2018 será para los mercados de renta fija una continuación de 2017 o, en palabras de Luke Newman, gestor del fondo Henderson Gartmore UK Absolute Return, «más de lo mismo». Habrá, a su juicio, una gran excepción y es el desglose en la correlación que hemos visto entre precios de acciones y mercados de bonos que dará a los selectores de valores una gran oportunidad, especialmente en la parte corta de la cartera.
Newman destaca tres temas en su estrategia del año próximo. En primer lugar, identifica grandes oportunidades en la posición corta en áreas como los productos de primera necesidad de EE.UU. El experto explica que están identificando empresas y franquicias con un buen crecimiento bruto en esta área, que supera las expectativas.
Para Nick Maroutsos, co-gestor de la estrategia Absolute Return Income, una temática que están observando de cerca es el potencial de una mayor volatilidad. «Esperamos que el posicionamiento en la duración sea un factor importante a la hora de gestionar carteras de renta fija en 2018. Creemos que un sesgo hacia la minimización del riesgo de duración (tipo de interés) seguramente sea la opción más prudente», explica.
En cuanto a la política monetaria, Maroutsos cree que el BCE continuará lidiando con la efectividad de su programa de relajación cuantitativa. «Esperamos que el crecimiento y la inflación europeos permanezcan débiles en términos históricos en un contexto marcado por las rigideces estructurales en los mercados de trabajo y de productos, especialmente en las regiones periféricas”.
A pesar del escaso crecimiento, los reducidos niveles de inflación y la política monetaria laxa, desde Janus Henderson consideran que las oportunidades en materia de renta fija se encuentran limitadas habida cuenta de los rendimientos bajos o negativos y de los riesgos asociados a las inversiones que arrojan mayores rendimientos.
Desde la firma esperan seguir evitando Europa, dada la incertidumbre en torno a la campaña del brexit, las escasas rentabilidades y los limitados beneficios empresariales y se muestran especialmente preocupados por el sector bancario, que históricamente no ha tenido mucho éxito en la recaudación de capital nuevo o en la liquidación de préstamos tóxicos. «Continuamos priorizando la deuda pública australiana frente a la del resto del mundo, especialmente debido a que los bonos australianos registraron una rentabilidad inferior a los de Estados Unidos en el tercer trimestre. Esperamos que el Banco Central de Australia (RBA) permanezca a la espera hasta bien entrado 2018», explica este experto.
También les gustan los emisores asiáticos con importancia sistémica y una elevada calificación, como por ejemplo las entidades vinculadas al Estado de los sectores energético, de telecomunicaciones y bancario, y los bancos estadounidenses «demasiado grandes para caer», cuya deuda debería, argumentan, «verse apuntalada por un marco regulatorio cada vez más sólido centrado en una menor asunción de riesgo y mayores requisitos de capital», concluye.