Las bolsas mundiales continúan buscando un suelo. La falta de visibilidad macro unida a los varios frentes abiertos en el ámbito geopolítico proporcionan argumentos válidos para que tanto «osos» como «toros» sostengan sus discursos.
Las minutas de la reunión de la Reserva Federal del pasado mes de septiembre dejan titulares para alimentar tanto la tesis de los alcistas como de los bajistas. Para los primeros, varios participantes señalaron que, ante la creciente incertidumbre en el ámbito macroeconómico, cobra relevancia calibrar el ritmo de un tensionamiento adicional en política monetaria con el objetivo de mitigar el riesgo de que se produzcan efectos adversos significativos en las perspectivas de crecimiento. Así, las actas revelan que los miembros del comité reconocieron que «la actividad en los sectores más sensibles a tipos (cíclicos) se debilitó de forma notable». Además, las condiciones del mercado laboral siguen mostrando una fortaleza que pueden estar subestimando los economistas en sus proyecciones de PIB para 2022.
Los más pesimistas se quedarán con que los miembros del banco central estadounidense «esperan que las presiones inflacionistas persistan a corto plazo» y que interpretan que «los riesgos para sus proyecciones de inflación son al alza», comentarios que ponen en duda los argumentos de aquellos que apoyan una pausa en el ritmo de subidas de tipos a corto plazo.
La fuerte caída en el ratio de empleos vacantes por desempleado (desde casi 2x hasta 1,7x este mes), que anticipa en unos 12 meses el comportamiento de los salarios, así como la publicación del subíndice de empleo de la encuesta ISM de gerentes de compra en el sector de manufacturas (por debajo de 50) y la disminución en el número de americanos que cambian voluntariamente de trabajo, favorecen la tesis de los que apuestan por el giro de la Fed. Sin embargo, aunque estos son síntomas de un deterioro que puede agudizarse los próximos meses, la fortaleza en el mercado laboral estadounidense queda de manifiesto en el dato de nuevas nóminas de septiembre. Este volvió a situar la tasa de paro (U3) en mínimos históricos (3,5%) y aleja a Powell de los objetivos que muestra la última revisión del resumen de proyecciones económicas de la Fed. Para conseguir que la inflación caiga por debajo del 3% al cierre de 2023, la Fed necesita enfriar la demanda de empleo llevando el U3 hasta 4,4%, algo que pasa (asumiendo una tasa de participación estable en 62,3%) por una destrucción de 14.000 puestos de trabajo/mes de aquí a diciembre del año próximo.
Los «osos» se aferran al fuerte dato de precios de producción industrial y al IPC publicado el jueves, interpretando el contenido de las actas de la Reserva Federal como un mensaje de continuidad en la estrategia de tensionamiento. Los precios seguirán subiendo en la medida en la que multinacionales como Pepsi sean capaces de batir las proyecciones de los analistas trasladando incrementos de coste al consumidor.
En la órbita geopolítica los problemas se amontonan: China parece no abandonar su política de tolerancia cero ante nuevos brotes de contagios por COVID en Shanghái, la OPEC+ acuerda recortar la producción en dos millones de barriles/mes encareciendo el precio de la gasolina en el surtidor, el Banco de Inglaterra deja de apoyar al mercado de Gilts y a la libra, y las intervenciones del Banco de Japón para sostener el yen han vuelto a fracasar. Europa está ya en recesión y Powell subirá los tipos hasta el 4,6% acercado a EE.UU. al mismo destino que los europeos. El FMI ha vuelto a revisar a la baja sus estimaciones de crecimiento mundial (3,2% en 2022 y 2,7% en 2023) y los analistas, que todavía anticipan que el BPA global crezca cerca del 5%, se verán abocados a revisar sus números.
Los «toros» justifican las buenas sensaciones a corto plazo en un mercado sobrevendido y sumido en el pesimismo, tierra fértil para un rebote de dígito doble ante la publicación de datos de inflación que señalen el camino a la moderación. Para estos inversores las empresas han suspendido sus planes de contratación y, como muestra el índice Challenger, comienzan a aligerar sus plantillas. Un mercado de trabajo menos pujante, la caída en los precios de materias primas y el desbloqueo en cadenas de suministros traerá de manera natural un entorno de precios de bienes de consumo más alineado con los objetivos de la Fed (el análisis de Moody’s anticipa que el IPC de EE.UU. podría retroceder al 4% en pocos meses).
La Reserva Federal demuestra, en sus minutas de este mes, estar preocupada por los efectos que la rapidez y contundencia del ciclo de encarecimiento del dinero puede llegar a tener sobre el crecimiento. Un contexto menos inflacionista y un consumidor que demuestra solidez (en EE.UU. cuenta con un exceso de ahorro de casi 700.000 millones de dólares y con depósitos bancarios que equivalen en valor a un 11% del PIB) ayudarán a preservar el crecimiento en beneficios empresariales, que ya han ajustado bastante.
Como siempre, la virtud probablemente la encontremos a medio camino. En bolsa las valoraciones son más razonables, pero no podemos hablar todavía de gangas. La determinación de la Fed de acabar con la inflación incluso a costa de penalizar el crecimiento justifica ser cautos con las expectativas del mercado respecto al crecimiento en BPA. En el caso de EE.UU. con más motivo si tenemos en cuenta que cada 1% de apreciación en el dólar (índice DXY) reduce los beneficios en un 0,5%, aproximadamente. Es cierto que el mercado está sobrevendido y que el optimismo brilla por su ausencia, pero, como demostró la recesión de 2009, ese tipo de entorno puede prevalecer en el medio plazo, aunque de cuando en cuando pueda dar lugar a un movimiento contra tendencia, como el que puede haberse iniciado el jueves después del dato de IPC de septiembre.
La reacción inicial fue casi de pánico, al subir la subyacente más de lo que se esperaba (6,6% vs. 6,5%), dando al traste con la esperanza de los inversores. Pero cuando hubo tiempo de contrastar que la inflación mensual anualizada ha caído los últimos tres meses al 2% (y estábamos en el 11% antes del verano), el cierre de cortos en un contexto de sobreventa y desconfianza hizo el resto.
Los inversores -y los analistas- comienzan a descontar la probabilidad real de una recesión en 2023, pero el hecho de ver pronósticos de crecimiento positivo en beneficios o tasas implícitas de impago en HY por debajo del dígito doble, demuestra que aún nos movemos en valoraciones que ofrecen un colchón de seguridad ante sorpresas más negativas.