El cambio climático supone un importante desafío para la economía global. Solo en 2021, los fenómenos meteorológicos extremos representaron un coste de 280.000 millones de dólares estadounidenses. Dos sectores que se vieron especialmente afectados fueron las aseguradoras y la agricultura. Ambos se enfrentaron a largos periodos de sequía, inundaciones severas y sus consecuencias. Estos eventos climáticos son difíciles de predecir en cuanto a magnitud y tiempo, pero ya no pueden ser ignorados, porque según expone Jennifer Wu, responsable global de inversión sostenible en JP Morgan Asset Management, representan un nuevo y elevado coste para la sociedad.
Para mitigar este tipo de riesgos, los gobiernos son responsables de ayudar a guiar y dirigir los esfuerzos contra el cambio climático, pero las empresas también deben idear formas que reduzcan aquellos riesgos que son más relevantes para ellas y necesitan adaptar sus modelos de negocios. Mientras, el papel de las gestoras de activos consiste en entender los riesgos a los que se enfrenta cada empresa y su horizonte temporal, además de analizar las oportunidades de inversión que pueden surgir a través de la innovación y la investigación como, por ejemplo, los cultivos resistentes al calor, a las fuertes lluvias o nuevas formas de energía, como el hidrógeno verde. Estas soluciones serán las ganadoras en la lucha contra el cambio climático y permitirán generar un mejor nivel de rendimiento para los inversores.
Inversión sostenible frente a inversión de impacto
Con frecuencia, los términos inversión sostenible e inversión de impacto son usados indistintamente, pero pueden significar cosas muy diferentes dependiendo del contexto. Cuando se aplican los factores ESG, se puede evaluar a través de la lente de la eficiencia operativa: si una empresa es capaz de producir un mismo nivel de bienes con un menor coste es porque está capacitada para gestionar mejor los recursos naturales y cabría esperar que obtenga unos mayores márgenes de beneficio. Pero también se puede evaluar a través de la lente del impacto en el mundo exterior, con dos vertientes: oportunidad y riesgo. Si se examinan desde la oportunidad, se trata de identificar los objetivos de inversión que producen bienes y servicios que serán los ganadores del futuro, por ejemplo, el vehículo eléctrico frente al de combustión. Si se piensa en términos de riesgos, se quiere evitar las empresas que potencialmente se enfrentan a multas o daños a su reputación por la forma en que tratan a sus empleados, proveedores o clientes.
Los factores ESG no son diferentes de cualquier otro factor financiero que se utiliza para identificar las empresas que pueden generar unos mayores ingresos o gestionar mejor el riesgo. En ese sentido, la integración de los factores ESG consiste en incluir criterios con una consecuencia financiera material, con el único objetivo de obtener una mejor rentabilidad ajustada al riesgo. Esto es algo muy importante, porque frecuentemente en el mercado se cree que la integración de factores ESG trata de salvar al mundo, mientras que únicamente identifica a las empresas que superan a sus pares en términos financieros.
Por otra parte, la inversión de impacto tiene un doble objetivo: en primer lugar, obtener un rendimiento financiero, y en segundo, alcanzar un objetivo medioambiental o social. En estas estrategias se busca un equilibrio entre los dos objetivos y podría darse una compensación entre ambos.
La inversión de impacto, en especial las estrategias que operan en los mercados privados, es capaz de obtener un alto nivel de escrutinio. Por eso, Wu cree que es importante entender los objetivos de los clientes y utilizar, en consecuencia, un enfoque en factores ESG o en inversión de impacto. A menudo, la integración de factores ESG es un medio para conseguir unos mejores rendimientos, no es el fin. El cambio climático requiere un esfuerzo de todos los actores de la sociedad, los inversores no pueden resolverlo solos, pero pueden desempeñar un papel importante y marcar una diferencia.
Tres principios sostenibles
El enfoque de JP Morgan AM en inversión sostenible está basado en tres principios: en primer lugar y anteponiéndose al resto, el compromiso fiduciario con los inversores, en segundo, la integración de factores sostenibles siempre que tengan un trasfondo financiero material similar al que puede tener cualquier otra métrica financiera que forma parte del proceso de selección de una estrategia que gestiona de forma activa. Y, en tercer lugar, la gestora proporciona un conjunto de estrategias centradas en obtener resultados sostenibles para aquellos clientes que quieren conseguir algo más que únicamente rentabilidad financiera.
La sostenibilidad es el núcleo de identidad de JP Morgan AM, pero como gestor activo en diferentes regiones y sectores no utilizan una única vía, porque los inversores pueden tener necesidades muy diferentes. La gestora se compromete con las empresas que están en un proceso de transición hacia una operativa más sostenible: compañías que se centran en la mejora de sus operaciones a través de un mayor reciclaje, en la gestión del capital humano mejorando las competencias de su mano de obra, o en la construcción de un equipo directivo sólido que realmente sea capaz de navegar en un mundo en constante evolución. Así, JP Morgan AM se compromete con las empresas en todas estas cuestiones desde la materialidad financiera para asegurar que son capaces de ofrecer un rendimiento a largo plazo para los inversores.
En estrategias específicas, la gestora también establece un vínculo con un número seleccionado de empresas para asegurarse que sus productos y servicios están más alineados con un objetivo medioambiental o social, para aquellos inversores que desean obtener un objetivo más allá de la rentabilidad financiera.
A parte de adecuar las estrategias a las exigencias de la regulación en materia de inversión sostenible, JP Morgan AM también se ha centrado en integrar los objetivos de la iniciativa Net Zero en sus carteras. La gestora se adhirió a esta iniciativa en noviembre de 2021 y desde entonces ha estado trabajando en elaborar un plan de sostenibilidad realista para las empresas en las que invierte, que suponga un cambio en su forma de hacer negocios y que mejore la posición de todas las partes implicadas.
Otra área de interés para JP Morgan AM es la innovación en soluciones climáticas. Después de pasar dos años recopilando diferentes tipos de datos ESG, la gestora ha conseguido desarrollar herramientas capaces de aprovechar señales de datos alternativos como, por ejemplo, la detección de patrones de denuncias por parte de las ONG. Sin embargo, los datos por sí solos no pueden generar una perspectiva sobre cómo las empresas están gestionando su negocio. La parte más importante es la integración de los datos ESG con el conocimiento y la experiencia de los analistas y gestores de la cartera, convirtiendo así la ambición de la gestora en acción.
La COP27
La próxima COP27 tendrá lugar entre el 7 y el 18 de noviembre de 2022 en Egipto. Entre sus objetivos se encuentran examinar los detalles de la aplicación de los objetivos marcados en cumbres anteriores, especialmente tras la crisis energética, la interrupción en las cadenas de suministro y la crisis de escasez de alimentos. Se trata así de entender hasta qué punto se están alcanzando los compromisos establecidos y su impacto en la capacidad del planeta para superar esta crisis.
Hay varios temas que a JP Morgan AM le parecen especialmente relevantes. En primer lugar, la conservación de la naturaleza y la biodiversidad. El año pasado durante la celebración de la COP26 más de 100 países firmaron un compromiso para destinar el 30% del agua y la tierra a áreas protegidas en 2030. Además, en marzo de 2022, la Agencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente reunió a varios países para que se comprometieran a reducir los residuos plásticos, y se espera que para 2040 haya un tratado vinculante sobre el plástico.
La segunda área a la que la gestora presta especial atención es la de los créditos de carbono. Diversas organizaciones están proponiendo iniciativas para permitir el uso de crédito de carbono y ayudar a empresas en su proceso de descarbonización. Otro tema de interés es el metano, un gas de efecto invernadero 28 veces más potente que el dióxido de carbono. La mayor parte del metano proviene de la quema de gas dentro del proceso de producción del gas y el petróleo, así como de la agricultura, con un 14% de las emisiones. El año pasado, unos 112 países se comprometieron a reducir las emisiones de metano en un 30% para el año 2030 desde el nivel de 2020. Sin embargo, el dato de abril de este año indicó que las emisiones de metano a nivel mundial habían aumentado en un 162% desde el nivel preindustrial.
La COP27 servirá para evaluar el compromiso de los países que forman parte de los acuerdos y conseguir nuevos compromisos por parte de aquellos países que permanecen al margen. Alrededor del 85% de la quema de gas se produce en mercados en vías de desarrollo, que no forman parte de estos compromisos. Una muestra es Egipto, país anfitrión de la COP37 y una de las economías que más está creciendo en almacenaje de gas natural licuado, que, sin embargo, no forma parte del compromiso que limita las emisiones de metano.