Las dos mayores economías del mundo llevan más de un año enzarzadas en una acalorada disputa comercial. Las tensiones se agravaron el pasado mes de septiembre, cuando EE.UU. aplicó su primera ronda de aranceles sobre importaciones procedentes de China y el gigante asiático replicó. Las conversaciones se atascaron en mayo y las dos partes redoblaron sus respectivos aranceles, pero Xi y Trump parecen haber alcanzado un tono más conciliador en sus conversaciones telefónicas durante los últimos días.
EE.UU. retiró un discurso potencialmente incendiario sobre China a cargo del vicepresidente Mike Pence y China hizo un llamamiento “para que las dos partes alcancen un acuerdo”. Sin embargo, los dos países solo quieren sentarse en el marco de una reunión formal si se alcanza un acuerdo que se pueda firmar. Según adelanta Jeremy Ocansey, analista de Fidelity International, es poco probable que se pueda conseguir un acuerdo en la cumbre del G20 que tendrá lugar en Osaka, Japón, los días 28 y 29 de junio, pero los desencuentros podrían suavizarse con la promesa de mantener nuevas conversaciones pronto y EE.UU. podría suspender su plan actual de elevar los aranceles hasta el 25% en los restantes 300.000 millones de dólares de importaciones chinas.
¿Por qué encallaron las conversaciones entre EE.UU. y China el mes pasado?
Estados Unidos acusó a los líderes chinos de renegar de las estipulaciones acordadas en un principio de acuerdo comercial, incluida una disposición de ejecución. La administración de Trump señaló que el bloqueo se debió a que China dio marcha atrás a sus compromisos de introducir cambios en las leyes sobre propiedad intelectual y transferencia tecnológica, ya que China retiró todas las referencias a las modificaciones de su legislación.
Por su parte, China acusó a EE.UU. del fracaso de las conversaciones y señaló que las demandas estadounidenses suponían una amenaza para la soberanía china. Algunas informaciones también apuntaron que China también podría haberse resistido a la cantidad y relevancia de las demandas estadounidenses.
De acuerdo con la propuesta que se negociaba anteriormente, China habría reconocido una “transferencia tecnológica obligatoria”, habría aceptado adaptar los subsidios internos para adecuarlos más a lo que dicta la Organización Mundial del Comercio y se habría ofrecido a importar bienes estadounidenses por valor de 1 billón de dólares durante los próximos seis años. Tal vez China pensó que era la única parte que estaba haciendo concesiones.
Existen muchas razones para pensar que es poco probable que se resuelva la cuestión y a continuación exponemos algunos puntos de fricción en ambos bandos, a continuación los principales puntos:
Las autoridades estadounidenses han señalado que no están dispuestas a entablar unas negociaciones prolongadas con China. China, por su parte, se enfrenta al reto de integrar una economía dirigida por el estado, con subsidios implícitos y explícitos, dentro del sistema de libre comercio mundial.
Xi quiere empresas estatales “más grandes, mejores y más fuertes”, y las autoridades las han usado tradicionalmente para allanar el ciclo económico en China obligándolas a gastar cuando las empresas privadas son más cautas a la hora de hacer desembolsos. Por lo tanto, China tiene un plan B de nuevos estímulos si las conversaciones fracasan.
Un cínico diría que si EE.UU. tiene interés en contener el crecimiento chino, entonces ¿por qué China habría de hacer concesiones sustanciales cuando estas nunca van a ser suficientes? Trump ha declarado abiertamente que no quiere que China se convierta en la primera economía mundial “con él de guardia”.
EE.UU. quiere que la supervisión y la ejecución de los acuerdos comerciales sean creíbles. China considera que introducir en su ordenamiento jurídico los cambios que pretende EE.UU. es una violación inaceptable de su soberanía.
Xi no quiere parece débil, especialmente después de la grave escalada de las tensiones en torno a Huawei. La administración Trump ha calificado a Huawei como amenaza para la seguridad nacional de EE.UU. y ha tomado medidas durante los últimos meses para impedir que las empresas estadounidenses hagan negocios con el gigante tecnológico chino.
Teniendo en cuenta que el próximo año se celebrarán elecciones presidenciales en EE.UU., Trump tampoco quiere mostrarse débil y no puede parecer que realiza concesiones y se “ablanda’’ con China.
Desde el punto de vista de los perjuicios a su credibilidad y legitimidad internacional, China podría interpretar las acciones contra Huawei como algo más grave que la anterior ronda de aranceles estadounidenses. Parece más probable que EE.UU. retire la próxima ronda prevista de aranceles que revoque las restricciones contra Huawei, aunque Trump ha sugerido que las dos opciones están sobre la mesa.
La bolsa estadounidense ha aguantado después de que la Reserva Federal de EE.UU. se comprometiera a recortar los tipos, por lo que la presión interna sobre Trump para que alcance un acuerdo con China ha descendido.
¿Qué consecuencias a largo plazo podrían tener los posibles desenlaces de la reunión del G20 para los inversores?
En general, las vicisitudes comerciales han demostrado una y otra vez ser prácticamente imposibles de predecir. La reunión prevista podría terminar en un apretón de manos y un compromiso para seguir negociando que calme la situación durante seis meses, pero también podría fracasar y dar pie a que EE.UU. dictara aranceles sobre los restantes 300.000 millones de dólares de productos chinos, o bien una fecha tope para que esto ocurra. El factor humano en las personalidades de Xi y Trump probablemente sea decisivo.
En Fidelity International no esperan que un acuerdo arancelario tenga un gran efecto a largo plazo sobre el crecimiento mundial, dado que hasta ahora las tensiones comerciales se han limitado a EE.UU. y China y algunos países podrían beneficiarse de la reordenación de las cadenas de suministro fuera de China. Por otro lado, el comercio supone tan solo un pequeño porcentaje del producto interior bruto de EE.UU.
Ocansey cree que los nuevos aranceles probablemente solo sirvan para reforzar la tendencia bajista que ya está en marcha en EE.UU., ya que sus tasas de crecimiento eran elevadas anteriormente y se desmarcaban del resto del mundo. Además, cualquier efecto sobre la economía china probablemente se compense con nuevos estímulos, lo que podría mitigar las consecuencias para el crecimiento mundial.