Miles de inversores están convencidos de que la inversión sostenible permite seleccionar mejor las acciones. Pero pocos la aplican en sus carteras de renta fija, y es una lástima, porque la inversión sostenible funciona igual de bien en esta categoría, y puede resultar un elemento esencial para la gestión de riesgos en ciertos mercados, destacan desde Robeco.
«El mito de que la inversión sostenible sólo funciona en renta variable se debe a que los precios de la deuda pública son más sensibles a cuestiones macroeconómicas, tales como los tipos de interés o el crecimiento del PIB, que a factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG) propios de las distintas empresas. Además, para algunos inversores es difícil comprender cómo las cuestiones ASG podrían ejercer algún efecto sobre una deuda que, en cualquier caso, debe reintegrarse», explican.
Esencialmente, dicen en la gestora, se trata de reducir el riesgo, aplicando una máxima de los mercados de crédito: es más importante evitar a los perdedores que identificar a todos los ganadores. Evitar a los perdedores supone realizar un cuidadoso análisis del riesgo inherente a cualquier bono: la capacidad del emisor para devolver el dinero o, por contra, incurrir en impago. Aquí es donde el análisis ASG puede ayudar.
En deuda pública, los países que la emiten pueden valorarse en función de sus riesgos conforme a una amplia variedad de criterios ASG.
Evaluar las credenciales crediticias
RobecoSAM lleva a cabo además la Evaluación de Sostenibilidad Corporativa (CSA), basada en un cuestionario detallado sobre todos los aspectos del comportamiento ASG de una empresa, desde emisiones de carbono hasta relaciones laborales o composición del consejo. Sus resultados se utilizan tanto en renta variable como fija, ya que los datos subyacentes se refieren a la empresa en sí, no tanto a sus acciones o bonos.
Como sucede en renta variable, toda la información recopilada debe ser relevante desde el punto de vista financiero; tiene que ejercer un efecto tangible sobre factores tales como los márgenes de beneficio, los ingresos o los gastos. Esto tiene un impacto directo sobre la capacidad de la empresa de reintegrar (o refinanciar) su crédito. Los análisis que se realizan para renta variable suelen centrarse en el potencial de subida, mientras que en renta fija se atiende sobre todo a intentar evitar bajadas.
Impacto en un tercio de los casos
Según la experiencia de Robeco, en las inversiones en crédito que ha realizado en 2017, la información ASG ha ejercido un efecto negativo sobre el análisis de fundamentales en un 30% de los casos, y un efecto positivo sobre el 3% de los títulos del universo de inversión. Esto ha influido directamente en las decisiones de inversión que han tomado los gestores de las carteras de renta fija, y ha sido decisivo a la hora de decidir si comprar o vender determinados bonos; igual que con las acciones.
La importancia relativa de cada variable ASG varía de un sector a otro. Los factores ambientales, como la necesidad de reducir las emisiones, son más importantes para el sector del petróleo que para el de venta minorista, en el que las relaciones con los trabajadores revisten mucha más trascendencia, o que para el sector bancario, donde el buen gobierno es una gran prioridad a la hora de gestionar los factores de riesgo. Las empresas alimentarias se ven sometidas a presión para hacer que sus productos sean saludables… según una serie de pruebas presentadas ante el Parlamento británico, «el azúcar es el nuevo tabaco» y debería gravarse fiscalmente como tal. Esto plantea un claro riesgo para la rentabilidad futura, y para las licencias de explotación de las empresas productoras de alimentos y bedidas.
La creciente popularidad de los bonos verdes
Existe un camino especialmente pavimentado para la introducción de la inversión sostenible en los mercados de renta fija: los bonos verdes, o «green bonds». Se trata de crédito emitido para financiar proyectos ambientales, desde parques eólicos hasta instalaciones de potabilización de aguas, sobre todo en mercados emergentes.
Funcionan igual que la deuda pública y privada convencional, y la mayoría de ellos dispone de calificación investment grade. A veces se encuentran garantizados, cuando los futuros flujos de ingresos que generará el proyecto (como la energía renovable que se vende a las redes eléctricas nacionales) sirven como garantía de la propia emisión.
El mercado se ha desarrollado enormemente desde la emisión de los primeros bonos verdes, por parte del Banco Europeo de Inversiones y el Banco Mundial, en 2007. Actualmente son muy populares entre los inversores en general, incluyendo a Robeco, quien suele incorporarlos a varios de sus fondos de renta fija, explican en la gestora.
Según un estudio realizado por Bank of America Merrill Lynch, que puso en marcha un índice de bonos verdes (Green Bond Index) en 2014, en 2017 el volumen total de bonos verdes en circulación superaba los 200.000 millones de dólares.