A principios de 2018, cundía la euforia en los mercados emergentes, tras un sólido año 2017. Según apunta Krishan Selva, gestor de carteras de clientes en Columbia Threadneedle, esto se debió al fuerte crecimiento de los beneficios: las previsiones del consenso para el índice MSCI Emerging Markets aumentó hasta el 22,7% en diciembre, desde el 14,1% de principios de año. La renta variable china registró un año excepcional, con una revalorización del mercado de más del 50%. Por desgracia, esta efervescencia se reveló pasajera y, en 2018, el índice MSCI Emerging Markets cayó más de un 25% desde el máximo marcado en enero.
En los meses de febrero y marzo, la volatilidad del mercado mundial de renta variable afectó a los mercados emergentes, como consecuencia de las preocupaciones por los valores tecnológicos, la creciente inflación estadounidense, el aumento de los tipos de interés y una posible ralentización económica. Los mercados emergentes retrocedieron durante este periodo, aunque no lo hicieron en una mayor proporción que los mercados europeos, lo que puso de manifiesto que sus economías gozaban de mejor salud que en el pasado. Por lo general, las balanzas por cuenta corriente registraban superávits, las reservas de divisas mostraban mayor solidez y, aún más importante, la mayor parte de la deuda estaba en manos de inversores nacionales (por ejemplo, el 70% de la deuda asiática está denominada en moneda local).
No obstante, la situación dio un vuelco radical cuando Donald Trump decidió imponer aranceles a China. En un principio, los derechos aduaneros solo gravaban exportaciones chinas por valor de 50.000 millones de dólares, una cifra manejable. Este nivel representaba el 0,01% del PIB chino. En fechas más recientes, Trump aumentó el objetivo hasta un porcentaje (menos manejable) de aranceles del 10% sobre exportaciones valoradas en 200.000 millones de dólares, y amenazó con subir los gravámenes hasta el 25% sobre la totalidad de las exportaciones chinas.
La incertidumbre se propagó por todo el continente asiático y otros mercados emergentes. Muchas compañías han venido reduciendo sus inventarios y recortando el gasto en inversión, lo que supondrá un descenso del crecimiento económico. Los volúmenes de exportación de China todavía no han sentido el efecto, aunque probablemente mostrarán cierta debilidad en el primer trimestre de 2019. Cabe reseñar que las exportaciones de China hacia Estados Unidos representan menos del 3% de su PIB, pero acaparan el 100% de los titulares mediáticos.
Por si fuera poco, la disminución de la liquidez mundial en 2018 contribuyó al estallido de las crisis monetarias de Argentina y Turquía. El país latinoamericano solicitó un préstamo al FMI, mientras que Turquía sufrió sanciones y una ingente huida de capitales.
Optimismo prudente
De cara a 2019, los mercados emergentes siguen afrontando los riesgos de un endurecimiento de las condiciones de liquidez financiera y una guerra comercial, aunque existen motivos para albergar un optimismo prudente. A medida que la Reserva Federal estadounidense ha subido los tipos, los bancos centrales en los mercados emergentes han respondido de manera pragmática, aunque todas estas restricciones (externas e internas) pondrán un límite máximo al crecimiento.
Si la Fed acometiera cinco o más subidas de los tipos de interés a lo largo de 2019, esto representaría un problema para los mercados emergentes. No obstante, dados los recientes indicios de una ralentización de la economía estadounidense, parece más probable que se suban los tipos en dos o tres ocasiones, algo que ya han descontado los mercados financieros.
La guerra comercial plantea el mayor riesgo, sobre todo si se convierte en una guerra fría, lo que podría alterar el funcionamiento de la economía mundial, al modificar la estructura de las cadenas de suministro, por ejemplo. En caso de producirse una guerra fría, y con el fenómeno de la globalización en fase de transformación, resulta difícil argumentar a favor de los activos de riesgo. Sin embargo, una guerra comercial parece más probable y, en tal caso, la volatilidad de mercado persistirá a buen seguro.
En Columbia Threadneedle anticipan tanto sorpresas al alza como desafíos realistas durante los seis primeros meses de 2019, antes de que China y Estados Unidos alcancen finalmente un acuerdo. Los comentarios de los líderes chinos dejan entrever que están dispuestos a realizar concesiones, y al presidente Trump le gustan las apuestas arriesgadas, como lo ha dejado patente en los asuntos de Corea del Norte y el TLCAN.
Énfasis en los valores de calidad
No obstante, en Columbia Threadneedle no dan por sentado que se alcanzará un acuerdo. En su lugar, están aumentando la calidad de sus posiciones, haciendo hincapié en valores que ofrecen un limitado riesgo de pérdidas y, al mismo tiempo, potencial de revalorización. Por ejemplo, vendiendo aquellos valores tecnológicos que se hallan en la línea de fuego de una guerra comercial incluso si las perspectivas de las compañías resultan, de cualquier otro modo, prometedoras.
Las posiciones de mayor calidad incluyen valores financieros indios. Tras una oleada de impagos por parte de entidades financieras no bancarias, se han endurecido las condiciones de liquidez y crédito en la India, lo que ha desembocado en descensos en las cotizaciones de las compañías financieras. Ahora bien, los fondos de Columbia Threadneedle invierten en algunos bancos privados con sólidas franquicias de depósito. Estos bancos privados, que invierten en tecnología y atraen a una gran cantidad de nuevos clientes cada mes, están arrebatando cuota de mercado a las entidades financieras no bancarias. Además, la India constituye una economía más aislada, de ahí que esté relativamente protegida de la retórica comercial. Así pues, este tema encaja en los argumentos de limitado potencial bajista y mayor potencial alcista.
De manera alternativa, tras los comicios celebrados en Brasil en 2018, las políticas económicas del presidente electo, Jair Bolsonaro, y el equipo que ha formado han sido bien recibidas por los mercados financieros, al hacer hincapié en la reducción del gasto y el recorte de los impuestos. Por ejemplo, las reformas de las pensiones seguirán abordando el abultado déficit fiscal. Al igual que la India, la economía brasileña presenta un carácter más nacional y, por ende, se halla menos expuesta a la guerra comercial.
Incluso unas cuantas compañías excepcionales que se encuentran en el epicentro del conflicto comercial siguen revistiendo atractivo y ofreciendo oportunidades estupendas. Las acciones de la compañía tecnológica china Tencent han caído en casi un tercio desde el máximo marcado a principios de 2018; con todo, las perspectivas a largo plazo resultan igual de interesantes.
Además de las repercusiones de la guerra comercial, Tencent afronta los desafíos de una nueva regulación del juego en línea, que representa en torno al 60% de sus ingresos. No obstante, la firma ha creado un ecosistema en torno a la «superaplicación» WeChat, a través de la cual los consumidores chinos pueden pagar todos los servicios que desean, desde taxis hasta facturas y restaurantes. Por lo tanto, Tencent goza de una influyente posición para recoger datos de pago, lo que resulta valioso cuando se venden a los anunciantes y podría modificar la composición de sus ingresos. El análisis de la informática en la nube y la inteligencia artificial se reserva para otra ocasión.
¿Un año más benévolo a la vista?
Los dos riesgos sobre la mesa son la guerra comercial y el endurecimiento de las condiciones de liquidez a escala internacional. Por lo que respecta a la restricción de la liquidez mundial, esto limitará, en última instancia, el crecimiento. No obstante, este riesgo está ampliamente descontado y presenta dos caminos reales, determinados por el ciclo de subidas de la Fed.
Muchos participantes del mercado cuentan con hipótesis de base sobre la economía estadounidense; una ralentización provocaría una interrupción de la trayectoria de endurecimiento de la Fed. En dicho entorno, el mercado anticiparía un debilitamiento del dólar y, si los rendimientos del bono a 10 años permanecieran en los niveles actuales o cayeran por debajo de estos, ello respaldaría a los mercados emergentes, al crear, a buen seguro, un clima de rentabilidad relativa más halagüeño en 2019 en comparación con 2018.
El principal riesgo, en la opinión de Columbia Threadneedle, guarda relación con la guerra comercial. En estos momentos, resulta difícil expresar un argumento convincente que justifique un aumento de la asignación a los mercados emergentes, aunque consideran que las negociaciones comerciales seguirán su curso; además, la reciente corrección del mercado ofrece una interesante apuesta de asignación a favor de los mercados emergentes.
Al fin y al cabo, los fundamentales han mostrado una relativa fortaleza y se siguen identificando compañías que publican sólidos beneficios y, en comparación con muchos mercados desarrollados, las perspectivas de crecimiento resultan más atractivas. Según indica Krishan Selva, al igual que la euforia de 2017 representó un nefasto indicador para 2018, las dificultades de 2018 no tienen por qué marcar la pauta para 2019.