En 2018, una cuestión que afectó a la deuda de mercados emergentes fue el carácter descompensado del crecimiento: fuera de los Estados Unidos hubo crecimiento, pero fue bastante insustancial en Europa. Esto se debió en parte a una concatenación de factores extraordinarios: las nuevas normativas sobre contaminación noquearon a la industria automovilística, el reducido caudal del río Rin hizo mella en los procesos de fabricación y las protestas de los chalecos amarillos en Francia provocaron grandes trastornos, así como el tortuoso proceso del Brexit.
Según GAM, sus perspectivas para 2019 es que el crecimiento global sea más equilibrado (aunque sea menor), en el que China y la fortaleza del dólar tendrán un papel muy importante de cara a valorar las oportunidades que la renta fija emergente puede ofrecer. “La balanza de pagos es un catalizador clave de las divisas emergentes, mientras que los bonos denominados en divisa local presentan una estrecha correlación positiva con las divisas. El tipo de cambio constituye un gran motor de inflación. Cuando una divisa se deprecia, la inflación aumenta, los tipos de interés repuntan y los bonos ofrecen unos rendimientos bajos. En este sentido, la balanza comercial de los emergentes resulta alentadora”, afirman desde GAM.
Tras empeorar durante buena parte del año pasado, durante el que las divisas emergentes quedaron rezagadas, la balanza comercial de los países emergentes ha registrado una fuerte corrección que la ha permitido volver a terreno positivo. En términos históricos, esto constituye un buen indicador de rentabilidad. Durante la primera década del siglo, cuando los emergentes disfrutaban de superávits comerciales, la rentabilidad de la clase de activo fue saludable. Al llegar a 2008, los mercados emergentes estaban sobrecalentados, ya que importaban mucho más de lo que exportaban, y el resultado fue un año desastroso para la clase de activo. La recuperación posterior a la crisis financiera mundial vino seguida de un nuevo deterioro en 2013, que llegó a su apogeo con el “taper tantrum”. La clase de activo vivió años muy positivos en 2016 y 2017 y, tras el deterioro en las balanzas sufrido en 2018, ahora volvemos a estar en zona de superávit.
“La reciente recuperación ha venido provocada por las economías no asiáticas, ya que son menos vulnerables al encarecimiento del petróleo. Ahora que el precio del petróleo ha bajado, es posible que comencemos a ver una mejoría en las balanzas comerciales asiáticas, sobre todo si China se recupera. Resulta alentador que no haya muchos mercados cuyas balanzas exteriores presenten un aspecto frágil”, añaden desde GAM.
Igualmente optimistas se muestran desde Amundi, ya que la gestora considera que aunque el impulso de los mercados emergentes se ha deteriorado recientemente, la postura moderada de los principales bancos centrales del mundo podría seguir favoreciendo a los mercados de deuda emergentes. “Seguimos siendo constructivos con respecto a la deuda de moneda fuerte de los mercados emergentes, para una portación atractiva, mientras que la compresión del margen es limitada, y tendemos a favorecer a aquellos países con valoraciones baratas o calificados para la inclusión en índices. En los bonos de mercados emergentes en moneda local, esperamos retornos con un carry extra de países de alto rendimiento, como Brasil, Sudáfrica e Indonesia. Seguimos siendo positivos en esta clase de activos, centrándonos en la selección a medida ya que los riesgos persisten”, apunta el último análisis de Amundi.
En opinión de Francesc Balcells y Brian Holmes, gestores de cartera de mercados emergentes de PIMCO, a corto plazo la proliferación de prestamistas de último recurso es favorable para los emisores de mercados emergentes, pero con el tiempo, la calidad crediticia del segmento de calificación más baja de la clase de activos parece que va a disminuir.
“Creemos que la creciente incertidumbre en torno al pago de la deuda y las mayores pérdidas esperadas debido a los incumplimientos enfatizan la importancia de la administración activa en la selección de créditos de mercados emergentes individuales y, por lo tanto, protegen las grandes pérdidas repentinas. Como inversores, no nos estamos alejando completamente del segmento de deuda emergente de moneda dura con gran riesgo, pero buscamos oportunidades en créditos con balances más sólidos y donde cualquier compromiso con el balance externo sea un puente para unos fundamentales más sólidos”, explican estos dos gestores de PIMCO.