¿Está justificado el entusiasmo actual por el impacto de la Inteligencia Artificial (IA)? A ojos de Alison Porter, gestora de carteras de Janus Henderson Investors, la cuestión no debería centrarse exclusivamente en cómo la IA puede condicionar el modelo de negocio de las empresas tecnológicas, sino que es una cuestión que trasciende a los propios mercados de valores: “La tecnología no es solo un motor económico. Es el centro de la economía y va a impulsar los grandes cambios que llegarán a la economía y la política”, afirmó.
Porter fue una de las ponentes del foro Madrid Knowledge Exchange, ofrecido recientemente por Janus Henderson a sus clientes. En él, insistió en la importancia para los gestores y otros inversores profesionales de “comprender la anatomía de la tecnología”, pues bajo su punto de vista un buen conocimiento será indispensable no solo para determinar el asset allocation y la evaluación de riesgos en cartera, sino también “para reflejar cómo piensan en la economía global”.
¿Cómo abordar la eclosión de la IA?
La experta explicó que la explosión de la IA ha inaugurado la cuarta gran oleada de innovación tecnológica de la historia. Aunque considera que todavía nos encontramos en los primeros estadios de esta oleada, hace algunas observaciones que considera clave para evaluar hacia dónde podríamos llegar. La primera viene de una perspectiva histórica, pues detalla que las oleadas anteriores de innovación han tenido dos patrones en común: surgieron tras periodos de shock económico, como una manera de dar buscar nuevas soluciones a problemas del pasado (Porter sitúa los albores de esta cuarta ola en la pandemia de 2020) y tienen como efecto que las nuevas tecnologías resultantes son más baratas, más rápidas y tienen mayor alcance sobre distintas capas de la economía, con un impacto eminentemente deflacionario en el largo plazo.
La segunda observación tiene que ver, una vez más, con la manera en la que Porter considera que los inversores deberían abordar la inversión en IA, pues considera que su evolución futura está ligada a tres factores: los datos, la demografía y la productividad. En cuanto a los datos, Porter puso énfasis en dos aspectos: la calidad de los mismos y la capacidad para interpretarlos. Planteó como ejemplo de un buen uso de la IA la posibilidad de “un co-pilot (asistente virtual) para la Fed”, que ayudase al banco central a interpretar la evolución de los datos de desempleo, dado que se tratan de estimaciones. “Los datos de los que dependemos tienen que ser confiables. Cuanto mejores sean los datos, mejor será la información que se extraiga de ellos”, insistió Porter, que concluyó: “La IA podría ayudar a la Fed a ejecutar el soft landing”.
Respecto a la demografía, la gestora destacó el envejecimiento progresivo de la población en la mayor parte de naciones del mundo, no solo en el desarrollado, sino también en países emergentes como China o Brasil en los próximos 20 años. Porter como ejemplo que se calcula que, para 2030, se destruirán 75.000 puestos de trabajo en Japón como consecuencia del envejecimiento de la población.
La experta apunta a que el incremento progresivo de la tasa de envejecimiento y la de dependencia traerán implicaciones para “la seguridad social, el sistema sanitario, incluso en la emisión de deuda”. Por tanto, afirma que la IA puede ayudar a mejorar la productividad en los países expuestos a esta mega tendencia. Por tanto, la experta considera que una pista esencial que deberán seguir los inversores para poder beneficiarse del desarrollo de la inteligencia artificial será “centrarse en dónde se está asignando nuevo capital en cada una de las olas tecnológicas”.