contra el dólar se haya roto por primera vez en una década, después de dos intentos serios a fines de 2016 y 2018, pretende demostrar que China está lista para hacer lo que sea necesario contra los aranceles estadounidenses, a pesar de quedarse sin productos de exportación estadounidenses para aplicar aranceles adicionales. Por otro lado, las salidas de capital y las repercusiones políticas de un yuan más débil dan razones para creer que esto puede no ser el comienzo de un yuan más débil de forma sistemática. Creemos que el yuan continuará debilitándose, pero de una manera controlada y gradual».
¿Qué consecuencias tiene para China?
El argumento simplista, según Hordijk es que China debilita su moneda para obtener una ventaja en los mercados de exportación, sin embargo, esto ignora la historia financiera reciente de China y sus objetivos estratégicos a largo plazo. «Primero, una moneda inestable puede conducir nuevamente a salidas de capital como en 2015-2016. En aquel entonces, las autoridades chinas consumiero una gran proporción de sus reservas extranjeras para defender el yuan y evitar la caída su divisa por debajo del nivel psicológico de 7 yuanes/ 1 dólar.
En segundo lugar, China está en medio de la apertura de sus mercados de bonos a inversores extranjeros a través de Hong Kong, con el objetivo de poner a disposición más fondos invertibles para la actividad económica en China. «Una vez más, una moneda volátil no es compatible con este objetivo, mientras que la emisión de bonos extranjeros debería proporcionar un nivel de estabilidad, ya que absorbe la liquidez del dólar», sostiene este experto. Al respecto, Mary-Therese Barton, directora de deuda de mercados emergentes de Pictet AM, cree que a largo plazo esta situación puede favorecer necesarias reformas de la economía China de cara al sistema financiero mundial y facilitar que su deuda en moneda local llegue a ser una importante clase de activos internacional para los inversores. «Hay que tener en cuenta que el acceso al mercado local chino de bonos se ha abierto significativamente los últimos años, sobre todo con la llegada de Bond Connect, en 2017, que permite a los inversores extranjeros acceder a los bonos locales chinos directamente a través de la bolsa de Hong Kong. Antes era un proceso largo y complejo. Dado el tamaño del mercado de bonos de China, su peso en el índice JP Morgan GBI-EM GD puede llegar a ser de entre el 7 y el 10 %, el máximo para un solo país», destaca Barton.
Hordijk también destaca el hecho de que la deseada transición de China hacia una economía más basada en el consumo y menos en su actividad manufacturera puede erosionarse con una mayor debilidad del yuan. «La economía china depende mucho del sector manufacturero que actualmente representa el 40% de su PIB y la vulnerabilidad del sector manufacturero a los cambios en la demanda global es una de las razones por las que China quiere avanzar más hacia una economía basada en el consumidor. Un yuan continuamente más débil erosiona esta transición porque mantiene la naturaleza competitiva de las exportaciones. Además, erosiona el poder adquisitivo de los consumidores chinos ya que muchos bienes de consumo de alta calidad continúan siendo importados», concluye.