Comenzamos a ver los primeros compromisos y resultados de la COP28, al menos, sobre papel. Nada más arrancar, los participantes han llegado a un acuerdo para crear el llamado Fondo de Pérdidas y Daños, al que ya se comprometieron el año pasado para ayudar a los países más vulnerables frente al cambio climático, que estará dotado con un mínimo de 100.000 millones de dólares anuales. ¿Qué supone este compromiso?
Iniciativas como la alcanzada ya muestran el éxito del compromiso de los países que participan, pero también el principal reto del cambio climático: financiar una transición energética justa. En opinión de Sarah Peasey, directora de Inversión ESG en Europa de Neuberger Berman, resulta muy complejo compartir la responsabilidad monetaria necesaria para asumir este reto a escala global. “Esto es perfectamente visible en la creciente frustración que existe entre las naciones en desarrollo por el lento progreso de las Asociaciones para una Transición Energética Justa (JETP), un mecanismo de financiación creado por primera vez en la COP26 que, en principio, debería ayudar a canalizar fondos de los países más ricos a los más pobres para ayudar a mitigar el cambio climático”, apunta.
Según su visión, aunque financiar la mitigación del cambio climático plantea un desafío, cuanto más reales sean los efectos físicos del fenómeno, más difícil será salvar la creciente brecha para sufragar la adaptación al mismo. El Informe sobre la brecha de adaptación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) de 2023 señala que, pese a las promesas formuladas durante la COP26 para duplicar el apoyo financiero para la adaptación climática y alcanzar una cifra de alrededor de 40.000 millones de dólares anuales en 2025, los flujos internacionales de financiación pública para dicho fin hacia los países en desarrollo se redujeron en realidad hasta los 21.000 millones de dólares en 2021, dato que es, como mínimo, 10 veces menor al volumen anual que se considera necesario para el resto de esta década.
Impacto de la iniciativa
“La creación de un fondo de pérdidas y daños durante la COP27 fue uno de los pocos éxitos reseñables de la reunión del año pasado. Desde entonces, el Comité de Transición sobre Pérdidas y Daños de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha trabajado en el establecimiento de los principios del fondo, que está previsto que se lance en 2024. Entretanto, los países en desarrollo han alcanzado un importante hito al acordar que el Banco Mundial sea el anfitrión del fondo de manera temporal. Pese a todo, el mecanismo sigue sin fijar responsabilidades claras para los países desarrollados ni objetivos concretos sobre cuánto dinero se desembolsará. Para que este capital circule hará falta educación, y puesto que el argumento de la mitigación parece entenderse mejor que el de la adaptación, la COP28 ofrece una plataforma fantástica desde la que informar, innovar y contribuir a cerrar esta creciente entre ambas líneas de acción”, argumenta Peasey.
Para Leon Kamhi, jefe de Responsabilidad de Federated Hermes Limited, su gran esperanza para esta cumbre es que los gobiernos, los líderes de la industria y las instituciones financieras se comprometan a invertir en una transición justa. “Si persisten las crecientes deficiencias en la actuación, las pérdidas económicas derivadas del calentamiento global se dispararán, haciendo más dolorosa la inevitable transición. Los próximos 12 meses serán cruciales para lograr el éxito”, advierte.
En su opinión, esta transición justa adoptará diferentes formas. La primera será que los países del Sur buscarán el apoyo del Norte para financiar las inversiones necesarias y, en segundo lugar, que los responsables políticos tendrán que estudiar cómo hacer asequibles estos productos básicos mediante subvenciones progresivas, posiblemente financiadas con impuestos a quienes emiten carbono. “En tercer lugar, las empresas cuyas actividades cambiarán inevitablemente gracias a la transición justa tendrán que reconvertir a sus empleados. También será importante ofrecer unos salarios y horarios dignos. Algunos sectores específicos podrían beneficiarse de la transición justa de otras maneras. Por ejemplo, los bancos pueden ofrecer hipotecas para las viviendas que cubran el coste de instalar paneles solares, bombas de calor o mejora del aislamiento de los hogares”, concluye Kamhi.
Según Philippe Waechter, economista en jefe en Ostrum Asset Management, para lograr esa transición justa el la cumbre deberá incluir el combustible fósil en su comunicado final, en otras palabras, debe estar claramente indicado cuando se reducirá el consumo de combustibles fósiles de forma permanente.
“La Agencia Internacional de Energía advierte que el consmo de petróleo será de 102 millones de barriles al día para el 2030, antes de caer a casi 97 millones para el 2050 si no se implementa algo claro, un escenario visto como una extensión de lo que estamos experimentando en la actualidad. Este es el escenario que conduce a una temperatura de casi 3°C. Para el escenario que converge hacia una neutralidad en carbono, el cual todavía nos permitiría vivir cómodamente después del año 2050, tendríamos que reducir el consumo a 24 millones de barriles al día en 2050. Es aquí donde se puede dar una revolución”, explica Waechter.
Según el análisis del economista de Ostrum AM, solo puede darse una convergencia hacia una neutralidad en carbono si hay un cambio profundo en comportamientos. “No podemos simplemente conformarnos con un ajuste milimétrico. Esta es la razón por la que el impuesto al carbono no será suficiente, porque aunque causa cambios en las conductas, no deriva en un cambio profundo. No incluir en el comunicado final los elementos de una estrategia de convergencia hacia la neutralidad de carbono con los indicios de un nivel de reducción en el uso de combustibles fósiles sería un fracaso que validaría toda la actividad de exploración en petróleo y gas hoy día y a futuro”, concluye.
Capital privado
Desde Preqin reclaman el papel que puede tener el private equity en este contexto y en estos objetivos. “La inversión privada tiene un papel crucial que desempeñar en la transición energética, que está en el centro del desafío climático. El Presidente de la COP28, Sultan Al Jaber, afirma que hay varias maneras en que los gobiernos pueden liberar el potencial del sector privado, entre ellas la elaboración de planes claros de diversificación energética, la modernización de las infraestructuras básicas y la creación de mejores mercados voluntarios de carbono”, sostienen desde Preqin.
En este sentido, desde la firma señalan que las infraestructuras ocupan una posición privilegiada para impulsar el cambio medioambiental, dada su capacidad para respaldar proyectos de energías renovables. “Así lo demuestran nuestros datos de captación de fondos. En los dos últimos años, las infraestructuras se han asegurado una mayor proporción de capital ESG. La cantidad anual agregada recaudada por los fondos con objetivos relacionados con ESG se triplicó desde 2020, hasta alcanzar los 90.000 millones de dólares en 2022”, apuntan.
De hecho, recuerdan que la crisis energética mundial ha estimulado niveles récord de inversión en energías limpias, pero advierten de que el ritmo actual de transición dista mucho de ser suficiente. Según indican, el informe de la AIE World Energy Investment 2023 muestra que el dinero destinado al suministro de combustibles fósiles aumentará más de un 6% en 2023 hasta alcanzar los 950.000 millones de dólares. Mientras tanto, se espera que la inversión en carbón aumente un 10%, y ya está muy por encima de los niveles prepandémicos.
Pese a este dato, Alex Murray, VP, Head of Real Assets, Research Insights en Preqin, se muestra optimista: “En la última década, los costes de la tecnología de las energías renovables se han reducido drásticamente. La inversión seguirá aumentando para cumplir estos ambiciosos objetivos de emisiones de carbono”.
El camino andado
Según recuerdan desde Citi, entre 2016 y 2020, los proyectos relacionados con el clima movilizaron entre 600.000 y 900.000 millones de dólares de media anual. Sin embargo, advierte que para alcanzar el escenario Net Zero para 2050 de la AIE, se calcula que se necesitarán 125 billones de dólares en los próximos 30 años. A pesar de que los flujos mundiales de financiación casi se duplicaron en 2022 hasta alcanzar los 1,4 billones de dólares, el déficit anual estimado de financiación para el clima entre 2030 y 2050 es casi siete veces superior a los flujos de 2022.
«Se está avanzando en la inversión para la transición energética: en los mercados desarrollados, a través de la financiación de capital privado, y en los mercados emergentes, principalmente de capital del sector público y de organizaciones supranacionales. Para alcanzar los objetivos climáticos mundiales ya establecidos, gran parte de la financiación climática de las próximas décadas se realizará en los mercados emergentes. El reto consiste en movilizar capital privado con perfiles de riesgo más bajos para invertir en mercados emergentes de mayor riesgo que necesitan financiación para proyectos climáticos», señalan desde Citi.
La entidad bancaria explica que, según su experiencia, hace falta el desarrollo de «proyectos financiables», que se basa en que las partes interesadas comprendan los retos a los que se enfrenta cada parte mediante la creación de un entorno propicio, la consideración de los proyectos a través de un prisma de inversión, el desarrollo de un ciclo de vida del proyecto y la obtención de resultados satisfactorios.
En la práctica, para ellos esto significa que cada parte interesada debe poner de su parte para llevar la tan necesaria financiación climática a los mercados emergentes y en desarrollo. «Para el sector público, esto significa desarrollar un telón de fondo político y económico estable y predecible, al tiempo que se establece intencionadamente una agenda climática. Los funcionarios públicos deben colaborar con los bancos multilaterales de desarrollo (BMD), las instituciones financieras de desarrollo (IFD) y, lo que es más importante, el sector privado, para preparar estudios de viabilidad completos que impulsen sus agendas climáticas. Los BMD y las IFD saben que son uno de los principales contribuyentes a la mitigación del riesgo y su capacidad para reformar sus marcos de despliegue de capital, entre otros llamamientos, será clave para el éxito de la ampliación de nuevos mercados o tecnologías. Las empresas del sector privado y las instituciones financieras también desempeñan un papel; su capacidad para comprender los riesgos, los mercados y las inmensas oportunidades que se avecinan es imperativa», concluye Citi en uno de sus últimos informes.
La parte difícil de la transición energética ya está casi hecha: existe la voluntad de invertir en proyectos y hay capital para financiarlos. Cerrar la brecha y liberar el flujo de capital es el siguiente paso.