La recuperación económica tras la pandemia se ha visto ensombrecida por la guerra en Rusia y Ucrania, que tiene como consecuencia una ralentización en el crecimiento pero también una espiral inflacionista, sobre todo en el precio de la energía. Esos elementos, junto a las tendencias restrictivas de los bancos centrales, nos dejan un escenario con serias amenazas de estanflación, agravado por ese viento en contra que suponen las políticas de las autoridades monetarias.
En este complejo entorno, hay estrategias que pueden ayudar a los inversores a despejar el camino, ofreciendo interesantes oportunidades: renta variable con estilo value, acciones europeas de compañías de mediana y pequeña capitalización, empresas relacionadas con la temática espacial, real estate europeo cotizado, fondos multiactivo y deuda emergente con corta duración son ideas que ofrecieron los expertos de DPAM, Jupiter Asset Management, La Financière de l’Echiquier, Lonvia Capital, ODDO BHF Asset Management y T. Rowe Price en el marco de la segunda edición del Funds Society Investment Summit, que se celebró los pasados 21 y 22 de abril. Destacamos en este artículo tres de esas ideas.
Oportunidades en renta variable: small y midcaps europeas
En renta variable, y en medio del temporal que viven los mercados, entre conflictos bélicos, pandemias, y una inflación creciente, uno de los espacios donde se pueden encontrar opciones es en la renta variable europea de mediana y pequeña capitalización. Así lo defendió Lonvia Capital, que explicó su estrategia de inversión en este segmento del mercado. “Invertimos en compañías innovadoras con modelos de negocio robustos y que ofrezcan atractivas oportunidades de crecimiento”, comentaba Cyril de Vanssay, director adjunto de inversiones de Lonvia; y lo hacen además buscando el mejor momento, el “sweet spot”, para entrar en su capital. “Invertimos en la mejor parte del ciclo de vida de las compañías y lo hacemos con un horizonte de largo plazo”, añadía.
Todas las compañías en las que se posicionan cuentan con altos márgenes, fuertes flujos de caja, fuertes balances y poder de fijación de precios, algo más importante que nunca en un entorno inflacionista. Además, se encuentran en sectores en crecimiento, y son innovadoras (tanto en el ámbito de la tecnología que aplican como a la hora de crear nuevos productos), y son capaces de gastar y de acometer una expansión internacional, explicaba el director adjunto de inversiones –de hecho, gran parte de su beneficio procede de otros mercados, como puede ser el estadounidense-. “No queremos cash ni dividendos; buscamos compañías que inviertan en proyectos que acaben ofreciendo altos retornos en las inversiones”, explicaba De Vanssay.
Y, como consecuencia, suelen ser firmas que viven altos crecimientos y cuya rentabilidad operacional mejora mucho con el tiempo. Como ejemplo, Sartorius Stedim Biotech, firma en la que empezaron a invertir en 2008, cuando contaba con 300 millones de euros de capitalización y que ahora presenta un tamaño de 30.000 millones. Son, en definitiva, firmas que crean valor a largo plazo.
“Sabemos lo que no queremos: compañías que estén únicamente en mercados maduros y no estén en mercados en crecimiento, que no sean innovadoras o que dependan de factores externos como la evolución de los tipos de interés o el precio de las materias primas (nunca invertimos en bancos o petroleras). Tampoco queremos “concept stocks” (queremos modelos de negocio robustos) o firmas que se beneficien del efecto positivo de modas o tendencias de corto plazo”. Por ejemplo, las empresas de delivery, muy beneficiadas en la pandemia pero cuyo crecimiento no es estructural: por eso evitaron invertir en ellas en los momentos álgidos del COVID.
Sus carteras, tanto de sus fondos de midcaps (tanto europea como en la zona euro) como el de small caps europeas, se construyen como resultado de una estrategia pura de selección de valores o stock picking. En la actualidad, y en el Lonvia Avenir Small Cap Europe, como resultado de ese proceso, el 40% de la cartera está en firmas de tecnología médica (en Europa hay muchas compañías innovadoras en temas como diagnósticos), el 30% en empresas relacionadas con el boom de la innovación digital, un 20% en la industria de automatización y logística 4.0 y un 10% en nichos de negocios de crecimiento específicos. Sobre las valoraciones, el experto respondía: “La idea no es invertir en una compañía porque es barata, sino porque crece y tiene un modelo robusto de crecimiento”.
En cuanto al proceso de inversión, siguen una estrategia pura de selección de valores, pero también un sólido proceso de construcción de carteras. Cuando les gusta una firma, en principio invierten solo el 0,5% -1% de la cartera, “para evitar apostar en vez de invertir”, y con el tiempo, si la compañía se desarrolla bien y el riesgo baja, van incrementando posiciones y asignando más capital. “Si nos gusta una firma ya podemos invertir un 3%-6%, pero eso se construye con el tiempo”, explicaba el experto. “Nunca pensamos que tenemos razón y que el mercado se equivoca: tenemos fuertes convicciones pero tratamos de no ser estúpidos y si nos equivocamos, paramos”, añadía. Además, en su proceso tienen en cuenta la asimetría de riesgo-retorno, lo que facilita la generación de alfa.
En conclusión, en Lonvia solo hacen stock picking, son inversores de largo plazo (“el corto plazo suele ser ineficiente, así que evitamos su volatilidad, porque es la mejor forma de captar la creación de valor de las compañías”, decía el experto), solo invierten en “compañías que tienen el futuro en sus manos” y no dependen de factores externos como el precio de petróleo o los tipos de interés, y que presentan altas oportunidades de crecimiento, altos márgenes, y alto poder de fijación de precios. Y que cuentan con el apoyo de accionistas de largo plazo como familias, gestores o emprendedores que apoyan su estrategia de crecimiento.
Sus tres fondos están clasificados bajo el artículo 9 y obtuvieron una rentabilidad muy positiva el año pasado, con un alfa en midcaps por encima del 20% y en small caps por encima del 13%. Si bien en lo que va de año los fondos han caído más que el índice, desde Lonvia esperan una continuidad de lo vivido en años anteriores y se muestran tranquilos por los buenos fundamentales de sus inversiones, “que suponen para los próximos años toda una ventana de oportunidades”.
Oportunidades en renta variable: la temática espacial
Siguiendo con las oportunidaes en bolsa, en el espacio de la inversión temática destacó la ponencia de La Financière de l’Echiquier, que habló de la última frontera de la inversión que implica mirar a la industria espacial, una industria de muy largo plazo y de evolución muy prometedora. “En 1902 se daba un margen 100 años para volar, algo que llegó solo un año más tarde. 66 años después pasamos del primer vuelo a la llegada a la Luna y es difícil imaginar qué podría pasar ahora. La innovación es exponencial en la industria aeroespacial: en 2035 podríamos pensar que estaremos colonizando Marte o tener una estación espacial alrededor de la Luna… el ecosistema espacial desafiará a la imaginación, seguirá sorprendiendo”, aseguraba Rolando Grandi, gestor de la entidad.
Es más, estamos ante una megatendencia, de muy largo plazo y que tiene muchos años por delante: “Estamos entrando en un momento de la historia en el que podemos pensar que se podrá permitir la vida humana multiplanetaria”, llegó a aventurar el experto.
Esta evolución también deja claro que la temática no es nueva, existe desde los años 60 y ahora está acelerándose, pasando de los 400.000 millones de dólares de tamaño actual del mercado espacial, a los potenciales 2,7 billones de dólares en 2045, lo deja a la vista una gran oportunidad de inversión y, a diferencia de lo ocurrido en las últimas décadas, con protagonismo del sector privado.
“La economía espacial 1.0. se desarrolló en el contexto de la Guerra Fría y las empresas eran fundamentalmente militares, nunca tuvo como objetivo reducir costes ni consideraciones ASG. Pero ahora es diferente, la industria 2.0 está cambiando, por tres elementos: el espacio ya no es un ecosistema propio del sector gubernamental sino que se da cabida al ser sector privado, se centran en bajar costes, con una tecnología e innovación sin límites, y tiene que afrontar el desafío de la ESG, con asuntos como la gestión de basura espacial, el uso de combustibles limpios, la creación de un positivo impacto social y la necesidad de buen gobierno corporativo”, explicaba Grandi.
Su fondo Echiquier Space –lanzado el año pasado con esa idea de que estamos al inicio de una nueva tendencia en la temática-, cuenta con una cartera concentrada, posicionada en 25-35 nombres (actualmente en 32) e invierte en una selección de empresas que desarrollan sus actividades en el espacio; que operan entre la Tierra y el espacio, o que trabajan en tierra a favor del desarrollo del ecosistema espacial, así como empresas con tecnologías universales que fomentan el auge de esta nueva conquista del espacio. Así, el fondo se centra en cuatro temáticas propias: Desde el espacio (actividades desarrolladas en el espacio, como satélites, constelaciones de satélites y otros activos espaciales, por ejemplo); Entre la Tierra y el espacio (envíos al espacio y regreso a la Tierra, así como soluciones de comunicación entre ambas esferas); Desde la Tierra (actividades en la Tierra que abarquen, por ejemplo, la fabricación de satélites, procesos de robotización y automatización, la gestión operativa de puertos espaciales, así como empresas que apoyen el desarrollo del ecosistema espacial); y Tecnologías transversales, habilitantes (actividades de desarrollo espacial, desde la conectividad hasta los semiconductores, pasando por las impresoras 3D).
Además, y aunque el fondo no es ASG propiamente, está alineado con la visión ISR de la gestora, por lo que LFDE hace hincapié en favorecer a las empresas que, gracias a sus productos o servicios, contribuyan a una industria espacial sostenible. El gestor destacó el código “Space for good”, un código ASG propio según el cual vigilan que las empresas tengan políticas estrictas de no dejar basura espacial, por ejemplo. “Existe un código ASG específico dedicado al fondo, para posicionarnos en el espacio 2.0 y no en el 1.0.”.
El fondo invierte en todas las geografías, en muchas firmas estadounidenses, algunas europeas y aún pocas asiáticas, porque son aún detenidas por el estado o no están todavía en los mercados, aunque eso está cambiando y desde la gestora están haciendo mucho seguimiento de startups. Algunas empresas en cartera son Maxar Technoligies, Rocket Lab, Iridium Communications, Arquit Quantum, Taiwan Semiconductor, Nvidia, Planet Labs, ASLM o Amazon…
El año pasado fue el momento de lanzar el fondo, tras la creación en 2015 de un producto de robótica y en 2018 de otro de inteligencia artificial en LFDE: “Para mí era evidente que lo siguiente era el espacio, pero aún no había suficientes empresas; ahora sí”, comentaba el gestor. Su universo se compone de unas 170 firmas, de las que hay que restar 40 militares y, de las 130 restantes, seleccionan 25-35. “La idea es invertir en el ecosistema espacial y ver cómo cada empresa aporta”, apostillaba el experto.
Oportunidades en renta variable: mirando al value
También una atractiva ventana de oportunidades es la que ofrece la inversión en el terreno value: de ello habló Andrew Clifton, especialista de carteras de la división de renta variable de T.Rowe Price, gestora que basa su gestión en los fundamentales y que cuenta tanto con estrategias dentro del segmento de crecimiento como el de valor.
“No vemos la inversión en value como una religión separada de la inversión growth o core; creemos que los fundamentales y las valoraciones importan”, defendió. Y los gestores value dan especial importancia a estas últimas. “En diferentes ciclos de mercado y momentos, las compañías que generan retornos son diferentes: ahora, algunas growth están haciéndolo peor y se mira más al value, pero a lo largo del tiempo vemos un set de compañías diferentes que proporcionan rentabilidades”, explicaba el experto.
Según su visión, estamos moviéndonos hacia un mundo diferente, con una inflación más alta, mayores tipos de interés, cambios en políticas fiscales y un mundo que necesita una transición verde. En este contexto, “las compañías ahora necesitarán capital y ofrecerán mejores oportunidades de crecimiento si están en el lado bueno del cambio”, en el lado bueno de esa transición ESG. “Esto supone un contraste con respecto a la última década porque ahora la adaptabilidad a los cambios es fundamental debido al gran nivel de disrupción que vivimos: muchas compañías value han hecho esa transición, o están trabajando en ella, pero en los próximos años habrá obstáculos y todavía hay firmas que invierten en industrias tradicionales que necesitarán acometer cambios”, advertía el experto.
Sobre el nivel actual de oportunidades de inversión en el universo value, en el marco de una rotación del growth al value, reconoce que son menores a las de hace dos años, cuando las valoraciones frente al growth eran mucho más bajas: ahora la oportunidad está más equilibrada. Pero todavía compensa por el nivel de riesgo asumido.
En el evento, la gestora presentó su fondo T. Rowe Price Global Value Equity, lanzado en 2012 y que se posiciona en 80-100 valores (actualmente en 99), seleccionados a partir de un universo de 4.000 nombres, de los que los analistas se centran en 400 y seleccionan para el fondo hasta una cuarta parte, con una estricta disciplina de venta. Con respecto al proceso de inversión, se centra en una idea, que da título a la presentación: la controversia como creadora de oportunidades de inversión. “Lo que hay que hacer es trabajar con analistas y gestores para entender la naturaleza de la controversia, o la incertidumbre, y ver si se puede resolver, y aprovechar las sobre reacciones de los mercados”, explicaba el experto. Como los mercados pueden ser ineficientes (y la percepción cambiar mucho más rápido que el valor intrínseco de las compañías), se trata de analizar los fundamentales de las compañías para ver si la controversia puede resolverse… o no.
Otro punto clave de la estrategia su capacidad para invertir en todo el espectro value, tanto en valores defensivos y de alta calidad como en nombres más cíclicos o “deeper value”, puesto que diferentes nombres pueden ser efectivos en diferentes momentos del tiempo. “Con esta diversificación buscamos ofrecer una rentabilidad con menor volatilidad. Tenemos flexibilidad para encontrar las mejores ideas y oportunidades a nivel global y en todos los escenarios de mercado, de forma equilibrada en el espectro value”, indicaba Clifton. También consideran clave entender el escenario de inversión ESG, que “puede proporcionar una visión crítica” y llevarles hacia ideas como vehículos eléctricos en el mundo de la automoción o del “acero verde” en el industrial. “Se trata de entender los retos e invertir. Si un negocio no puede navegar en este entorno, puede dar una pobre rentabilidad y podemos encontrar trampas de valor”, decía el experto. Con respecto a la gestión de riesgos, controlan las posiciones de forma individual para asegurar que un error no tenga consecuencias en la cartera.
Sobre el posicionamiento, actualmente el fondo sobrepondera los sectores de healthcare o financiero. “Históricamente hemos tenido más exposición a EE.UU. en financieras, pero en los últimos meses hemos entrado en algunas aseguradoras y también en bancos en otras partes del mundo, en parte porque los bancos estadounidenses se han encarecido, y porque el ciclo de tipos se ha acelerado más de lo esperado”. Por ello, vendieron por ejemplo JP Morgan en el primer trimestre y compraron firmas como AIG o BTG Pactual en Brasil. El fondo también está ligeramente sobreponderado en el sector de la energía, aunque su posición a principios de año era la contraria. Las mayores infraponderaciones están en sectores típicamente de crecimiento como IT o consumo discrecional, pero aun así encuentran algunas oportunidades (como el sector de semiconductores anteriormente, del que ahora están saliendo). Por geografías, infraponderan EE.UU. porque están encontrando oportunidades en otros mercados, como Japón, emergentes y también Europa.
T.Rowe destaca por situarse entre las compañías globales con mayor número de analistas, 390. Se centra al 100% en analizar compañías y emisiones concretas. Aunque a la gestora se le asocia con la inversión growth, desde finales de los años 80 ha venido construyendo una franquicia relevante en estrategias value –tanto en el mercado estadounidense como emergentes, o global-, siendo clave para la diversificación de su gama. Y ya alcanza más de 227.000 millones de dólares en estas estrategias.