El año 2022 está llamado a ser uno de los más complicados de la historia en materia de gestión de carteras. No tanto por las significativas caídas en los índices de renta variable, sino por lo mucho que han sufrido también las posiciones en renta fija. Un inversor de los que tradicionalmente llamamos “conservadores”, con una cartera invertida un 80% en índices de renta fija tradicional y un 20% en los de renta variable, tendrá un retorno a 30 de junio que rondará el -10%. Por supuesto hay excepciones, pero hablamos de medias. Y es que ha sido la peor caída anual del S&P 500 en un primer semestre de los últimos 52 años… Por no hablar del caso de los bonos, cuyo retorno ha sido el peor de la historia.
Los últimos 8 meses se ha venido anticipando un futuro terrible que ha impactado mucho en el ánimo de los inversores. En mínimos de mercado, a finales de junio, todos los clientes (y en general sus asesores) veían un futuro gris, y esperaban tocar mínimos más adelante en el año, existiendo en general mucho más ánimo vendedor que comprador. Los analistas y periodistas hablaban de una tremenda crisis en los Estados Unidos que no termina de llegar de forma clara, y parece que se molestan cuando los mercados rebotan: Por supuesto, existen muchos retos y problemas (¿cuándo no los hay?), pero la realidad es que los datos de consumo siguen siendo muy resistentes, al igual que los datos de empleo. Los salarios, a diferencia de otras partes del mundo, también se ajustan, lo que hace que la pérdida media de poder adquisitivo no sea tan dura. Los beneficios empresariales también han sorprendido en general al alza mostrando su adaptabilidad a tiempos más difíciles.
Veremos lo que nos depara el resto del año, pero los mercados en julio y agosto están desafiando unos titulares que muestran incredulidad ante los fuertes rebotes que estamos viviendo. Desde el 30 de julio las subidas son significativas, y los principales índices han recuperado la mitad de lo máximo que llegaron a perder:
No sabemos en qué quedará esta crisis, pero confiemos en que las señales de contención de precios en materias primas (el petróleo ha caído un 25% desde máximos y está ya a casi niveles de pre-guerra) y la mejora en la logística, unida a una menor demanda por las subidas de tipos, estabilicen la economía. Que en vez de la profunda recesión que muchos anticipaban, esto quede en una desaceleración. Y digo espero, porque saberlo no lo sabe nadie. Jamás he visto descontarse tanto y con tanta claridad una recesión por parte del mercado, en especial durante tantos meses. Como dijo Samuelson ya en el año 1966, el mercado ha sido capaz de anticipar 9 de las últimas 5 recesiones… Normalmente éstas tienden a llegar de forma inesperada, y esta sería la más anticipada de la historia.
Lo que sí sé es que la experiencia es un grado, y que me he hartado de ver y oír estos meses comparaciones con la recesión de 2008. Entiendo que, a estas alturas de la crisis, el que compare dicho año con 2022 o era demasiado joven entonces, o tiene muy mala memoria. Yo no la podré olvidar nunca, y reconozco que haberla vivido en el sector condicionará para siempre mi forma de entender los mercados y mi toma de decisiones: Los bancos se fusionaban porque quebraban y no se “prestaban” entre ellos en el mercado interbancario, se veía gente haciendo fila en sus entidades financieras para retirar sus ahorros, y se dieron múltiples ayudas por parte de todos los bancos centrales, con votaciones de urgencia en Senado y Congreso. Además, los productos tóxicos subprime inundaban carteras llenas de estructurados con grandes pérdidas, se vio la quiebra de las asociaciones federales de hipotecas Freddie Mac y Fannie Mae, ocurrió la quiebra de Lehman, el caso Madoff, y un sinfín de noticias económicas graves. Nada que ver. Los mercados también empezaron a recuperarse en marzo del año siguiente, tras tres meses más de caídas, cuando nadie lo esperaba, y los titulares eran igual de incrédulos que los que se pueden leer ahora. Desde mínimos, el S&P 500 rebotó un 65%, algo que jamás nadie soñó con haber podido predecir.
Esto es extensivo a muchos otros momentos de la historia: En marzo del 2020, en medio de una pandemia en la que nadie sabía si la mitad de la población iba a desaparecer, los mercados empezaron a recuperar con fuerza y unos meses más tarde ya no tenían pérdidas. Si algo nos ha demostrado la pandemia es la capacidad del mundo y las empresas de adaptarse a nuevos entornos superando obstáculos. Ningún analista recomendó comprar acciones ese mes, y en 2020 el S&P 500 acabó subiendo un 18%. Uno tendría que haber sido adivino para poder anticiparlo.
Cuando Trump ganó las elecciones contra todo pronóstico (El NYT al inicio del recuento daba un 80% de posibilidades de victoria a Clinton), la reacción inicial de los mercados fue un desplome dada la inseguridad e inestabilidad que se anticipaba. En su mandato, el S&P 500 subió un 68%. Ni el más optimista habría anticipado semejante subida, y sólo un vidente lo podría haber sabido.
Podría seguir con muchos ejemplos, pero el punto es el mismo: No somos adivinos, y es imposible tener certeza de lo que va a pasar a corto plazo. Pero, si nos basamos en el índice de la bolsa americana, que tiene más de 100 años de historia, sí tenemos la seguridad de que a largo plazo el mercado siempre sube si estamos medianamente bien posicionados. ¿Por qué nos empeñamos en apostar “estilo casino” en cosas que desconocemos, en lugar de hacerlo en lo que sí sabemos? Procure huir de todo aquel que le afirme con rotundidad lo que van a hacer los mercados en las siguientes semanas; los mercados ponen siempre a cada uno en su sitio, y son una continua cura de humildad para los más soberbios. No se deje convencer por lo que quiere oír, ya que las opiniones radicales suelen tener éxito a ojos de los inversores, y esto tiende a ser un error de tremendas consecuencias, tomando decisiones de compra y venta en los peores momentos.
No deja de sorprenderme con la facilidad con la que el entorno financiero critica las decisiones de la Fed de forma continuada. De la misma manera que todos somos “entrenadores de fútbol”, también somos “presidentes de la Fed”, y creemos saber hacer su trabajo mejor que ellos. Al igual que un entrenador sabe mucho más sobre sus jugadores que nosotros al hacer una alineación (su estado de ánimo, cómo han entrenado, si tienen un problema personal, etc.), los miembros de la Fed tienen mucha más preparación e información para su toma de decisiones que nosotros. Esto no quiere decir que no se puedan equivocar puntualmente, que lo hacen, sino que es ridículo que se critique de forma continua todo lo que hacen para predecir un futuro incierto, proponiendo ideas que se consideran “más inteligentes». Para el que no lo sepa, Powell tiene un doctorado por Georgetown, ha trabajado en el sector privado como abogado y banquero de inversión, ha sido socio de Carlyle, ha fundado compañías y fondos, ha trabajado en el Tesoro americano por muchos años y lleva 10 años en la Reserva Federal. Casi nada.
Twitter también se ha convertido en una herramienta curiosa de “expertos” para medir el sentimiento de los inversores, aunque hay que tratar de huir de cuentas que sólo digan lo que queremos oír. A finales del año pasado, todo eran mensajes sobre lo tonto que era el que no había invertido en bitcoin ni en NFT y no tenía activos de alto riesgo. En junio de este año, me inundaban los mensajes de que esta crisis iba a ser brutal, que los mercados tenían aún mucho recorrido a la baja, y que había que seguir vendiendo acciones. Todos jugando al juego del “qué pasará mañana”.
Como asesores, lo único que podemos hacer es gestionar las probabilidades. Según estadísticas publicadas, la probabilidad de ganar dinero a un día invirtiendo en el S&P es del 54%, mientras que expandiendo el horizonte de inversión a 5 años sube al 90%. Si nuestra labor es gestionar dichas probabilidades, ya sabemos que tenemos que dedicar el tiempo a encontrar productos que añadan valor a largo plazo, en vez de jugar a la ruleta en el corto.
Tome ventaja, porque si actúa con inteligencia y no se deja llevar por lo que dice el consenso general cortoplacista, la historia dice que usted cuenta con las probabilidades a su favor. ¡Hagan juego!