Hasta hace poco, la globalización se veía como un desarrollo positivo. Sin embargo, actualmente, se trata de una causa de inseguridad creciente en las economías avanzadas, especialmente para el empleo. Eso está llevando a una revisión de los beneficios de los flujos transfronterizos de bienes y trabajadores.
Sin embargo, según el jefe de investigación macro de BNP Paribas AM, Richard Barwell, mientras las economías emergentes continúen madurando, la globalización seguirá siendo el motor clave de la prosperidad y la convergencia económica, sacando a la gente de la pobreza y beneficiando a los consumidores de todo el mundo. Políticos, inversores, instituciones e individuos deben afrontar las dos caras de la globalización.
Los diferenciales en la productividad y, por tanto, las condiciones de vida siguen siendo muy grandes entre las economías avanzadas y otras partes del mundo. “Pero en esa brecha existe una oportunidad”, asegura Barwell en el informe ‘Creative Disruption’. Los pioneros deberán soportar el doloroso proceso de innovar en nuevas tecnologías y los que lleguen detrás quizás inviertan en lo que podrían ser sistemas redundantes.
Sin embargo, aquellos más atrasados pueden pasar por delante de los que se equivocaron. Por ello, las inversiones en los emergentes menos desarrollados puede, paradójicamente, ser menos arriesgadas de lo que uno creería.
El poder económico cambia de manos
Los activos emergentes tienden a ser sistemáticamente más baratos que sus equivalentes en economías desarrolladas porque los inversores demandan una tasa de retorno más alta (o mayor prima de riesgo). “Esto refleja varios factores: la falta de datos confiables, un escenario más débil para proteger las inversiones, mercados menos líquidos y una mayor vulnerabilidad hacia las grandes oscilaciones en el valor de los activos”, apunta Barwell.
A su juicio, podría esperarse que la prima encoja mientras las economías emergentes vayan madurando: las brechas en la calidad institucional e informativa deberían estrecharse, la liquidez debería mejorar, y los inversores deberían ser más exigentes. Pero la cuestión clave es qué activos se beneficiarán más de esta caída de la prima de riesgo. “Esto dependerá tanto de las condiciones iniciales de las empresas y los países como de dónde se está consiguiendo el mayor progreso”, afirma.
China es clave en el debate de la globalización. Tras la Revolución Industrial, la productividad creció mucho en el oeste y su importancia económica menguó. Sin embargo, la posterior revolución de las tecnologías de la comunicación y la información activó la transferencia de ideas, lo que desbloqueó la gran convergencia y una rápida recuperación.
“No es exagerado afirmar que la visión estratégica de China, articulada en torno a las iniciativas ‘One Belt, One Road’ y Made In China 2025, es un intento por dirigir la globalización a su favor”, asegura Barwell. Inevitablemente, esto hace que el país asiático compita estratégicamente con los Estados Unidos, lo que genera preguntas clave sobre la política y los mercados.
La ola creciente de globalización no ha elevado todos los barcos de las economías avanzadas. Los consumidores americanos se han beneficiado de una reducción del coste de vida gracias al crecimiento de las importaciones de bienes chinos.
Pero algunos trabajadores han salido perdiendo, lo que ha traído consecuencias políticas. Las pérdidas de empleos estaban relativamente concentradas a nivel geográfico y el golpe en las condiciones de vida en esas áreas ha sido constante. “El aumento de la polarización económica ha contribuido al aumento de la polarización política, con las áreas más perjudicadas eligiendo a los candidatos más radicales”, afirma Barwell. En su opinión, esto ayuda a explicar la victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones.
Las preocupaciones de Trump sobre el impacto del comercio internacional en la economía estadounidense son previas al resurgimiento de China como superpotencia económica, por lo que su política comercial tiene va más allá del país asiático. “Es difícil pronosticar cómo va a evolucionar la relación entre ambos y hasta qué punto impedirá el flujo de bienes y capital entre ellos. Dependerá de cómo son influenciados quienes toman las decisiones por los beneficios y costes emergentes”, señala en el informe.
El dólar sigue siendo la moneda de reserva mundial, lo que otorga beneficios económicos a Estados Unidos. Ahora, el auge imparable de China supone un nuevo desafío para su estatus. El renminbi se encuentra en la cesta de valoración del derecho especial de giro (DEG) del FMI junto al dólar, el euro, la libra y el yen y China ha lanzado un contrato de futuros de petróleo denominado en esa moneda.
Cuantas más transacciones facture el renminbi y cuanto más conflictiva sea la postura de EE.UU. en torno al comercio, más se amenaza el estatus del dólar. Para Barwell, sin embargo, para que el renminbi sustituya de verdad al dólar, la economía china necesita un gran cambio institucional. Mientras, el equilibrio entre ambas potencias continuará viéndose alterado.