La confianza es el problema más acuciante —y, sin embargo, el menos abordado— al que se enfrenta América Latina y el Caribe. Ya se trate de los demás, del gobierno o de las empresas, la confianza en la región es menor que en cualquier otra parte del mundo, señala un extenso informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Las consecuencias económicas y políticas de la desconfianza se propagan a toda la sociedad. La desconfianza reduce el crecimiento y la innovación: la inversión, la iniciativa empresarial y el empleo florecen cuando las empresas y el gobierno, los trabajadores y los empleadores, los bancos y prestatarios, así como los consumidores y productores confían unos en otros. Por otro lado, la confianza dentro de las organizaciones del sector privado y público es esencial para la colaboración y la innovación.
Según el BID, la desconfianza distorsiona la toma de decisiones democrática. Impide que los ciudadanos exijan mejores servicios públicos e infraestructura, y que se unan entre sí para controlar la corrupción; asimismo, reduce sus incentivos para hacer sacrificios colectivos que benefician a todos.
El organismo consideran que “los gobiernos pueden aumentar la confianza ciudadana con promesas más claras sobre lo que los ciudadanos pueden esperar de ellos, con reformas del sector público que les permitan cumplir sus promesas y con reformas institucionales que refuercen los compromisos que los ciudadanos contraigan unos con otros”.
Dada la importancia de la confianza interpersonal en la mayoría de las interacciones sociales, políticas y económicas, su bajo nivel y su disminución en América Latina y el Caribe constituyen una fuente de preocupación (gráfico 1).
En términos globales, el porcentaje de individuos que cree que se puede confiar en la mayoría de las personas (confianza generalizada o “interpersonal”) descendió del 38% en el período 1981-85 al 26% en 2016-20, según datos de la Encuesta Integrada de Valores. En América Latina y el Caribe, la reducción ha sido aún más drástica, con una caída de los niveles de confianza del 22% al 11%. Solo una de cada 10 personas cree que se puede confiar en los demás.
Aunque la confianza es escasa en el resto del mundo, es más baja en América Latina y el Caribe que en cualquier otra región. Los bajos niveles de confianza interpersonal y la escasa capacidad para obligar a los gobiernos a rendir cuentas se refleja en una alta desconfianza en el gobierno. Según la Encuesta Integrada de Valores, a lo largo del período 2010-20, un promedio de menos de tres de cada 10 ciudadanos en América Latina y el Caribe confiaban en su gobierno. La desconfianza en el gobierno es un problema mundial, pero es mayor en América Latina y el Caribe, aun cuando las diferencias no sean tan acusadas como en el caso de la confianza interpersonal (gráfico 2)
Desconfianza, bajo crecimiento y alta desigualdad
La desconfianza y los vínculos débiles de ciudadanía entre los empleados públicos y más allá intensifican los desafíos crónicos y urgentes de bajo crecimiento y alta desigualdad que enfrenta la región. Entre 1980 y 2020, la tasa promedio de crecimiento per cápita del PIB real en América Latina y el Caribe se situó por debajo del promedio mundial.
Otras regiones han reducido la brecha con Estados Unidos. Este no ha sido el caso de América Latina. En promedio, los países de la región cerraron solo 4 puntos porcentuales de la brecha del ingreso per cápita con Estados Unidos, mucho menos que los 47 puntos porcentuales logrados por los países de Asia Oriental.
Además de ser una de las regiones con el crecimiento más lento del mundo, América Latina y el Caribe ha sido la más desigual desde larga data. A pesar de los notables avances recientes, la región sigue siendo un 50% más desigual que el país desarrollado promedio. Los estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) muestran que el porcentaje de personas que pertenecen al estrato de más altos ingresos aumentó del 2,2% al 3% entre 2002 y 2017, pero en 2014, el 10% más rico de la población seguía percibiendo el 40,5% del ingreso nacional en Brasil, y el 39,7% en México.
La confianza y el civismo tienen un impacto significativo en todos los motores clave del crecimiento y la desigualdad. El crecimiento económico depende de políticas públicas y de instituciones para acomodarlo y estimularlo. Las decisiones más importantes que impulsan el crecimiento económico —invertir, emplear, producir, comprar o vender— dependen en todos los casos de la confianza. Las personas más productivas, capacitadas e innova – doras tienen más oportunidades económicas en las sociedades donde la confianza es alta; en las que carecen de confianza, estas oportunidades son limitadas.
Para acceder al informe completo, hacer click aquí.