Dilma Rousseff enfila sus últimas semanas como presidenta de Brasil. Lo que era impensable hace tan sólo cinco meses –que los partidos políticos dejaran de lado sus diferencias para aunar fuerzas– se volvió ayer realidad palmaria: dos tercios de la cámara votaron a favor de iniciar el proceso de ‘impeachment’ a la mandataria, acusada de maniobras contables para maquillar la situación fiscal del país y de habilitar por decreto la apertura de líneas de crédito complementarias sin autorización del Congreso.
El resultado final, que superó con creces los 342 votos necesarios, dejó claro la sangrante pérdida de popularidad que sufre Rousseff y por extensión, el Partido de los Trabajadores (PT). Tras los sucedido ayer, el proceso avanza ahora hacia el Senado, donde la destitución de la presidenta necesitará tan solo de una mayoría simple en la votación que se llevará a cabo el 10 de mayo. La oposición da por hecho que superará sin problemas este trámite.
Bruno Araujo, diputado por Pernanbuco, salió en volandas aupado por sus compañeros de partido al convertirse su voto en el que daba la puntilla a Rousseff. Y es que la borrachera de alegría desbordante que arrojaban las imágenes de televisión eran más propias de un partido de fútbol que de un juicio político a la mandataria de la primera economía de América Latina y la séptima del mundo. Sin embargo, las pancartas, las banderas y el entusiasmo se repetían en las calles de todo el país.
“El ambiente está extremamente polarizado y este voto señala el descontento con Rousseff, con la crisis económica. Brasil atraviesa momentos muy malos. El desempleo crece, mientras las familias brasileñas están muy endeudadas. Este voto sintetiza el descontento de la población”, afirmó en declaraciones a la CNN el abogado brasileño Fernando Tiburcio. “Este proceso ya no tiene vuelta atrás. No hay cómo darle la vuelta a esto”, añadió.
Pero, ¿cómo ha sido posible que Rousseff, que llegó al cargo con una popularidad del 47%, se haya visto inmersa en la apertura de un proceso político de tal desprestigio? Estas son las cinco claves que llevaron a la presidenta a esta situación:
- Situación económica: El PIB brasileño se redujo un 3,8% en 2015, al tiempo que la tasa de desempleo superaba los 9,6 millones de personas. Las reformas que esperaban los mercados apenas han avanzado y Rousseff ha ido perdiendo el apoyo de otros partidos del arco parlamentario. La caída de los precios de las materias primas tampoco ha contribuido a estabilizar las cuentas del país y el real acumula una depreciación superior al 25%. Además, Standard & Poor’s calificó su deuda como ‘bono basura’ en septiembre del año pasado, disparando al 15% anual la rentabilidad que exigen los inversores por comprar sus bonos con vencimiento en 2025.
- El escándalo de Petrobras: Durante dos años de investigación, en lo que se conoce como la operación «Lava Jato» las autoridades han revelado la existencia de una masiva red de corrupción que han vaciado las arcas de la petrolera estatal. La adjudicación de almenos 89 contratos de Petrobras están bajo sospecha de haber otorgado comisiones ilegales a los contratistas. Se estima que las pérdidas puede alcanzar los 6.100 millones de reales, es decir 1.480 millones de euros. Más de 50 políticos (de varios partidos) están siendo investigados. Dilma fue, además, presidenta del consejo de administración de la petrolera de 2003-2010.
- Juegos Olímpicos: El gasto de recursos en un momento de mala situación económica para el país tiene a gran parte de la población crispada. La economía del país carioca se ve encuentra en su peor recesión económica de los últimos 25 años y la organización tanto del pasado mundial de fútbol como de la próxima cita olímpica es visto por muchos como un despilfarro.
- Lula y Rousseff: La guinda que ha colmado el vaso de la paciencia de los diputados brasileños ha sido la filtración de una conversación entre Dilma y su predecesor en el cargo, Luiz Inácio Lula da Silva. Ante la acusación al ex presidente de aceptar sobornos de un grupo de la construcción, Rousseff decidió nombrarle jefe del gabinete de ministros, lo que otorgaba a Lula inmunidad judicial. En la grabación telefónica, Rousseff deja claro lo arbitrario de la decisión, que más tarde sería anulada por un juez. A todo esto hay que sumar que de los 594 miembros del Congreso, hay hasta 350 que están siendo investigados.
- Justicia contra Gobierno: Entre los que creen que los cimientos de la política brasileña están podridos se encuentra el juez Sergio Moro. Encargado de la operación “Lava Jato” se ha convertido en un luchador sin descanso contra la corrupción y en la búsqueda de los responsables de la esfera más alta del Gobierno. Tres juristas, dos de ellos de renombre nacional -Miguel Reale, ex ministro de Justicia durante el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y Hélio Bicudo, uno de los fundadores del PT- fueron los encargados de iniciar el proceso de ‘impeachment’.