A menos de un mes de la Conferencia sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas en París, Cop 21, el cambio climático es un tema que va ganando terreno como una iniciativa de política global, factor de riesgo clave e inclusive en el mundo de las inversiones.
La meta de la Cop 21 es lograr un acuerdo legal para mantener el calentamiento global por debajo del umbral de los 2 grados centígrados, nivel que la mayoría de los científicos consideran crítico. Lo que puede preparar el camino para cambios en política que podrían repercutir en múltiples industrias. Los riesgos regulatorios resultantes se están convirtiendo en factores clave de rendimiento para las inversiones. Además, cada vez más clientes están expresando su interés en ver una evaluación de los riesgos climáticos en las carteras, con el fin de que éstas reflejen sus valores y creen un impacto positivo de largo plazo en el mundo.
Hasta el momento, la mayoría de los países del mundo se han comprometido a reducir sus emisiones a partir de 2020. China se ha comprometido a reducir la intensidad de sus emisiones entre un 60% y un 65% para el año 2030, y en América Latina, México y Brasil esperan reducir sus emisiones en un 22% y 37%, respectivamente, en el mismo periodo.
Las cosas también están cambiando para las corporaciones y los mercados. Hoy en día, algunos reguladores financieros internacionales parecen estar moviéndose hacia la incorporación de una evaluación del riesgo climático en las normas contables. Los mercados de valores también evolucionan para incluir el comercio de emisiones y los bonos verdes, lo que permite a los inversionistas limitar las exposiciones de carbono en las carteras y canalizar capital a proyectos que reducen emisiones. En el mundo empresarial, factores ambientales, sociales y de gobierno (ESG por sus siglas en inglés), que son una forma de promover la sostenibilidad, también se están convirtiendo en un signo de calidad operacional y de gestión.
¿Qué están haciendo los inversionistas para adaptar las carteras?
Alrededor del mundo, inversionistas institucionales que gestionan 24 billones de dólares en activos, firmaron la Declaración del Inversor Global sobre el Cambio Climático en 2014. En ella, se comprometieron a gestionar los riesgos del cambio climático como parte de su deber fiduciario a los clientes. Consideran que se puede lograr un impacto en la sostenibilidad de tres maneras:
- Prevenir: al descartar a valores que no se alinean con sus valores, como los de los emisores en las industrias de combustibles fósiles, de tabaco o de armas. El Parlamento de Noruega, por ejemplo, ha votado a desinvertir activos de carbón de su fondo soberano.
- Promover: al centrarse en empresas con historiales fuertes en factores ambientales, sociales y de gobierno e incluir éstos en el proceso de inversión. Un ejemplo de esto son las carteras de inversión sostenibles.
- Anticipar: busca resultados que tienen un impacto medible en el medio ambiente; ejemplos incluyen las inversiones directas en proyectos de energías renovables o de eficiencia energética y bonos verdes.
El aumento de la importancia de las consideraciones del cambio climático está afectando la forma en que los inversionistas piensan en sus inversiones y carteras. Y, mientras los marcos regulatorios se endurecen y / o el impacto del cambio climático sobre el medio ambiente se hace más evidente, es muy probable que empecemos a ver afectaciones en los precios de los activos.
Sin embargo, muchos de estos posibles resultados (piense por ejemplo, en los efectos a largo plazo de las emisiones de gases de efecto invernadero) son más difíciles de predecir y por lo tanto, de valuar. Las compañías de seguros han estado a la vanguardia de la valoración del riesgo climático dada su exposición, a por ejemplo los desastres naturales, pero muchos inversionistas de renta variable y fija aún ignoran este riesgo en la construcción de carteras.
Es cierto que esto no ha sido históricamente necesario; al analizar los resultados mensuales de los últimos 20 años en el índice MSCI World vemos que para la renta variable no se ha generado una prima de riesgo de cambio climático. Pero el futuro podría ser diferente, y mientras las peticiones de los clientes evolucionan y la carga regulatoria aumenta, el impacto de las consideraciones ambientales puede que se vuelva más importante en las decisiones de inversión, y no sólo se trata de ‘hacer el bien’, sino de invertir en empresas que evolucionan con las tendencias del mercado, que son capaces de adaptarse a los desafíos del futuro y que con frecuencia, tienen empleados más comprometidos y productivos.
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