En su más reciente Asia Insight, Matthews Asia analiza la ofensiva radical de Japón para recuperar la inflación y tratar de poner en marcha un crecimiento sostenible del PIB. Sin embargo, en lugar de centrarse en el efecto de estas medidas sobre los tipos de interés reales, Vivek Tanneeru, Analista Financiero de Matthews Asia, se centra en su efecto sobre los salarios y la renta de los ciudadanos japoneses.
Para triunfar, Japón necesita que los ingresos de los japoneses crezcan, tanto vía mayores salarios, como a través de la revalorización de sus activos. Según destaca el analista, este proceso supondrá una transferencia generalizada de la riqueza desde los accionistas hacia los trabajadores, de los empleados fijos a los empleados a tiempo parcial, desde la tercera edad a los jóvenes, y desde los hombres hacia las mujeres. Esto tendría que ir acompañado de reformas radicales en el lado de la oferta, liberalizando importantes sectores de la economía nipona.
Las expectativas futuras informan el presente
En primer lugar, el informe de Matthews Asia destaca que en Japón las expectativas de inflación influyen más sobre la inflación actual que en Europa o en EE.UU., otorgando al BoJ una herramienta eficaz si es capaz de convencer a la población sobre la efectividad de sus medidas. A este respecto, los últimos datos disponibles sugieren que el BoJ está teniendo éxito. Un ejemplo tangible es la inflación importada, a través de los precios de las materias primas, debido a la depreciación del yen.
Capital 1 Empleo 0
Adicionalmente, Taneeru se centra en el crecimiento de la productividad y la inflación salarial. Según el analista, las ganancias de productividad han crecido mucho más que los salarios. El diferencial ha ido sobre todo a ganancias de capital, mientras el salario es un componente cada vez menor de los ingresos totales del individuo. Este efecto, más acusado en Japón que en otros países desarrollados, se debería al crecimiento de los empleados a tiempo parcial, que ganan proporcionalmente menos que los empleados fijos, así como a la práctica de mantener empleados mayores de 60 años con una fracción de su salario. En conjunto, el peso de los salarios sobre el PIB no consigue crecer.
En Japón, atendiendo a la tasa de paro actual, parece como si las corporaciones han optado por mantener sus plantillas en los momentos económicos más duros, rebajando sus salarios, en lugar de despedir a gente, y mantener el sueldo de los que se quedan. Por tanto, según razona Taneeru, será complicado que ahora las empresas empiecen a subir los sueldos a sus empleados.
¿Llegarán las exportadoras al rescate?
Para Taneeru, una opción a corto plazo que podría elevar los salarios vendría a través del éxito de las exportadoras, gracias a la debilidad del yen. Por ahora, solo se ha visto una mejora en la retribución variable de sus empleados (bonus), pero no en el salario base, que tienen un efecto multiplicador en la reactivación económica mucho más relevante. De hecho, en el ciclo 2002-2008 las exportadoras mejoraron mucho gracias a la debilidad del yen, pero los sueldos apenas subieron. El mercado teme una repetición de este escenario aunque ahora, la proporción de empleados temporales se ha estabilizado desde el 2009 en niveles del 20%, por lo que si la economía rebota, es posible que se pueda ver un efecto positivo inmediato en los salarios. Además, ahora Japón cuenta con un BoJ mucho más decidido a instalar de nuevo la inflación en el país, algo que no ocurría en el ciclo anterior.
Cerrar la brecha del género
La incorporación de la mujer al mundo laboral, una de las asignaturas pendientes de Japón, podría ir en contra de la inflación salarial en el corto plazo pero es una de las maneras más obvias de incrementar la productividad del país que está abocada a estancarse por el envejecimiento de la fuerza laboral. “Sería un cambio positivo a largo plazo”, afirma el autor del informe
¿Entra en juego el efecto riqueza?
Otra forma de espolear el consumo es a través del “efecto riqueza”. Los japoneses son ricos. Su ratio de activos financieros sobre PIB es uno de los más altos del mundo. Buena parte de esta riqueza está invertida en activos financieros líquidos, como la bolsa, que ha subido un 52% desde otubre de 2012. Si este efecto riqueza se traslada al consumo, podría ser el comienzo de un círculo virtuoso.
Sin embargo, según apunta el informe, los hogares japoneses tienen una de las correlaciones más bajas entre su riqueza y el comportamiento de la bolsa. Una de las razones es que son más inversores en bonos que en bolsa, y las expectativas de mayor inflación han afectado al mercado de bonos. El BoJ está actuando con más agresividad que nunca en las recompras de bonos para contrarrestar este efecto, lo que podría propiciar un resultado más favorable
Una mayor participación de las familias japonesas en el mercado bursátil también sería deseable. A partir de enero de 2014, se crean las cuentas de ahorro individuales exentas de impuestos (NISAs), que podrían incrementar el peso de la renta variable en las inversiones de las familias. Ya hay 1,5 millones de individuos que han abierto una de estas cuentas. También se están revisando las asignaciones de activos de los fondos de pensiones, que están menos invertidos en bolsa que los del resto del mundo desarrollado. Su peso en acciones esta en el entorno del 20%, que compara con un 38% en los fondos de pensiones más grandes del mundo. El efecto combinado de una mayor participación en bolsa de las familias y de los fondos de pensiones –que tienen 2 billones de dólares en activos-, unido a la actuación del BOJ, son armas poderosas para recuperar la reflación.
Financiar un estado del bienestar del tipo europeo, con un sistema impositivo de estilo americano
La buena noticia es que el gobierno japonés es austero, con un gasto público sobre el PIB inferior al 40%. La mala, que casi un 40% del presupuesto va a pagar intereses y cumplir con los gastos de la seguridad social, por lo que ante un envejecimiento de la población, el gasto solo puede ir en una dirección.
Por el lado de los ingresos, la mitad del presupuesto viene de la emisión de deuda pública. Un 45% de los ingresos vienen de la recaudación de impuestos. Si la economía rebota, esta proporción subiría de forma importante. Como medida adicional de recaudación, el gobierno ha propuesto incrementar la tasa del valor añadido (sales tax), del 5% al 10% en el año 2015. Con esto se pretende reducir la dependencia del gobierno a la deuda pública.
¿Endeudado para siempre?
Un asunto preocupante para Japón es su ratio de deuda sobre el PIB, un impresionantes 238% que se reuce hasta un 130% (más manejable), en términos de deuda neta sobre el PIB. Japón ha conseguido alargar la duración de su deuda viva hasta llegar casi a los ocho años. Por un lado, emitiendo principalmente solo deuda a largo plazo y por otro, con un stock de deuda que en un 55% tiene un vencimiento superior a los 10 años.
Sin embargo, como señala el autor del informe, Japón está emitiendo deuda nueva por un 8% de su PIB, así que para estabilizar el ratio de deuda neta sobre el PIB, la economía japonesa tiene que crecer un 6% al año, impensable incluso en los escenarios más optimistas. Si bien esto es preocupante a largo plazo, a corto, no impide que el gobierno persiga estimular la economía mediante medidas monetarias y fiscales.